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Sed de agua y de justicia

Autor:

Juventud Rebelde

Fue el 22 de diciembre de 1993 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó que el 22 de marzo de cada año se declarase Día Mundial del Agua. De entonces a la fecha la aldea global tiene muy poco que mostrar y mucho por hacer, para que tan indispensable recurso natural esté al alcance de todos y cada uno de sus habitantes.

Según las Naciones Unidas, más de mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a un suministro fijo de agua limpia. Y hay 2 400 millones de personas —más de un tercio de la población mundial— que no tienen acceso a un saneamiento adecuado.

Los resultados son devastadores. Más de 2,2 millones de personas, en su mayoría en los países en vías de desarrollo, mueren cada año por enfermedades asociadas a condiciones deficientes de agua y de saneamiento; 6 000 niños mueren cada día de enfermedades que pueden prevenirse mejorando las condiciones de agua y de saneamiento, y más de 250 millones de personas sufren de dichas enfermedades cada año.

Pero más que lamentos, lo que ellos necesitan es de la voluntad, el compromiso, la integración y la cooperación de los estados y gobiernos; no únicamente para garantizar un uso racional del recurso agua, sino para que el derecho de estos seres de acceder al agua potable deje de ser una quimera.

Téngase en cuenta también que los niños y las niñas son los más afectados por esta dramática situación. Las niñas, por ejemplo, constituyen la mayoría de los 115 millones de menores que actualmente no asisten a escuelas; y el 80 por ciento de los niños que no asisten a la escuela primaria en África occidental y central, Asia meridional y África del norte y centroriental tienen madres que no han recibido ninguna educación formal. Esto se debe, entre otras razones, a que muchas mujeres y niñas deben recorrer largas distancias para llevar agua a sus hogares.

Por estos días, a propósito de la celebración mundial encargada este año a la FAO —Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación—, reportes de este organismo y de los demás integrantes del Sistema de las Naciones Unidas, así como de organizaciones no gubernamentales, agencias mundiales de información y no pocos weblogs, dan cuenta de la urgente necesidad de que los estados conviertan en un asunto de alta prioridad todo lo relacionado con el acceso y el uso de las reservas de agua disponibles.

Pues, como todo recurso natural, también se agota. Podría ser incluso, la causa de un conflicto bélico a escala internacional, algo que no pocos llaman la guerra del agua. Y de eso ya tenemos bastante. El agua es un asunto de seguridad nacional.

¿Qué más puede hacerse entonces desde un país como Cuba, cuya realidad, gracias a la obra de la Revolución, es bien diferente al desolador panorama de otras naciones tercermundistas?

Aunque Cuba celebra hoy el Día Mundial del Agua con una favorable situación en la disponibilidad de este recurso en sus embalses y cuencas subterráneas —6 317 millones de metros cúbicos acumulados—, según los reportes más recientes del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, lo primero que debemos —y podemos— hacer es acompañar al país en sus propósitos de consolidar una infraestructura hidráulica que garantice el funcionamiento óptimo de nuestra economía y eleve la calidad de vida de nuestro pueblo.

Aun así, sería ingenuo, cuando no irresponsable, ignorar que lo hecho tiene «salideros», por los que se escapa en algunos lugares hasta el 70 por ciento del agua que se bombea.

El desafío ahora es asegurar que lo alcanzado no nos ahogue en los torrentes de la conformidad. Tenemos niveles de cobertura de agua potable significativos, pero aún muchas comunidades y pueblos padecen enormes períodos de sed, porque unas veces el país no ha podido saciarla, y en otras faltó eficiencia y sensibilidad en quienes debieron calmarla.

Quizá este sea el momento de salvar tantas obras que nos traen el agua democráticamente, sin exclusiones, con los nuevos programas de rehabilitación de las redes y las conductoras de acueductos, así como de las presas dañadas por la sequía y los fenómenos meteorológicos.

Súmele además la instalación de nuevas fábricas de tuberías, la adquisición de tecnologías para la penetración de pozos, la garantía de los herrajes y muebles fitosanitarios, acciones todas muy importantes para garantizar sensatez en el aprovechamiento de este recurso natural.

Queda entonces acompañar esa voluntad gubernamental desde nuestras casas y centros de trabajo o estudio, ocupándonos en una cultura real y permanente del ahorro que empieza en la simple acción de abrir y cerrar la pila del agua en el momento que la necesitamos y no dejarla correr...

Ya lo dice el contagioso estribillo de una canción de Los Van Van: "Agua, queremos agua para vivir... agua".

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