La rendición de cuentas como mecanismo de nuestra democracia socialista propendió más a «rendirse» que a cobrar cuentas a quienes deben rendirlas. Arriesgo este juicio, aunque pueda parecer injusto, porque la que debería constituir una forma básica del ejercicio de control participativo y popular en Cuba sufrió graves formalizaciones.
Al concluir uno de los partidos de la Copa del Mundo de fútbol de Catar 2022, que acontece por estos días y tiene paralizado a medio mundo, una periodista argentina decide prescindir de las preguntas y confesarle a Lionel Messi todo lo que ha significado para su generación. Con palabras cargadas de elogios y verdades, mientras le cuenta como los niños crecen con una camiseta del 10 correteando por los caminos de su país, logra sonrojar al astro de Rosario.
CARACAS.— Desde las alturas, la ciudad parece encerrada en un búnker de empinados cerros. Incluso, las siluetas de las nubes en la capital venezolana suelen distorsionarse cuando chocan precipitadas con las cimas de sus montañas a más de 2 000 metros de altura. Y cuando el avión está próximo a aterrizar, Caracas se adivina infinita entre lomas que sostienen la vida y el alma de pequeñas casas situadas unas encimas de otras.
Ronaldo Veitía fue un gigante de cuerpo, pero también de alma, uno de esos tipos a los que no les bastó con tener talento, sino que dedicó cada minuto de su vida a pulirlo y ofrecerlo como un bien colectivo. Hace pocas horas dejó de existir y el dolor de su ausencia solo encuentra paliativo en las múltiples y sinceras muestras de cariño llegadas desde cualquier rincón del país que defendió y honró.
Sin llegar a profundizar demasiado en las consecuencias que puede tener la imitación de valores, la adopción de estilos culturales ajenos o la pérdida de contacto con las propias raíces, se podría dibujar un esbozo de lo que sucederá con nuestras sociedades futuras. Inmersas en un consumismo que no les pertenece y guiadas a ciegas por la necesidad de fundirse en la masificación, nuestras generaciones recién estrenadas y crujientes dentro de sus trajes de fibra sintética, comienzan a mostrar la verdadera cara de la globalización cultural.
Desde hace seis años el corazón de Cuba late con Fidel en Santiago, y contra toda lógica, el tiempo en vez de amainar su palpitar, lo engrandece.
Le propongo detenerse a pensar en la Escuela Latinoamericana de Medicina, la conocida ELAM, esa que al noreste de La Habana atesora tantas historias. ¿Se imagina reunir a estudiantes de latitudes tan diversas de la región con un mismo sueño? ¿Tiene idea de cuántas tradiciones, costumbres, inquietudes, aspiraciones, frustraciones y añoranzas se entrecruzan por sus pasillos, en sus aulas, en cada espacio compartido? Pareciera una utopía, pero la hermandad se construye en su interior.
«¡Menos mal que acabó pronto, porque esta pandemia es lo más letal que ha vivido el mundo desde hace siglos!», dice un señor sentado dos asientos detras del mío en un tren con destino a La Habana. Su compañera de ventanilla no le hace caso y se vira para las personas al otro lado del pasillo.
El 30 de noviembre de 1956 Santiago de Cuba se levantó en armas en apoyo al desembarco del yate Granma, garantía con rumbo fijo de cumplir la promesa de Fidel: «en 1956 seremos libres o mártires», y aquel amanecer de coraje e impaciencias selló el compromiso de entrega de la urbe y sus hijos con la Revolución que nacía.
El carro patrullero llegó. La algarabía se escuchaba desde la calle, y al llegar la oficial al encuentro de los vecinos seguía aquel vociferando y alegando que «ella no podía entrar porque eso es allanamiento de morada». Fue necesario bajar los ánimos y explicarle a la oficial, cada cual, la razón del conflicto que ya superaba los decibeles elementales de una conversación pacífica y rozaba improperios y amenazas.