Los dedos magullados, las manos temblorosas y gotas de sudor frío deslizándose por su rostro... Así permanecía Miguel mientras colgaba en una barra horizontal durante más de cinco minutos, como si de una competencia de gimnasia o un número acrobático se tratara.
La historia de los buenos periodistas es chispeante como una nota informativa, interesante como la mejor entrevista, vertical cual editorial escrito serenamente bajo aguacero de balas, rica como el artículo, intensa como un gran reportaje y sublime como una crónica.
El estado del camino entre Gibara y Caletones constituyó el principal asunto abordado en aquel debate, organizado en medio de objetos de obra de la nueva base de Campismo Popular gibareña, porque si se mejora la ruta, varias problemáticas pudieran ser enfrentadas y erradicadas, aseguraban los lugareños.
Es Cuba. Sí, es mi Habana. La misma de las fotos en la revista con sus colores perfectos, la de los souvenirs y la que ubicaron hace no muchos años, entre las ciudades maravillas del mundo moderno. Es también Holguín, Santiago y Bayamo porque aunque a pocos —o a muchos— les parezca otro sitio, sigue siendo Cuba.
¿Dónde está nuestro Martí? No el de las estatuas, cuadros y discursos o actos y sermones. No, el Martí del que hablamos es otro. El personal. El que descubrimos y llevamos al lado, de la mano o con el brazo colocado sobre su hombro en la intimidad de nuestra conciencia, y sin que nadie más lo sepa.
Rolando Pérez Betancourt acaba de cerrar la séptima puerta de su vida para quedarse en la sala oscura de todos sus filmes predilectos. Y si el más allá existe, él debe estar ahora buscando a Eisenstein, a Chaplin y Kurosawa, a Fellini, Bergman y Buñuel, para comentarles, con ese escalpelo filoso del crítico de cine y la gracia esplendente del cronista hormonal, lo que fue sufrir y gozar; en fin, vivir, sentir y pensar en una isla amorosamente compleja y digna del mejor guión surrealista.
«Nada humano me es ajeno», aseveró Terencio, un escritor de la antigüedad romana. Legada hasta nuestros días, esa afirmación tiene gran vigencia. Vivimos circunstancias en las que el bípedo pensante, que supo hacerse a sí mismo mediante el trabajo de la mano y logró una posición erecta que le permitía extender su mirada a anchos horizontes, está amenazado de prematura extinción.
Gritos, sollozos y frases sin sentido se escuchan en el interior de la sala Paredes del hospital siquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra. El estruendo proviene de un muchacho que, con el pijama verde característico de los pacientes del centro, las manos sudorosas y la mirada inquieta, quizá hasta paranoica, sufre fuertes temblores, tan constantes como la velocidad de los latidos de su corazón: reacciones típicas del síndrome de abstinencia en quien lucha contra una adicción.
LA nueva banalidad del mal es el turismo, capaz de convertir en objeto de consumo un campo de concentración nazi, donde 200 000 personas fueron recluidas entre 1936 y 1945. En Sachsenhausen, cerca de Berlín, más de 30 000 murieron a causa de enfermedades, hambre, experimentos médicos, torturas o la cámara de gas.
MI hija Sofía recién comienza a estudiar la carrera de Lengua Francesa en la casi tricentenaria Universidad de La Habana. La pidió en primera opción cuando terminó el duodécimo grado en el IPVCE Luis Urquiza Jorge, de Las Tunas. Su otorgamiento significó que renunciara a su zona de confort para levantar campamento en lo desconocido. Aceptó de buena gana el reto y ya anda por la urbe, feliz al apreciar cómo florece su sueño.