«Vamos a abrir varios puntos de cerveza dignificada», le escuché decir hace años a un funcionario público. Tal «dignificación» era el intento de mejorar la venta del espumoso líquido, tantas veces expendido con mil bautizos acuáticos y bajo un sol inclemente en unos termos con abolladuras.
Gracias al estimado colega Heriberto Cardoso, que abrió la brecha para tratar asuntos tan controversiales como arraigados en nuestra sociedad, con su comentario «¿Conflictivos o sinflictivos?», publicado aquí el 13 de julio último.
Un poeta nos recordó que se hace camino al andar. ¿Así como así? No, desde luego. Solo si usted se decide a echar a caminar o a moverse sobre un carromato o un automóvil. Porque quebrar la tranquilidad del que no quiere ir a ninguna parte o renunciar al sabroso no hacer nada, exige un desgarramiento de los músculos del ánimo y de las fibras de la conciencia.
Más allá de las dos contundentes victorias de la selección cubana ante Hong Kong (31-4, súper KO) e Indonesia (24-0), el Campeonato Mundial de Béisbol, categoría sub-15, con sede en la localidad mexicana de Chihuahua, ha tenido hasta el momento a los equipos latinoamericanos como principales protagonistas.
Las memorias de aquellos años recurren provocadas por la penumbra, la humedad, el olor del día. O vuelven cuando paso por alguna zona rural y el aire clarifica el paisaje que me ha trazado en la frente, con las cenizas de lo vivo, la señal de que una vez mi vocación periodística anduvo registrando el país y conociendo personas sin la vanidosa percepción de sí mismas.
Alguien me había alertado de que me asombraría al verla por vez primera, de que sus poses y pensamientos impacientes, a pesar de la edad, me provocarían un sentimiento de alegría pura, gracias a esa gentileza casi inadvertida por ella, casi heredada desde el campo de la cuna, con la que logra desprenderse de sí y entregarse a cada rato en la delicada exactitud de sus gestos, pródigos en encantos humanos.
Cada vez que culmina un gran evento quedan en el ambiente sus acontecimientos más sobresalientes, tanto los plausibles, como aquellos que descollaron negativamente.
Todos podemos tener un vecino como Manolo, adicto al alcohol. Un tipo que es buena gente, simpático, servicial y hasta respetuoso con los demás… siempre que no se haya dado dos o tres «malucazos». Porque cuando esto ocurre, Manolo grita, llora, patea, tira las cosas, ofende a su mujer e hijos, y hasta a su madre; ni qué decir de los vecinos, si la coge con alguno de ellos. Esa es la diferencia.
Primero fue la contemplación de la costa sur oriental. El río se juntaba con el mar, el mar y la montaña, el mar y el cielo. Vimos caer la tarde. El sol plomizo sobre las aguas se desvanecía. Vimos la espuma blanquísima de las olas y recogimos unas piedras. Algunos buscaron piedras redondas, otros recogieron piedras que simularan huevos de avestruz, otros una piedra mineral, y otros alguna piedra que no fuera tan hermosa pero que quedara en el recuerdo. Como, por ejemplo, una piedra partida a la mitad para dedicarla a un amigo, y decirle: «la mitad que falta se integra cuando estoy contigo, y cuando no, sabes que voy a regresar».
Aún con la sangre hirviendo por la emoción tras estos XXX Juegos Olímpicos, una pregunta asalta a todos los amantes del deporte en este terruño: ¿realmente superamos en Inglaterra nuestro desempeño de Beijing hace cuatro años?