La distancia. Tantas veces se ha mencionado la distancia. Pero hay que vivirla en la piel y en las vísceras para entenderla y para saberla como propulsora de las más terribles añoranzas.
Lo que hace unos días sucedió con el Presidente boliviano, mi admirado Evo Morales, durante el regreso a su país desde Rusia es incalificable. No haberlo dejado sobrevolar el espacio aéreo de ciertos países europeos llama a la indignación.
Por esas casualidades que se dan a veces para que uno ande siempre pensando en lo que lo rodea, haciéndole emboscadas sucesivas a la pereza de las neuronas, hace unos días escuché un informe en el que, bajo una edulcorada reflexión, se enunciaba que «ya hemos ganado mucho en la cultura del debate», que los cubanos «ya hemos aprendido a discutir», y «aunque nos falta todavía, hemos avanzado en un porcentaje alto».
Así le decían sus allegados. Para quienes no tuvieron la oportunidad de conocerla personalmente, el nombre de Haydée Santamaría se asocia a un epíteto: heroína del Moncada. Rara vez exploramos en lo profundo del alma de los héroes y lo que los conduce a arrostrar todos los riesgos y todos los sacrificios. Es el misterio que intenté en vano develar cuando la observaba en los trajines de la Casa de las Américas, seria a veces o mostrando en ocasiones, para distraer a los jurados en los recesos de las lecturas del Concurso Casa, una febril y desbordante alegría.
Los nítidos cielos azules siempre coronan aquel jardín en el tranquilo pueblo con aroma de campos de tabaco. El vergel, el más vistoso de cuantos reinan por esos lares, resulta el mayor reinado de la sesentona Luna. Lo cuidó toda una vida; lo cuidó siempre.
Niños a la casa. ¡Y con buenas notas! Las caras de orgullo exigen con todo el merecimiento del mundo que el premio a inventar debe ser por todo lo alto. Dolores de cabeza. ¡A pedir vacaciones! O regalarle al menos un fin de semana como estímulo a su sacrificio de todo un curso escolar «portándose bien».
CARACAS, Venezuela.—Me lo contó Alejandro Campos, un enfermero habanero; y tuve que levantar las cejas, estupefacto con su historia, breve pero conmovedora.
La calidad nunca es un accidente y resulta siempre del esfuerzo y la inteligencia, decía el escritor y sociólogo inglés John Ruskin (1819–1900).
La ex agente de la CIA, Valerie Plame, no cree que Edward Snowden, el hombre que ha metido en un escándalo internacional al Gobierno de Estados Unidos, sea un traidor a su país, tal y como lo acaba de afirmar el ex vicepresidente de George W. Bush, el insoportable, pedante y reaccionario Dick Cheney.
Entre los entuertos que aún entorpecen las relaciones interempresariales y originan un sinnúmero de insatisfacciones e incongruencias, se encuentra esa inclinación de no pocas entidades a potenciar los ingresos por encima de las necesidades de los clientes.