Con toda justicia, el Día de la Cultura Cubana rinde homenaje a la presentación pública del Himno Nacional en el Bayamo recién ocupado por los insurrectos. Para nosotros, forjados en un largo batallar contra el coloniaje, cultura y nación andan juntas. Acción y pensamiento se alimentan mutuamente en el proceso de pensar y hacer un país en tierra de huracanes, siempre amenazada, tanto por la furia combinada de los vientos y los mares como por el apetito rapaz de quienes, nunca resignados, han intentado, una y otra vez, apoderarse de la Isla.
La noticia me llegó de improviso. Fue un duro golpe, seco y potente: falleció Fernando Hernández. Di un respingo en la butaca y subí enseguida el volumen. No fue un error. Ojalá. Esta vez escuché bien. El gran pelotero pinareño nos abandonó. Se fue tras años de lucha con esa enfermedad abrupta e inoportuna que se empeñó en derrotarlo. Hay personas que son invencibles, pensé para mis adentros, en busca de un consuelo que no llegó. Aunque en el fondo tuve razón, porque el legado del eterno número 9 sí que es invencible.
Los regresos importan siempre, pero los encuentros son mejores. No solo volver a las cosas dejadas, los paisajes, los recuerdos, los olores…, sino también a las personas que tuvieron que ver con otros tiempos, y eso último fue lo que exbecarios de África y Nicaragua encontraron hoy en Isla de la Juventud.
Una taza de café ofrecida en un momento de angustia o una frase de aliento dicha cuando ya nada en la vida parece tener sentido pueden entrañar per se una fabulosa demostración de altruismo hacia quienes han encajado en sus fueros la embestida irracional y las desventuradas secuelas de un huracán de grandes proporciones.
SANTIAGO DE CUBA.— Pasó toda su vida irradiando amor, ternura, energía; desafió prejuicios y retó a la discriminación que intentaba imponerle una época donde su condición de mulata humilde e iletrada, de mujer, era sinónimo de invisibilidad.
La inmensidad del amor que despierta el Che es el hilo conductor de estas páginas, con las cuales el periódico de la Juventud Cubana se ha propuesto honrar al hijo, al guerrillero, al padre, al estadista, al revolucionario…, en esta fecha sembrada dolorosamente en el corazón de la Patria.
Si un hombre parte camino a la utopía, dispara balas de sueños, trama mañanas imaginarias y regresa con triunfos eternos, puede que digan que está loco. Qué más da si no hay corduras sanas.
Así como un gesto sincero o una palabra limpia, una fotografía puede convocar de repente toda la fragilidad de quien la mira. Fueron unos segundos escasos, y la imagen, rescatada por un documental, alcanzó a golpearme. Estaba él, de manos atadas, flaco, sucio, mechones enredados, ojos extrañamente tranquilos para las circunstancias. Era la antesala de la muerte y de seguro lo sabía.
A veces me pregunto si podremos ser como el Che, pioneros nuestros; si lo mantendrá vivo y palpitante la liturgia de desempolvarlo en frases y palabras altisonantes los días de sus conmemoraciones, aunque después los adultos hagamos lo que nos parezca y lo neguemos a cuentagotas con la desidia, la indolencia, el acomodamiento o la imposición.
CARACAS, Venezuela.— De materia hermosísima, legendaria, está hecha la Revolución Cubana. Mucha juventud soñó, vivió, murió por ella. Y muchas figuras dignas de libros, filmes o poemas para no olvidar han acompañado su suerte. Nadie pondría en duda, por ejemplo, lo admirable y milagroso que habita en que tantos artífices carismáticos hayan confluido en los avatares de una guerra libertadora y en el consiguiente avance triunfal de 1959.