En Venezuela, jóvenes del mundo abogaron por la justicia y la igualdad social como garantía de la supervivencia de la especie humana. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:37 pm
Cuando miles de jóvenes se reúnan en diciembre próximo en Quito para celebrar el XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, estarán dando un espaldarazo a la Revolución Ciudadana de Ecuador, cuyos principios de justeza social irradian a una América Latina que viene hace años despertando del letargo neoliberal con el nacimiento de gobiernos progresistas.
Jóvenes latinoamericanos, africanos, asiáticos y europeos podrán palpar, del 7 al 13 de diciembre, un país que salió del yugo del Fondo Monetario Internacional y una oligarquía apátrida para ser gobernado por las mayorías, esas que hasta la llegada de Rafael Correa a la presidencia en 2006, no podían aspirar a nada. Los delegados encontrarán en Quito la esencia de una revolución; el tránsito al cambio profundo y rápido del sistema político, económico y social que abrió los horizontes al pueblo de Eloy Alfaro.
Los ecuatorianos tienen hoy una nueva cara que mostrar: la dignidad, la equidad social, el bienestar económico. Un proceso que, como pocos, va conquistando con mayor fuerza el verdadero poder popular.
Ecuador es un espejo en el que se pueden mirar muchas naciones y movimientos sociales de nuestro continente y del mundo que no quieren morir tragados por el capital voraz, y buscan salvar la Humanidad de las enfermedades mortales que le carcomen.
Allí, como en Venezuela, se materializan ya los beneficios en el camino al llamado Socialismo del siglo XXI, una experiencia renovada, abierta, ajena a modelos y esquematismos, centrada en la lucha por la justicia social y el desarrollo, en una región que era de las más desiguales del planeta. Un socialismo que, aunque obligado a convivir con los rezagos neoliberales y el poderío del libre mercado, no vende la educación y la salud a los pueblos. Y para garantizar esos derechos, los gobiernos progresistas luchan por recuperar el control de los sectores económicos estratégicos, como hace la propia nación ecuatoriana, garantizando la explotación soberana y sustentable de sus recursos; Venezuela con la recuperación del petróleo, o Bolivia con sus enormes fuentes gasíferas. En otros países, esa es una de las principales demandas de los movimientos sociales.
A nuestras raíces
La cita mundial de los jóvenes y estudiantes gana también relevancia en un contexto signado por los intentos de Estados Unidos de socavar la construcción de la Patria Grande latinoamericana que soñaron Bolívar y Martí, que va materializándose en proyectos de integración como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Mecanismos para la integración que nada tienen que ver con los esquemas asociativos neoliberales que existían en la región porque, como advirtió una vez el Libertador, la integración «no es el deseo de los hombres sino el inexorable decreto del destino».
El encuentro juvenil mundial tiene escenario en la región que más ha avanzado en los últimos años en materia de integración y cooperación Sur-Sur, lo que le ha permitido blindarse ante los efectos devastadores de la crisis económica, financiera y política del Norte, y que diversifica con creces este tipo de relación con otros continentes como África y Asia, eliminando la extrema dependencia del mercado estadounidense.
Precisamente, el XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes estará dedicado a tres hombres que dedicaron su vida a la integración, a la independencia y a la refundación de nuestros países, cada uno en su contexto y en su época: el ecuatoriano Eloy Alfaro, el ghanés Kwame Nkrumah y el líder bolivariano Hugo Chávez.
Alfaro fue amigo de José Martí, Antonio Maceo, Flor Crombet, entre otros patriotas de las luchas por la independencia de nuestro país, proceso con el que se comprometió. Sus relaciones con patriotas cubanos y la savia bolivariana que llevaba en su pensamiento le permitieron soñar y luchar por la América Grande para todos los americanos.
Nkrumah es uno de los próceres de la independencia africana, fue un convencido de la necesidad de llevar a cabo una profunda revolución social e impulsar la unión de las naciones de ese continente. Se trata de uno de los mayores exponentes del pensamiento antiimperialista africano, que en tiempos tan tempranos para Ghana y el resto de los países de esa región como los años de 1960, encontró en el socialismo el camino para transformar su realidad, marcada por el colonialismo, y conducir a esas naciones hacia la búsqueda de la dignidad.
Y Hugo Chávez, quien 200 años después del proceso independentista de América Latina, rescató la idea de la unidad continental, un legado de Bolívar y San Martín enterrado por el colonialismo, y que él materializó.
Por viejas y nuevas demandas
Pero aún no todos en Latinoamérica pueden hablar de conquistas. El Festival regresa ahora a nuestro continente —La Habana (1978 y 1997), Caracas (2005), fueron las citas anteriores— cuando las luchas por viejas reivindicaciones estudiantiles y obreras tienen un gran apogeo en no pocas naciones, por lo que el encuentro servirá de plataforma para la socialización de vivencias, objetivos y programas entre los distintos grupos que protagonizan estos movimientos de reclamo. Si bien se trata de experiencias locales, expresan la realidad de muchos, incluso, en otras regiones del planeta donde pudiera existir menor organización y visión en torno a las aspiraciones de los jóvenes, o donde estos pudieran estar fuertemente golpeados por las derechas locales.
En este Festival, la solidaridad de las distintas organizaciones progresistas del mundo extenderá sus manos al movimiento estudiantil y popular chileno quienes, con protestas de todo tipo, despertaron la conciencia colectiva en torno a la necesidad de un cambio en el sistema de esa nación. Lo que comenzó con la demanda de eliminar el sistema de educación neoliberal implantado por el dictador Augusto Pinochet y hoy aupado por la derecha recalcitrante, es ya un grito contra un sistema deslegitimado.
Por eso, a todo lo largo de ese país, las protestas estudiantiles confluyen con la lucha en la región de Aysén contra las transnacionales hidroeléctricas, o con la resistencia mapuche frente a la represión policial y su movimiento por recuperar sus tierras ancestrales.
Hoy la gran mayoría de Chile quiere una Asamblea Constituyente, un nuevo sistema político y la nacionalización de recursos estratégicos como el cobre, con el objetivo de financiar derechos humanos elementales y servicios como la educación y la salud.
En la cita ecuatoriana tampoco faltarán viejas demandas del Movimiento de los Festivales como el derecho del pueblo saharaui a su independencia y soberanía, y la denuncia a los desmanes y abusos del régimen marroquí en los territorios del vecino que ocupa desde 1976, con la venia de potencias como Francia y Estados Unidos.
La denuncia al genocidio que comete el Gobierno sionista de Israel contra el pueblo palestino, al que le roba sus tierras y riquezas, es otra de las causas que ha ocupado la agenda del Festival en sucesivas ediciones, y que también estará presente en la cita ecuatoriana.
Hitos
Desde el nacimiento de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD), en noviembre de 1945, en medio de las cenizas y ruinas de la Segunda Guerra Mundial, y el arranque del movimiento de los festivales dos años después, en Praga, estos eventos han puesto su mirada en las llagas y las angustias que desangran a la Humanidad. En ese entonces arrancaba la Guerra Fría. A los jóvenes de distintas partes del mundo les animaba el deseo de paz, un principio que se ha mantenido hasta el día de hoy.
Cuba participó en los festivales, por primera vez, en la segunda edición, celebrada en Budapest (1949). Más 20 000 jóvenes de más 80 naciones se manifestaron a favor de los pueblos que luchaban contra el colonialismo.
En Berlín (1951), unos 26 000 delegados —entre ellos los cubanos Nicolás Guillén, Alfredo Guevara, Raúl Valdés Vivó, Antonio Núñez Jiménez y Carlos Rafael Rodríguez— desfilaron contra la militarización, el revanchismo y la guerra; una manifestación que sumó a muchos jóvenes de la entonces República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania, llegando a contabilizarse más de un millón de activistas.
Bucarest (1953) se centró fundamentalmente en la solidaridad con el pueblo coreano pues en las vísperas del evento se firmó el armisticio que selló la cruenta guerra de EE.UU. en esa península.
Luego de Varsovia (1955) y Moscú (1957) llegó Viena (1959), y con esta cita se rompió el mito de que el éxito del Festival hasta el momento se debía a su realización en países socialistas.
Uno de los rasgos de Helsinki (1962) fue el comienzo de la integración de la juventud africana al Festival, debido a la emergencia de estados independientes en ese continente. El 4 de abril de ese año surge la Unión de Jóvenes Comunistas en nuestro país, que asumió entonces el trabajo preparatorio de nuestra participación numerosa.
En Sofía (1968), la solidaridad con el pueblo vietnamita acaparó la mayor atención; y con los pueblos árabes frente al ocupante israelí. A su regreso a Berlín, en 1973, el Festival celebró por primera vez el Tribunal Internacional La juventud acusa al imperialismo, en el que los jóvenes desnudan con sus testimonios el carácter agresivo del capitalismo; un evento que se mantiene hasta hoy.
La entrada del Festival a América Latina fue por La Habana, en 1978 —le precedió Berlín (1973)—, adonde los jóvenes progresistas del mundo regresaron en 1997, ocho años después de la cita de Pyongyang, cuando la derecha mundial apostaba a la desaparición de estos eventos debido al derrumbe del llamado campo socialista en Europa. Luego, en 2001, llegó por primera vez a África, por Argelia, y cuatro años más tarde regresó a nuestro continente, donde fue recibido en la Venezuela de Bolívar y Chávez. En 2010, tuvo su sede en Pretoria, la capital de la nación más austral de África: un reconocimiento a la lucha contra el apartheid.