Un grito por el respeto a la diversidad y una exhortación a repensar la teoría sobre Género y Comunicación constituye El sexo de los ángeles, texto de Isabel Moya, directora de la Editorial de la Mujer presentado recientemente
Para enseñar a los demás, primero
has de hacer tú algo muy
duro: enderezarte a ti mismo.
Buda
Se emplea el término «hombre» no solo para denominar al macho de la especie, sino para invocar a la humanidad en su conjunto, pensamiento conformado a lo largo de siglos de una cultura patriarcal que ignora lo femenino y tiene lo masculino como la medida de todas las cosas. ¿Por qué el adjetivo «público» adquiere un significado diferente cuando se aplica a una mujer o a un hombre?
Esto lo plantea Isabel Moya en su reciente libro El sexo de los ángeles, una mirada de género a los medios de comunicación. La autora pide respeto a la diversidad y exhorta a repensar la teoría sobre Género y Comunicación. Su intención es provocar el debate sobre la investigación comunicológica con enfoque de género en los contextos mediáticos globalizados y la incorporación de tal enfoque a los estudios de la comunicación.
Resulta necesario profundizar en la representación del cuerpo femenino que ofrecen los medios, y su expresión en tiempos en que es mal vista la exaltación de un pensamiento patriarcal. El elemento científico en estos temas no puede dejarse al voluntarismo, el personalismo y el empirismo, cuando las complejidades, contradicciones y dificultades de la vida cotidiana y la creatividad de las cubanas para enfrentarlas están casi ausentes de nuestros medios.
Expone el texto que la presencia femenina en los medios va de la imagen de la «supermujer» casi inalcanzable, a la interrogante recurrente de «¿Cómo hace usted para compatibilizar su actividad laboral con la atención a su familia?», pregunta que jamás se le hace a un hombre. Así se reproduce el estereotipo de que la vida privada es solo asunto de mujeres y no se logra rebasar el rol tradicional de la mujer responsable de la casa, la educación de los hijos y el cuidado de los ancianos.
Los espacios públicos son masculinos. Los periodistas que comentan en vivo los temas nacionales e internacionales en espacios estelares son mayormente hombres, mientras muchas féminas anuncian, por ejemplo, las actividades culturales.
«Las mujeres no se abordan en su diversidad y la representación de la mujer negra y mestiza no se corresponde totalmente con nuestra realidad», añade la autora en uno de los artículos de este volumen. El protagonismo de las cubanas en la vida pública o comunal no está aún suficientemente en los medios: hay una brecha entre el espacio utilizado, la imagen que se refleja y las cubanas de hoy.
Son prometedores signos de cambio el volumen de mujeres comunicadoras en la radio y su presencia mayoritaria en carreras afines a la Comunicación, pero incluso entre ellas no existe una conciencia de género, pues «el sexismo no tiene sexo».
«Hay dos espacios de comunicación masiva en Cuba con viejas concepciones de lo masculino y lo femenino: la música llamada popular y el humor. En la primera no es solo en las letras de las canciones —que siguen el patrón de la devoradora y malvada «bruja sin sentimientos» y exaltan una masculinidad hegemónica— sino también en los videoclips que promueven esta música», sostiene la autora.
La mujer objeto sexual con poca ropa y movimientos eróticos, las tomas de primeros planos de pelvis y glúteos, se repiten una y otra vez, tanto como el macho que exhibe bíceps o el close up de sus genitales atrapados en ajustados pantalones. Esos son los prodigios del éxito en una Isla que se autodefine en sus mitos fundacionales como «gozadora», afirma Isabel.
Se reitera, por ejemplo, el estribillo: «¿Quién ha visto una gorda con sentimiento?», de la Charanga Habanera.
«No es el lenguaje lo único urgido de cambio. ¿Qué puede aportar decir “compañeros y compañeras”, si estas siguen siendo “las reinas del hogar” y los compañeros los “naturalmente dotados para dirigir?”».
Ven la noticia solo en el hecho excepcional, pero los ámbitos en los que se desenvuelven las mujeres, por lo general, están más vinculados a lo cotidiano y, por tanto, ¡excluidos! Así las mujeres son invisibilizadas en los medios y apenas aparecen en las noticias de la denominada prensa de interés general.
Por error —dice Isabel— el término «género» se emplea como sinónimo de mujer. Sobre las diferencias biológicas entre hombre y mujer se elaboró un discurso que refrendó y naturalizó como inferior a las mujeres y lo femenino.
«La ciencia occidental refleja la forma en que una fracción de la población concibe el mundo representado en el varón occidental, blanco y de clase media alta.
«Son los relatos mediáticos —asevera— importantes conformadores de los mitos de nuestros días (…) Las experiencias de las mujeres, sus vivencias, necesidades y aspiraciones, están ausentes o presentados a conveniencia de la ideología androcéntrica (…) La representación de la mujer objeto sexual condiciona no solo los estereotipos de la feminidad, sino los de la masculinidad hegemónica». Y asegura Isabel: «Feminista no es el enfrentamiento a los masculinos, sino una propuesta emancipadora para las mujeres y también para los hombres».
Luis y Maipú se conocieron a través de Encuentros. Son de provincias diferentes, pero ya se aman con una magia nueva ¡Es lindo ser cómplice de historias así! El Diablo Ilustrado dice no creer en los amores imposibles: los amores son posibles o no son ciertos.
Gracias, Frank e Idalberto, por las frases, y gracias a Sahili Pacheco por enviar el Libro de los niños tristes, editado por la Casa Ávila y escrito por Luis, su papá. ¡Ah, la familia, qué bien o qué daño puede hacer! Creo que ese sería un buen tema para inaugurar la peña mensual de Sexo Sentido en la Universidad de La Habana. Si se animan, nos vemos el próximo miércoles a las 4:30 p.m. en el Patio de los Laureles.
No hagan esperar a Yaney, ybarnes@estudiantes.gtm.sld.cu; Ailyn, bancoinor@infomed.sld.cu; Juan, dilaida@infomeil.com; Daniela, teregp@infomed.sld.cu; Emigdio, lmhernandez@ipissp.rimed.cu y jose.arias@fco.uo.edu.cu.