¿Puede la tecnología aislarnos socialmente? ¿Estamos presenciando el nacimiento de una era de nuevas adicciones? Esas son preguntas que emergieron en el debate público cubano tras una de las emisiones del programa televisivo Pasaje a lo desconocido
¿Puede la tecnología aislarnos socialmente? ¿Estamos presenciando el nacimiento de una era de nuevas adicciones? Esas son preguntas que emergieron en el debate público cubano tras una de las emisiones del programa televisivo Pasaje a lo desconocido.
La máster en Psicología Clínica Roxanne Castellanos Cabrera, entrevistada por Soy Cuba (sitio web de nuestra Editora) a propósito de esas interrogantes, comentó que otra pregunta usual en las madres que llevan a sus pequeños a las consultas de psicología es si demasiadas horas frente al televisor pueden convertir en autistas a sus hijos.
«La respuesta es no, rotundamente», aclara. «El autismo, o síndrome del espectro autístico, como se le reconoce, básicamente afecta el interés social y la capacidad para la interacción con los demás que debe desarrollarse en un niño desde su nacimiento. A partir de los dos o tres años de edad es que comienzan a apreciarse sus manifestaciones.
«Entre los síntomas está la afectación del lenguaje, que es una herramienta para la comunicación. Al autista, por lo general, no le interesa hacerse entender, y emplea un lenguaje que se construye él mismo. También se encuentran los balanceos, manerismos motores y estereotipias —movimientos sin fines prácticos o repetitivos—, así como la incapacidad para el correcto uso social de los objetos. Si un niño de dos años sabe que un camioncito imita a un camión real y por ende lo arrastra; el autista, como no le importa el contenido social reflejado en ese objeto, lo que hace es entretenerse con el movimiento mecánico de la ruedita, o pasárselo por la cabeza», dice.
El origen de este trastorno está indeterminado, pero posee un componente biológico, así que genéticamente el individuo debe estar condicionado y predispuesto a padecerlo. Pero el hombre tiene, por esencia, una naturaleza social y por eso no solo el componente biológico es decisivo.
«Desde el nacimiento, el bebé requiere de estimulación para el desarrollo de sus procesos psicológicos, tanto cognoscitivos (aprendizaje) como emocionales. Por tanto, abandonarlo en la cuna y limitarse a alimentarlo y asearlo, a la larga derivaría en afectaciones equivalentes a largas horas frente al televisor», explica Castellanos Cabrera.
La estimulación social comienza con arrullos, canciones y juegos, y a medida que el infante crece, se ajusta el tipo de estimulación: «Hoy encontramos madres que, apenas desde que el bebé se puede sentar lo ponen a ver dibujos animados. Ellos están diseñados para captar la atención, pero eso no los califica como estimulación. Luego, al comenzar las afectaciones en el desarrollo, los síntomas confunden y hacen sospechar a los psicólogos un posible trastorno autista.
«Pero en estos niños, el fallo en el desarrollo social no viene condicionado biológicamente, de modo que en cuanto se retira el exceso de tecnología y se enfatiza el soporte social, toda esa sintomatología empieza a desaparecer».
¿Cuál sería entonces el tratamiento recomendable? Declararles la guerra a las tecnologías y prohibir a los niños ver la televisión ha sido el adoptado por los más extremistas, temerosos de que la «caja mágica» termine por propiciar daños irreversibles.
Pero la psicóloga opina que «tampoco debe ser así», pues usada racionalmente la tecnología es un mecanismo de influencia educativa. Entre sus consejos está la selección del animado o videojuego de acuerdo con la edad del infante, una regulación del tiempo que se dedica a estas actividades, y que el adulto acompañe y medie en el consumo a través de la interacción.
Otro asunto peliagudo es la influencia de algunos tipos de animados. ¿Cuántas veces usted ha escuchado, por ejemplo, a algún orgulloso progenitor presumir sobre cuánto ha aprendido su hijo con «instructivos» muñes al estilo de Dora la Exploradora, Diego o La Casa de Mickey Mouse?
Al respecto Castellanos Cabrera explica que hay programas con un lenguaje «poco natural, muy mecánico, estereotipado y repetitivo», lo cual puede condicionar más problemáticas que beneficios; pero existen otros con imágenes grandes, coloridas y un lenguaje coloquial que ayudan mejor al conocimiento. Ejemplo de ello es la serie de animación española Pocoyó».
«No recomiendo negar el desarrollo tecnológico; si lo hiciera, pocos seguirían semejante consejo. Lo óptimo es educar en su uso racional. Hasta los dos años de edad la televisión debe usarse con mucho control».
¿Y qué sucede cuando ya no eres un bebé? ¿Qué «peligros» entraña el uso de la tecnología una vez superadas las afectaciones que semejan el autismo?
Comenta ella que con la edad escolar aparecen otras complicaciones: padres que dejan a sus hijos abusar de los videojuegos o la televisión porque así están alejados de las calles o de los malos modales de los demás. Pero eso, a largo plazo, puede convertir al adolescente en vulnerable, sin independencia ni habilidades sociales, incapaz de adaptarse al ambiente escolar, frío en sus relaciones, insensible a las problemáticas ajenas e incluso sin interés por la vida.
Lo contrario a esto son los niños «agenda completa», a los cuales se les planifican con meticulosidad las actividades extracurriculares: clases de idioma, computación, repasadora, baile, piano, etc. «Tales actividades tienen como objetivo formar una educación multifacética y mantenerlo ocupado “productivamente”. Pero semejantes agendas no pueden ser impuestas y deben contemplar los intereses del niño; dejar tiempo a la socialización y el juego».
A medida que las sociedades se informatizan, la dependencia de las diferentes plataformas de la web es más evidente. Fuera de Cuba, donde la penetración de Internet es ilimitada, muchos jóvenes apenas levantan la vista de los dispositivos que permiten permanecer «conectados» con amigos y colegas. ¿Será que estas redes nos aíslan más de lo que nos acercan?
«Negar o desechar las redes sociales no me parece lógico. Se establecen con estas lazos de apoyo que resultan beneficiosos, sobre todo para la juventud, por el contacto con quienes no se encuentran cerca. Además, son más accesibles e inmediatas que un correo electrónico o una carta tradicional».
«¿Cuándo comienza el problema? Al interactuar con los demás solo empleando esa vía, rechazando la directa, con toda la riqueza que tiene y que ningún chat puede suplir (…). Como mismo ocurre con la televisión y los videojuegos, todo depende de para qué y por cuánto tiempo se use», acota.
«El uso excesivo de la tecnología conduce a un ser humano individualista y egoísta; una persona ensimismada, que empieza a mostrar desinterés hacia los otros. Por ahí pueden venir luego las psicopatías, las tendencias sociópatas. La falta de contacto con los demás crea una subjetividad que puede llegar a ser patológica.
«Y ese, lamentablemente, pudiera ser el futuro que nos espera si no aprendemos a hacer un uso racional que siga dignificando la esencia del ser humano y enalteciéndonos como especie. No podemos permitir que la tecnología, hecha para facilitarnos la vida, nos impida continuar actuando como seres sociales», concluye.