Siempre he sido grande. Y no por el tamaño (quien me ha visto, lo sabe), sino porque me gusta asumir que no debo darles problemas a quienes conviven conmigo y que tengo el sagrado deber de resolverlo todo sola. Casi nunca lo logro, por supuesto. Pero me demoro bastante antes de gritar.
Latente en cada retazo de historia rebelde de esta Isla vive la mítica imagen que nos legó para siempre la guerrillera de la Sierra, la heroína incansable… la Celia nuestra.
La primera batalla del siglo XX en que un país colonial de la Vieja Europa fue derrotado por fuerzas de liberación nacional que utilizaron táctica convencional, significó un punto de viraje en la historia de las dos naciones involucradas: Vietnam, la heroica vencedora que salió cruelmente dividida y debió continuar otra guerra por su total liberación, y Francia, que inició ahí su decadencia colonial.
«Médico querido, conozco de un buen restaurante en La Habana; espero me invites…». La broma fue la apertura de un mensaje enviado por estos días a mi buzón electrónico, en gesto de celebración. El emisario, a quien conocí cuando él estaba enfermo, se ha convertido, tras años de confraternización, en un gran amigo. La ganancia es fruto de lo que muchos exaltan como una verdadera relación médico-paciente.
El estado de la Florida se divide en 67 condados. De ellos, el segundo más grande en extensión territorial y el primero en población es Miami Dade. Esta demarcación tiene 19 ciudades, de las cuales la segunda más poblada es la de Hialeah, solo superada por la de Miami.
Se hizo famosa a velocidad supersónica. No tanto porque fuera aspirante a la vicepresidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano, acompañando a John McCain en 2008 —y lo hizo aparecer casi como un liberal—, sino porque sus declaraciones eran de tal talante desde la ignorancia supina y el pensamiento más de ultraderecha, que podría aplicársele ese proverbio de «a tontos y a locos no les tengan en pocos…».
Nunca imaginó que ese sería su destino final. Después de años de estudio, dedicación y esfuerzo, su carrera universitaria como informático parecía perderse en la incertidumbre. El llamado «plan de distribución» no se correspondió con lo que se necesitaba, y de la noche a la mañana se vio convertido en «ingeniero en cafetería», en todo un ilustre trabajador por cuenta propia.
Como grandes cajas de regalo despiertan cada día muchas ciudades del país, envueltas en cuestionable y desagradable papel, no precisamente de celofán o cintas doradas, y sí con las más variopintas caligrafías, tipografías de letras, imágenes y propuestas.
Buena parte de los cubanos andamos por estos días como hundidos en la incredulidad y el desconcierto. «¿Que se murió Juan Formell? No, imposible. ¡Si a ese hombre no le dolían ni los callos!», preguntan y se responden en cualquier esquina, mercado, parada, oficina, discoteca, parque...
Cuando uno cree firmemente que no lo ha visto todo, le ponen la certeza por la televisión. Así, como de pasada, en la simple referencia de presentación de un entrevistado, me enteré a estas alturas de que hay algo que se llama Matemática discreta. Ella no tenía que haber sido tan discreta para que yo la ignorara, pero ahora que se me insinuó corrí a buscar explicaciones de esta nueva máquina de tortura universal.