En la vida cada problema representa una oportunidad, y cuando se identifica que estamos ante uno, llega entonces el momento más adecuado para hacer el mejor esfuerzo y superarlo. Visualizar el problema y encaminar las acciones para resolverlo (convirtiéndolo en una oportunidad) no es tan difícil como a veces se imagina.
La oportunidad se encuentra, casi siempre, en el lugar donde actuamos, y allí se deben estimular proyectos individuales y colectivos a fin de facilitar el contacto con las ideas que tributen a una solución. Este proceso de búsqueda entraña autogestión y desarrollo.
La oportunidad es más que un simple acceso a información fresca. Es cultura intelectual a favor de la colectividad, capacidad de mirar al interior y buscar las verdaderas causas de los errores. Ahí radica la fuerza para convertir las debilidades en fortalezas y generar otras oportunidades.
Más allá, por ejemplo, de la falta de este u otro recurso, la oportunidad ofrece un escenario para «reinventar la realidad»: esto es, ajustar el presupuesto y proyectar las necesidades con la objetividad necesaria de quien conoce primero todo lo que puede hacer con lo que tiene, y después ver cuán lejos se puede llegar.
No se concibe hoy que colectivos laborales piensen transformar su realidad haciendo lo mismo que han hecho siempre. Se impone modificar modos de hacer para lograr resultados diferentes, motivadores… Recordemos que los hombres asumen determinadas relaciones de producción, las cuales corresponden a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas.
Con la actualización del modelo económico se han abierto oportunidades para ser más eficientes y desde una mayor autonomía. La empresa estatal socialista ha recibido diversas prerrogativas y otras formas de gestión siguen profundizando su papel, entre ellas las cooperativas no agropecuarias.
Se ha de buscar que las nuevas formas de hacer de estas no se parezcan a las de siempre. Así se evitaría que viejos hábitos compliquen su camino y sus oportunidades.
Al menos ese fue el sabor que me dejó un reciente encuentro realizado en la Isla de la Juventud entre representantes de la academia, nuevos cooperativistas y el Gobierno del Municipio Especial, en un espacio donde confluyeron la crítica y las propuestas a favor de esta nueva forma de gestión que, según especialistas, todavía navega contra la poca agilidad en los abastecimientos y las fórmulas financieras rígidas.
Me sumo a la opinión —surgida al calor del debate— de que los aparatos económicos de muchas empresas proveedoras aún no están aptos para asimilar la dinámica gestión de los cooperativistas, lo cual limita sus oportunidades de comprar más insumos y generar más servicios. A esta realidad también tributa la existencia de ineficientes sistemas de cobro, que no toman en cuenta la capacidad del cliente.
Cuando se establece, por ejemplo, la misma frecuencia de facturación para todos los usuarios, se desaprovecha la oportunidad de incrementar el capital tantas veces como se venda la mercancía. ¿Por qué aferrarse entonces a plazos determinados si se dispone de la oportunidad —están escritas las estrategias— de recapitalizar la entidad económica tantas veces como sea posible? Así todos ganamos…