No hace falta ser un erudito ni una pitonisa para entender que las nuevas medidas económicas, englobadas dentro de la denominada Tarea Ordenamiento, representan al mismo tiempo un paso valiente y arriesgado, cuyo éxito dependerá de incontables factores.
El mismo Presidente Miguel Díaz-Canel, al anunciar la implementación de estas disposiciones a partir del 1ro. de enero de 2021, comentaba algunos de los necesarios peligros que debíamos correr.
Sin ser un acto de magia o prodigio que resuelva todos nuestros problemas, se trata de una apuesta seria y complicada para mejorar nuestro socialismo, seguir dándole valor al trabajo, sacudirnos de esquemas que no han dado todos los frutos esperados y completar el definitivo camino hacia la prosperidad.
Uno de los riesgos fundamentales «es que se produzca una inflación superior a la diseñada, agudizada por el actual déficit de oferta. Los precios abusivos y especulativos no se permitirán, se enfrentarán socialmente con medidas de contención y severas sanciones a los incumplidores», decía el Presidente el 10 de diciembre, fecha de enorme simbolismo para Cuba.
La intención política es bien clara y está apoyada por millones de ciudadanos. Pero de momento parecería que necesitáramos no solo elevar las ofertas, uno de los primeros anhelos esbozados en la actualización de nuestro modelo.
Lo escribo porque, incluso antes del presente período de escasez, chocamos con tendencias especulativas y abusivas que desangran e irritan a la población, sobre todo a los sectores más vulnerables.
Varios mecanismos de control e inspección terminaron viciándose o fueron parcialmente derrotados por la rutina; los ejemplos están en los llamados «precios topados», que se transgredieron muchas veces a la vista de todos y en realidad toparon a las nubes.
Hubo denuncias públicas, pero en ocasiones se cayó en una etapa cíclica de estira y vuelve a encoger que a la
larga asestó duros golpes a la imprescindible credibilidad institucional.
En estos días, sin que llegara el ordenamiento económico ni la consiguiente reforma salarial, en los mercados «concurrentes» la carne de cerdo triplicó su valor, las especias se dispararon hasta la luna, las frutas han tenido precios que asustan…
Menciono estos casos como pequeñas muestras de lo que la inmensa mayoría considera abusivo e irracional y fue justificado del otro lado de los mostradores con un «todo ha subido», un concepto que no desaparecerá de la noche a la mañana.
Ahora asomarán desafíos similares en nuestro horizonte.Por eso una de las metas del presente es lograr esa contención imprescindible de la que hablaba Díaz-Canel, más allá de la multiplicación de las ofertas. Habrá que ordenar también desde los mandatos y aspiraciones del soberano: el pueblo.
¿Callaremos, como muchas veces, cuando alguien desorbite precios a diestra o siniestra, como queriéndonos
sacar los ojos? ¿Dejaremos que se imponga la filosofía del lobo del mercado, al cual poco le importa comerse a las abuelitas y caperucitas que sean? ¿Tenemos todos los mecanismos «engrasados» para resguardarnos con firmeza del torrente especulativo que algunos tratarán de imponer desde su cielo? ¿Mejorarán autoridades y ciudadanos sus canales de comunicación y retroalimentación para poder atacar abusos y desmanes comerciales?
Estas interrogantes pudieran ayudarnos a reflexionar sobre lo que se nos avecina, algo imposible de superar si pensamos que compete a una persona o a determinado grupo social.
Algunas de las líneas meridianas esbozadas por el Presidente el 10 de diciembre están ligadas al concepto de consenso a favor de la unidad, al de la rectificación cuando sea necesaria y, especialmente, al de no dejar desamparado a ningún compatriota.
En esos caminos andaremos. Tendremos que «halar parejo», como se suele decir en el campo cubano, para poder triunfar.