Sobre las bellas aguas del holguinero río Mayarí se erigió por más de cinco décadas el «antiguo puente colgante de Arroyo Hondo», al que le dedicamos líneas especiales en estas mismas páginas hace más de un año. Contaban entonces los vecinos de la región que cruzarlo era vivir un riesgoso vaivén por el sobresalto que provocaban sus tablas disparejas y resbaladizas como jabón.
Bien cerca del sitio de ese peligroso, bamboleante y viejo pasadizo construido por los moradores de la zona en 1964, como «un trillo en el aire, recurso heroico para vivir y trabajar allí», y que se ha dejado cual reliquia intocable, ahora se muestra funcional y elegante un nuevo puente de hormigón y acero —de 40 metros de largo y 5,10 metros de ancho—, que quedó inaugurado oficialmente jornadas atrás con motivo del Día de la Rebeldía Nacional, y por el que ya se podía transitar desde el pasado lunes 3 de julio.
El joven delegado de la circunscripción 117 del consejo popular de Chavaleta, del municipio de Mayarí, Luis Felipe Guerra Cutiño, a quien le falta una pierna, pero le sobra audacia y movilidad para representar a sus electores y motivar a los vecinos, comentó emocionado a este reportero que los más de 400 habitantes de ese barrio han empezado a «desandar otra vida», pues con esta obra, desarrollada por la Empresa Constructora de Obras de Ingenierías Nro. 16, Castor, se demostró lo que es una comunidad apoyando a una empresa socialista.
Y es, justamente ahí, en este hecho, en el que deseo asentar mi reflexión, ya que no resulta poco lo que puede lograr la fuerza del empeño colectivo, lo que es capaz de hacer una comunidad cuando su gente es sabiamente convocada en función de acciones que benefician a todos.
Para alcanzar tal fin, siempre es importante que la figura del delegado, esa especie de puente entre el sentir del barrio y las instituciones encargadas de dar respuesta a sus demandas, sepa conducir con inteligencia y seducción, e implicar, porque lo que se logra puede servir a todos, pertenece a todos, constituye patrimonio tangible e intangible del colectivo y se yergue como creación común.
El nuevo puente de Arroyo Hondo se previó para 80 días y se hizo en 57, gracias al apoyo de los pobladores, que trabajaron sin descanso junto a los constructores, custodiaron equipos y recursos y brindaron alimento, agua y afecto a los hombres encargados del laboreo.
Los moradores de la zona se involucraron, hicieron suyos los trabajos. Sabían que mientras más rápido y con calidad se hiciera todo, más pronto estarían disfrutando de ese viaducto, con el que se benefician ahora, de modo especial, estudiantes y campesinos de la zona, entre ellos varios cosecheros de tabaco. También la obra es motivo de alegría para los trabajadores del centro de acopio y del taller de equipos agrícolas de la empresa agropecuaria del lugar, y para todos los asociados de la cooperativa de créditos y servicios Niceto Pérez.
Satisface saber que los pobladores de decenas de familias andan contentos porque ya transitan por el puente tractores, camiones, camionetas, coches de caballos, autos, bicitaxis, y hasta ambulancias que ahora pueden ofrecer sus servicios con mayor seguridad y en menor tiempo.
Hay quienes sienten un agradecimiento especial en estos lares holguineros y consideran que lo levantado es un regalo de la Revolución a Arroyo Hondo. Pero más que un regalo es una justa y certera respuesta a una vieja demanda de los electores de la zona, y ha sido también una inspiración para el autorreconocimiento popular, para probar las potencialidades con que allí se cuenta, y desatar el sentido creativo, el entusiasmo y la unidad.
Como en Chavaleta, a lo largo y ancho de Cuba hay miles de barrios y comunidades en los que pervive el espíritu de hacer en conjunto y de transformar entre todos. Lo que hace falta es despabilarlo, empinarlo como el mismísimo puente sobre el que ahora anda feliz y comprometido el pueblo.