Pandemia de Covid-19. Autor: AP Publicado: 03/12/2021 | 03:32 pm
Que más de 190 países hayan aprobado, luego de tres años de intensas negociaciones, un tratado para enfrentar mejor las pandemias en el mundo, es una noticia que vivifica y da esperanzas. Ahora comienza lo más importante, que se trabaje de conjunto para su cumplimiento y no vuelva a ocurrir la caótica y en buena parte egocéntrica respuesta a la COVID-19 que se llevó la vida de casi 15 millones de personas desde el 1ro. de enero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2021 en nuestro planeta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) quiere evitar los errores y la inequidad que se vivió entonces y el tratado es una búsqueda de estrategias para el futuro, comunicaban las agencias noticiosas al anunciar la buena nueva este 15 de abril.
Este acuerdo, se dice, busca fortalecer la coordinación internacional y garantizar una distribución más justa y equitativa de los recursos esenciales disponibles, desarrollar mecanismos de prevención, preparación y respuesta nacionales e internacionales, fomentar un espíritu de solidaridad y reciprocidad, muestra de unidad y multilateralismo.
La idea fue lanzada en diciembre de 2020, el primer año de la pandemia, e inmediatamente respaldada por el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien ahora celebra el acuerdo. A partir de entonces se dieron de plazo hasta 2024 para completarla, pero ya vemos que se prolongó, a pesar de que era promesa de una garantía y beneficio para el bien común, a lograr mediante financiamiento público de la investigación y el desarrollo de tratamientos y vacunas.
Sin embargo, hay un reto clave a enfrentar en el camino por delante que sabemos será abrupto. Tan pronto retornó a la Casa Blanca, Donald Trump atentó contra el mundo al firmar la salida del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, advirtió que en los próximos 12 meses su país se retirará de la OMS, y le redujo el financiamiento, rebajando notablemente la capacidad de la organización, cuando los científicos han advertido que, más tarde o más temprano, ocurrirá una pandemia con algún nuevo patógeno.
Otro obstáculo parte de las insaciables apetencias de ganancias de buena parte —por no decir todos—, de los mayores consorcios farmacéuticos privados, que dan la espalda a las crisis humanitarias. Por el tratado, se espera que las farmacéuticas asignen un 20 por ciento de su producción a la OMS, y de ello solo la mitad sería de donación, la otra a precios asequibles. ¿Será posible su cumplimiento, a pesar de que es bien poco el aporte?
En contraposición, recordamos que en septiembre de 2023, en la Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre Prevención, preparación y respuesta frente a pandemias, Cuba expuso la triste y amarga lección que nos dejó a nivel global, y su Presidente hizo un llamado para «la adopción de políticas universales, redistributivas y solidarias, con el compromiso de no dejar a nadie detrás».
Cuando los hechos revelaron la fragilidad de los sistemas de salud en casi todas las naciones y también mostró las terribles desigualdades entre países y dentro de esos mismos territorios, unos pocos con recursos suficientes, incluso hasta acaparaban las vacunas, mientras otros, entre los más pobres y vulnerables, vieron aumentar las cifras fatales.
Entonces, el infame e inhumano bloqueo a Cuba permaneció inalterable en su crueldad, cuando incluso Estados Unidos aplicó exenciones humanitarias temporales a algunos otros.
Podemos decir al mundo, que en aquella aciaga temporada de la COVID-19 se creció la industria biofarmacéutica y los científicos y personal de la Salud de Cuba. Fuimos el único país entre los pobres de esta Tierra que creamos tres vacunas y dos candidatos vacunales y también estuvo presente desde el primer momento la capacidad de compartirlo con no pocos, mientras nuestros médicos, enfermeros y técnicos establecían campamentos de vida, incluso hasta en países de la desarrollada Europa.
A los 28 000 profesionales de la Salud que prestaban servicios en 58 naciones, se sumaron 58 brigadas médicas cubanas que acudieron a 42 países y territorios. No se hizo más que repetir la práctica de colaboración y cooperación, tal y como se ha hecho ante catástrofes naturales —terremotos y ciclones— o enfermedades tan mortales como el ébola y el cólera.
Cuando se trata de la salud de la Humanidad, no pueden existir distingos o respuestas políticas, ni con países, ni con pacientes… Por algo dijo Martí que Patria es Humanidad.
Sin embargo, estamos viendo ahora mismo cómo la segunda administración Trump sube la parada en la guerra imperial de más de 60 años contra Cuba, y además de mantener las medidas coercitivas unilaterales de su hechura en el primer mandato, estrena nuevas, y entre ellas parece haberle confiado su instrumentación al secretario de Estado, Marco Rubio, acérrimo enemigo del pueblo cubano, un papel que le ha valido ascender en la escala de la oprobiosa industria que alimenta a una mafia anticubana incrustada fundamentalmente en la Florida.
Están empeñados en una campaña de asfixia económica y de aislamiento en la cual recurren a difamar a nuestros profesionales y a sus conocimientos y a expandir la falsedad de que los colaboradores y cooperantes son «mano de obra esclava», al tiempo que tratan de robar esas capacidades y talentos.
La gira de Rubio por países del Caribe fue una muestra fehaciente de esa perversidad, cuando con mentiras y coerción intentó que rechazaran a los médicos cubanos, sin que pudiera cosechar ni un solo fruto podrido. Solo obtuvo respuestas dignas y agradecidas hacia Cuba. Otro tanto ocurrió en la reciente reunión cumbre de la Celac en Honduras, donde no fueron pocos los que destacaron la valía de Cuba para sus sistemas de Salud, junto al rechazo al bloqueo y a la inclusión de Cuba en una lista de supuestos Estados terroristas.
No por dichos y redichos pierden efecto los refranes: La mentira tiene patas cortas y la verdad se impone porque el sol no puede ser tapado con un dedo.
Mientras, Cuba sigue poniendo a disposición de todos los pueblos sus hombres y mujeres profesionales de la Salud, sus capacidades tecnológicas y científicas y su solidaridad humana frente a pandemias presentes y futuras.