«Entonces esto es lo que significa caucus», dicen los votantes a punto de ser adormecidos por el burro demócrata y el elefante republicano. Caricatura de Mike Lester en Rome News Tribune. Ya se conoce que al menos un estadounidense se irá a dormir temprano este jueves —esa es su costumbre—, y no esperará los resultados de los caucus de Iowa que determinarán la preferencia de ese estado entre los candidatos demócratas y republicanos. Se trata de George W. Bush y la revelación la hizo su portavoz, Dan Perino, quien a las preguntas de los periodistas sobre la opinión del mandatario acerca de esta primera refriega electoral, les contestó con otra indagatoria: «¿A qué hora empiezan a salir los resultados? Porque él se va a dormir temprano».
Con las frías temperaturas que reinan desde hace varios días en todo el territorio de Estados Unidos, muchos serán los que sigan, al menos en esta ocasión, a jefe de la Casa Blanca, y vayan también a la cama, para solo enterarse este viernes de qué pasó la noche anterior en las asambleas de Iowa, todo un rito en la lidia presidencial del imperio que realmente nada decide, como no sea una buena dosis de titulares de prensa para los dos contendientes que se lleven las palmas.
De todas formas se esperaba que unos 200 000 votantes registrados demócratas y unos 100 000 empadronados como republicanos, acudieran a los 3 500 sitios escogidos para los «caucus» o reuniones asamblearias de ese estado de mayoría rural, que solo aportará en la elección de noviembre siete de los 270 votos mínimos que se requieren para salir presidente.
Sin embargo, el interés se basa en que es la primera votación y puede sentar pautas, pues en las últimas décadas, por lo regular, quien gana en Iowa ha sido a la larga el candidato de su partido, aunque siempre hay que contar con esas excepciones que confirman las reglas. Una de las más notables anomalías fue William Clinton, quien ni siquiera hizo campaña en ese estado y al final no solo fue el aspirante de su partido sino que también se alzó con la presidencia.
De todas formas, hace ya un buen rato que la campaña electoral va llenando los espacios de la prensa y, sin embargo, nadie se atreve a dar un favorito o figura resaltante en ninguno de los dos partidos. Lo que sí resulta claro es que republicanos y demócratas se han gastado ya millonadas de dólares en la campaña, confirmando que para poder acceder a la presidencia en el imperio hay que tener bolsillos bien forrados.
En cuanto a la percepción de los electores respecto a qué le interesaría que su elegido resuelva, el diario The New York Times decía este jueves que ya la guerra en Iraq ha dejado de ser el foco de atención —recordemos que más del 60 por ciento está a favor de ir abandonando el peliagudo escenario bélico—, para centrarse en los problemas internos, en especial la situación económica, la crisis inmobiliaria, el alto costo de los combustibles —el petróleo llegó ya a 100 dólares el barril—, los deficientes y encarecidos servicios de salud.
Promesas se hacen a montones, pero la incertidumbre en la preferencia de voto tiene profundas raíces en estas elecciones de 2008, aunque en los medios informativos y las encuestas al menos cinco, de entre 16 aspirantes, relucen más. Tres están en el campo demócrata: Barack Obama, Hillary Clinton y John Edwards; y dos en el republicano: Mike Huckabee y Mitt Romney, pero nada está dicho aún.
Y para serles sincera, tampoco yo voy a esperar despierta, así que un poco de paciencia, que más tarde les cuento otros detallitos de estas elecciones internas para elegir el candidato de los demócratas y el de los republicanos, dos caras de una misma moneda, rodando hacia la Casa Blanca.