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Universitarios estadounidenses renuevan compromiso con Palestina

La primera oleada de protestas sumó decenas de centros de altos estudios, privados y estatales, exigiendo que la administración Biden dejara de armar al régimen sionista de Benjamín Netanyahu

Autor:

Juana Carrasco Martín

Con el nuevo año académico, que ya abrió las aulas, los activistas contra la guerra de Israel en Gaza en los campus universitarios de Estados Unidos organizaron una nueva estrategia para continuar demandando que las universidades se desvinculen de Israel, entre otras demandas. La principal: que concluya el genocidio y EE. UU. deje de apoyarlo.

En la primera oleada de protestas, durante la primavera, que sumaron a decenas y decenas de centros de altos estudios, privados y estatales, exigiendo que la administración Biden dejara de apoyar y armar al régimen sionista de Benjamín Netanyahu, más de 2 000 jóvenes fueron arrestados cuando la policía desmanteló los campamentos, que simbolizaban a los de los refugiados palestinos en Gaza. La iniciativa empezó como forma de protesta en la Universidad de Columbia y se fue extendiendo de costa a costa, e incluso, en otros países.

Fue admirable ver en las graduaciones, tanto en centros privados como  estatales, a jóvenes que enarbolaban la bandera palestina, la portaban como togas o la mostraban en sus birretes. No se han dicho números y poco se habla de los que arriesgaron sus estudios y fueron suspendidos por las autoridades universitarias, alto precio pagado con dignidad.

Ahora, cuando las vacaciones de verano llegaron a su fin, se prepararon para la segunda hornada de decencia y solidaridad frente a un exterminio que no ha tenido interrupción veraniega en Gaza, donde el número de palestinos asesinados continúa en aumento y debe sumarse a ese horrendo crimen la destrucción por los bombardeos y las incursiones de las fuerzas sionistas de los tres centros de altos estudios de la Franja: la Universidad Islámica, la Universidad Al-Azhar y la Universidad Al-Aqsa.

De manera general, desde el 7 de octubre de 2023 el ejército israelí ha bombardeado por aire, mar y tierra a más de 400 instituciones educativas en la Franja de Gaza y quién sabe cuántos estudiantes palestinos en todos los niveles de enseñanza han muerto o han sido heridos y están mutilados por la barbarie israelí.

Palestina sigue necesitando de la solidaridad y la denuncia internacional y esta no se ha hecho esperar en las universidades estadounidenses, pero los estudiantes propalestinos de Columbia y la Universidad de Nueva York ya enfrentaban la censura extrema y la persecución al comenzar el semestre, pues las autoridades universitarias y sus patrocinadores redoblaron sus acciones represivas y coercitivas para intentar detenerlos.

Las respuestas de quienes en definitiva actúan como cómplices del genocidio tienden a aumentar la presión contra protestas y manifestantes, y muestran
una coordinación de las acciones punitivas que se asemejan, pues las administraciones universitarias han declarado estado de emergencia y están implementando políticas comunes para reprimir el activismo estudiantil. Esas medidas incluyen la militarización de los campus, leyes internas más severas y criminalización de las protestas.

Un artículo de Mondoweiss reveló que esas respuestas similares corresponden, «al hecho de que han sido proporcionadas por las industrias de consultoría de “gestión de riesgos y crisis”, con el apoyo tácito de los administradores, los grupos de defensa sionistas y las agencias federales», para el control de los predios universitarios.

Una de esas consultoras es Blue Moon Consulting Group (BMCG),  firma especializada en educación superior que, según afirma en su perfil, ofrece conocimientos, asesoramiento y experiencia para ayudar a las universidades a gestionar de manera eficaz la respuesta en tiempo real a problemas importantes y situaciones de crisis. BMCG también ayuda a las instituciones a mitigar los problemas y evitar las crisis por completo mediante el desarrollo de planes proactivos de gestión de crisis, comunicación de crisis, gestión de emergencias y resiliencia empresarial, y mediante la realización de capacitaciones, ejercicios y sesiones de liderazgos.

BMCG organizó un «retiro de liderazgo de crisis» sobre «disturbios en el campus» en Breckenridge, Colorado, del 31 de julio al 2 de agosto de 2024, que fue dirigido por exmilitares, agentes de la ley y funcionarios de seguridad pública del campus.

Pero no es la única empresa dedicada a esos menesteres represivos que, de hecho, constituyen violaciones de la libre expresión que supuestamente garantiza la Constitución estadounidense, cuando realmente es un «derecho» selectivo.

Otros elementos del poder también aportan a ese acoplamiento represivo. Por ejemplo, Meta (la que conocemos como Facebook)  coacciona o reprueba
las cuentas que contienen mensajes propalestinos, bajo la falsa calificación de «antisemitismo», a quienes en realidad critican y denuncian el sionismo y la guerra,  mediante lo cual diezma a un pueblo al que le niega los más elementales derechos desde que lo expulsó de sus hogares y tierras hace ya 76 años.

Fueron prohibidas o suspendidas temporalmente en repetidas ocasiones las cuentas en Instagram de Estudiantes de Columbia por la Justicia en Palestina y el Comité de Solidaridad Palestina en la Universidad de Nueva York, y en agosto suspendidas sin oportunidad de apelar.

La intención de esa censura es evitar u obstaculizar la publicación de la verdad sobre las políticas criminales extremas que el Estado sionista está utilizando en Gaza y en los territorios ocupados para lograr su propósito de anexarse a toda Palestina, y extenderse territorialmente a regiones de países árabes vecinos, bajo el concepto del Gran Israel.

Respecto al Gran Israel, si repasamos la historia, podemos hacer, lamentablemente y para vergüenza suya y quienes lo apoyan, un paralelo con el concepto «Lebensraum» o «espacio vital» de la ideología nazi. Exactamente igual que Hitler puso en marcha su pretensión de fortalecer «la raza alemana» persiguiendo y aniquilando a los judíos, los gitanos, izquierdas y comunistas y a los pueblos soviéticos, ahora los ultraextremistas de Israel someten a semejante exterminio a los palestinos.

La intensificación de las incursiones destructoras en ciudades de la Cisjordania ocupada como Yenín, Tulkarem y Tubas, por ejemplo, son demostrativas de que han entrado en una nueva fase de la guerra que el diario israelí Haaretz calificó de anexión, expulsión y asentamientos de colonos judíos.

El Gobierno de Estados Unidos presenta dos caras en las actuales circunstancias. Por un lado se las da de negociador de un alto al fuego y por otro, y esta sí es bien real, le ha entregado a Israel, desde el pasado 7 de octubre en que inició el actual genocidio, más de 50 999 toneladas de armas y equipos militares, según reveló el propio ejército israelí.

En cuanto a las universidades estadounidenses, la intención es evidente: intentar por todos los medios que no se repitan las protestas que caracterizaron los meses finales del curso pasado, y para ello cortan de raíz la libertad de expresión y logran una mayor militarización de la educación superior.

El 5 de septiembre dos estudiantes, incluido un activista de Apartheid Divest de la Universidad de Columbia (desinversión económica y boicot académico) fueron arrestados frente a un campus prácticamente tomado por los gendarmes del Departamento de Policía de Nueva York, quienes de todas formas no pudieron impedir que docenas de estudiantes marcharan a lo largo de la barricada de metal que les negaba la entrada, pero fueron empujados y utilizaron fuerza excesiva contra ellos.

Uno de los lemas enarbolados por los manifestantes en estas nuevas jornadas es bien elocuente en la denuncia de la actividad criminal de Israel: «No quedan universidades en Gaza».

Las prohibiciones, como ya dijimos, han sido coordinadas. Si esto sucedió ya en el este del país, medidas casi idénticas se toman por el sistema de la Universidad de California en el oeste, que también incluyó en las contravenciones de sus políticas los campamentos, bloquear pasillos y cubrirse las caras en sus predios. Otro tanto ha hecho la Universidad de Michigan, con códigos de conducta represivos que cortan la libertad de expresión, según denuncia la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles.

De forma totalmente hipócrita, plantean en las nuevas medidas adoptadas de manera generalizada que hablar en contra del sionismo constituye una violación de las políticas de no discriminación y las vallas crecen en los jardines universitarios, lo mismo en Pensilvania que en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA).

Todo esto cuenta con la participación legislativa de republicanos en la Cámara de Representantes, que han pedido hasta los nombres de los estudiantes propalestinos de Columbia, un asomo de la oreja peluda del macartismo.

Sin embargo, ya veremos enfrentamientos, pues los estudiantes comprometidos no están dispuestos a ceder en su denuncia del feroz genocidio. «Las bombas que caen sobre las cabezas de nuestro pueblo en Gaza no son solo de fabricación estadounidense. Su propia producción se ve facilitada por las inversiones de la Universidad de Columbia en la maquinaria de guerra imperial», han dicho en un comunicado los estudiantes de Columbia, y mencionan a Lockheed Martin, Raytheon, Caterpillar Inc., General Electric, BlackRock y Heico, que vinculan a la Universidad con Israel.

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