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Washington alienta nuevo despojo israelí de tierras palestinas

Según declaración oficial del Departamento de Estado, EE. UU. le daría dentro de dos meses a Israel la aprobación para avanzar con la anexión de facto de partes de la Cisjordania ocupada

Autor:

Leonel Nodal

EL responsable de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, llegó este miércoles a Israel para acompañar la juramentación del nuevo gobierno de coalición encabezado por Benjamin Netanyahu y validar públicamente su plan de anexión de un vasto territorio palestino en Cisjordania.

El viaje de Pompeo, primera salida al exterior en los últimos dos meses, tiene un valor simbólico dirigido al importante sector político cristiano evangélico dentro de los Estados Unidos, uno de los pilares de la victoria electoral en 2016 de Donald Trump.

En sus palabras de acogida, Netanyahu destacó que la visita de Pompeo, en su primer viaje al extranjero desde que comenzó la pandemia de Covid-19 prueba la «fuerza de la alianza» entre Estados Unidos e Israel.

En un gesto que desprecia el derecho internacional y de los palestinos a un estado propio, según mandato de Naciones Unidas, el presidente Donald Trump decidió privilegiar su alianza con el estado sionista y la ilegal colonización de tierras ocupadas en la guerra de junio de 1967.

La visita de Pompeo tiene lugar casi dos años después de que la administración Trump reconociera a Jerusalén como capital de Israel, en lo que representó otra burla del consenso internacional.

El acuerdo para compartir el poder en un gobierno de unión entre Netanyahu y su ex rival electoral, el general (R) Benny Gantz, prevé exponer a partir del 1 de julio una estrategia para poner en marcha el llamado «Tratado del siglo», presentado en enero pasado por el presidente Trump para resolver a su manera el conflicto israelí-palestino.

«La decisión (sobre la anexión) será tomada por Israel y quiero saber qué piensa al respecto el nuevo gobierno», señaló Pompeo en una entrevista con el diario Israel Hayom, antes de su viaje.

La peculiar fórmula de Trump y su principal asesor y yerno, Yared Kushner, consiente la exigencia del estado sionista de legalizar el establecimiento de unos 400 asentamientos de colonos judíos en Cisjordania y la apropiación del fértil Valle del Jordán.

Según una declaración oficial del Departamento de Estado, publicada días atrás, Estados Unidos le daría dentro de dos meses a Israel la aprobación para avanzar con la anexión de facto de partes de la Cisjordania ocupada.

Trump, cuya base de apoyo cristiano evangélico es firmemente pro-Israel, le ha otorgado una lista de deseos a Netanyahu en los últimos tres años.

Su llamado plan para Oriente Medio otorgaría a  los palestinos una entidad soberana pero desmilitarizada junto con promesas de grandes inversiones.

El plan excluye el derecho de los refugiados palestinos al regreso a sus hogares y propiedades de donde fueron echados por las fuerzas sionistas a partir de 1948.

La capital del Estado palestino estaría en las afueras de Jerusalén, la ciudad santa que permanecería totalmente bajo la soberanía israelí.

El presunto «estado palestino» disperso en varios bolsones dentro del territorio israelí configura un mapa semejante a los bantustanes del extinto sistema de apartheid en Sudáfrica.

A menos de seis meses de la elección presidencial en EE. UU., a nadie escapa el interés de Trump por asegurar el voto judío de derecha y el de sus aliados del vasto electorado cristiano evangélico.

Agobiado por la parálisis económica y astronómicas cifras de desempleo, debido a los efectos de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de la Covid-19, agravada por el «caótico» manejo de la crisis por Trump, según el calificativo del ex presidente Barack Obama, el mandatario republicano intenta asegurar uno de sus pilares electorales.

Según datos recientes compilados de fuentes oficiales, los cristianos evangélicos en Estados Unidos son el mayor grupo religioso en ese país, más grande que los católicos y los protestantes, con una presencia significativa en los estados sureños como Tennessee, Alabama y Kentucky.

El vicepresidente Mike Pence, uno de los principales enlaces de Trump con ese extenso segmento electoral, que según algunos analistas engloba un universo de 100 millones de habitantes en Estados Unidos, se describe como cristiano, evangélico y conservador.

Una alianza de más de 150 influyentes líderes fundamentalistas cristianos ha adoptado una postura pro-sionista en sus escritos o emisiones, según un estudio publicado en alertadigital.com por el pastor anglicano Stephen Sizer.

Estos líderes evangélicos y sus organizaciones tienen acceso regular a más de 100 millones de cristianos, más de 100 000 pastores y a unos presupuestos conjuntos que alcanzan cifras de cientos de millones de dólares anuales.

Con esas cifras en mente, el actual inquilino de la Casa Blanca se muestra decidido a seguir adelante con su ambición de atornillarse otros cuatro años al sillón presidencial, a cualquier precio, incluso una inhumana limpieza étnica iniciada hace ya más de un siglo por el movimiento colonizador sionista en Palestina.

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