La excelente relación de Zizou con sus jugadores fue un denominador común durante su paso por Concha Espina. Autor: Getty Images Publicado: 31/05/2018 | 01:45 pm
Se va igual que llegó, con los sueños intactos y la modestia de un grande. Sin pedir un aumento de salario, sin demandas, sin aspavientos y sobre todo, con mucha humildad. Zinedine Zidane se marcha del club de sus amores luego de lograr lo que nadie antes. Cubierto de gloria, escogió hacerse a un lado, según él mismo, porque el equipo necesita un cambio.
Cuando aterrizó hace 12 años en Concha Espina, «Zizou» era una estrella de las más brillantes en el panorama futbolero mundial. Aunque por dentro seguía siendo el muchacho de Marsella que se quedaba pateando balones cuando sus compañeros preferían ir al cine, el «10» de Francia cargaba ya con una Copa del Mundo y otra de Europa. Sin embargo, el Madrid tenía otros retos.
En la capital española deslumbró desde el primer día. Su elegancia conquistó a los aficionados merengues y al final de su primer año coronó una enorme temporada con un gol de fantasía en la final de la Champions. Aquella volea valdría más que un monumento.
Pie de FOTO 2: Zidane marcó en el Hampden Park de Glasgow uno de los goles más bellos de la Liga de Campeones. Foto: Getty Images
Pasaron los años, y con el fin de la era «galáctica», la carrera de Zidane parecía apagarse. En 2006, luego de varios fracasos en el club blanco y la selección nacional, «El mago» se despediría por todo lo alto.
Volvió a ser en el Mundial de Alemania ese maestro de orquesta, y comandó a los suyos a una nueva final. Solo un momentáneo lapsus empañó un poco su adiós. Aquel cabezazo a Materazzi, y la posterior expulsión, le negaron posiblemente un cierre más bello a su carrera deportiva.
Siete años más tarde regresaba a Chamartín, como asistente en el banquillo madridista de Carlo Ancelotti. Doblete de Copa y Liga de Campeones fue el resultado de aquella combinación, que duró solo un año.
En 2015 Ancelotti decía adiós, y tras un comienzo dubitativo de Rafa Benítez al frente de los entonces 10 veces campeones continentales, Zidane asumió en medio de muchas dudas las riendas del equipo. Cuatro meses más tarde, luego de quedarse a un punto de remontarle la Liga al Barcelona, ganaba su primera «Orejona» como técnico, en una épica tanda de penales frente al Atlético de Madrid.
La siguiente temporada sería mejor, marcada por la victoria en la Liga y el doblete consecutivo en Champions —primero desde el cambio de formato—, seguido de sendos triunfos en las Supercopas de Europa y España, además del Mundial de Clubes.
Aunque la temporada que recién finalizó no fue de las más espectaculares, con los merengues terceros en el torneo liguero, y eliminados de la Copa por el Leganés, el francés se las arregló para terminar con la cabeza en alto. En el Olímpico de Kiev guió a sus hombres a su tercera primacía europea al hilo, un hecho que no se repetía desde los años 70, cuando primero el Ajax y luego el Bayern encadenaron esa misma cantidad.
Ahora, tocará buscarle un sustituto que intente llenar los zapatos de un singular personaje que se convirtió en ídolo para sus propios jugadores, y que convirtió las conferencias de prensa en espacio para la sonrisa y no para la confrontación. Esperemos que sea un hasta luego, y no un adiós.