A Frank Michel le apasionan las artes plásticas. Autor: Nelson García Santos Publicado: 21/09/2017 | 06:37 pm
La vocación lo sorprendió desde sus días infantiles o, más exactamente, vino al mundo con ese don por los colores y el lienzo. Ahora sonríe cuando evoca cómo en la escuela primaria, durante la clase, él dibujaba a hurtadillas. O aquella carpintería donde le regalaban pedazos de madera que convertía en juguetes.
Si uno le pregunta el por qué de ese afán, sencillamente responde: «Me gustaba, no sé por qué. Mis sueños eran una inspiración para dibujar, quería dejarlos plasmados».
Así le surgió esa pasión por las artes plásticas a Frank Michel Johnson, quien empezó a cultivar su vocación a partir de su entrada al Grupo Signos, bajo la tutela de Aida Ida Morales.
—¿Cómo fueron los inicios?
—Fue una etapa muy trascendente en el aprendizaje, en la cual hacía un arte popular libre del influjo de la academia. Aida Ida siempre regañaba al que copiara aunque fuera un solo elemento para realizar su obra, incitaba a tener un estilo.
«Me decía que evitara influencias de cualquier tendencia a la hora de conformar mi obra, que leyera sobre leyendas populares y, a partir de ahí, creara mis dibujos. Incluso, que podía tener en cuenta imágenes de otras pinturas, no para copiar estilos o soluciones de diferentes formas plásticas, sino para ser conciente de lo que nunca se debe hacer».
—¿Seguiste el consejo?
—Al pie de la letra. Así surgió esa especie de mundo lleno de personajes creados por mí con la utilización de símbolos ya conocidos, para lo cual tengo presente desde el uso del color hasta la ubicación de los elementos del soporte.
—¿Innovaste en la pintura tras estudiar en la Academia Profesional de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, de Villa Clara?
—Ingresé en la academia a los 22 años. Allí estuve hasta el 2003. Pienso que después de ese aprendizaje nunca dejé de hacer arte popular. Más bien enriquecí la obra sobre la base del conocimiento de otras técnicas y de la propia historia del arte. Me ayudó a profundizar más en el discurso visual y conceptual.
—¿Gracias a esa combinación lograste un estilo peculiar?
—Trato de que mi pintura sea reflejo de una técnica depurada, pero sazonada con las tradiciones e imágenes del arte popular.
—¿Qué muestra?
—La asumo con un repaso crítico a problemas de la realidad que pueden ser conflictos individuales frente a fenómenos como el engaño, la manipulación, los prejuicios, la segregación o sobrevalorar la apariencia en menoscabo de la esencia.
—Un ejemplo.
—La obra Los tres negritos, ganadora del premio de la Tercera Edición Escaramujo otorgado por el Consejo Nacional de Casas de Cultura, tiene que ver con la mitología de los tres monos sabios, pero llevada al contexto cubano. Es una pintura que cabe dentro de la neofiguración y colinda un poco con el arte contemporáneo.
—¿Cuál es el mensaje?
— La idea básica que transmite es la necesidad de ver, escuchar y oír condiciones básicas para poder comunicarse. Desde el punto de vista visual está representada la inocencia, la espiritualidad y la autoridad.
—¿Cómo eludiste los impedimentos?
—He tenido dificultades desde el punto de vista material para crear, pero uno debe ingeniárselas. La Asociación Hermanos Saíz me ayudó en su momento y ahora la Unión de Escritores y Artistas de la provincia.
—De sus pinturas, ¿cuál es la preferida?
—Todas son importantes porque una puede contribuir a otra, servir de preámbulo para una solución de la que voy armando en la memoria y que está por saltar al lienzo.
—¿Quiénes te han animado?
—Más exacto sería decir ayudado. Además de Aida Ida tengo que mencionar a los críticos de arte Antonio Pérez Santos y a Roberto Ávalos Machado. Siempre recibí su apoyo espiritual. Me motivaron a perseverar en la pintura. Si no fuera por ellos quizás no estuviera pintando. Sus valoraciones sobre mi obra sirvieron de mucho para mejorarla.
—¿Cómo compaginas tus funciones de director de la Casa de la Cultura Chichi Padrón en Santa Clara, de profesor y el momento para crear?
—No tengo hora fija. Siempre busco un tiempo para hacerlo. Cuando voy sobre el lienzo tengo la idea exacta de lo que voy a plasmar. Lo hago sin perder la esencia del arte, que significa para mí evitar hacer concesiones en nombre de la comercialización.
—¿Con múltiples premios y exposiciones, qué te falta por lograr?
—¿Cómo…? Óigalo bien. Dibujar, dibujar y dibujar, porque yo todavía sigo soñando como aquel niño que moldeaba sus visiones, que quería darle alma a los trazos.