Cantaor Juan Pinilla. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:30 pm
Ya se lo habían aconsejado, pero el reconocido cantaor Juan Pinilla presentía que no le iba a servir de mucho. «Juan, le aseguraron, el pueblo cubano se te va a meter en el corazón, y no lo podrás sacar de ahí en toda tu vida», y aunque trató de «resguardarse», cuatro días han sido suficientes para «sucumbir». «¿Qué puedo decirte?», le confiesa ahora a JR. «Estoy contando las horas, porque no quiero irme».
De cualquier manera, el «embrujo» ha sido mutuo. Y una muestra de ello será apreciable este martes 19, a las 7:00 p.m., en la sala-teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, como parte de la XXII Feria Internacional del Libro. «Me presentaré con un grupo nutridísimo de músicos cubanos. Me siento muy honrado porque el maestro Leo Brouwer me pidió que interpretase en flamenco uno de sus temas. Será una oportunidad en la que me daré el lujo, además, de cantar temas a partir de textos de José Martí, de mi amigo Waldo Leyva y Nicolás Guillén.
«Aguardo con ansias esta mi primera presentación en Cuba. Espero que en lo adelante crezca el intercambio cultural con esta Isla donde abundan grandísimos músicos.
«Creo que Cuba es el país de mayor nivel cultural e intelectual del mundo, y lo puedo decir porque he estado en Japón, en Oriente Medio, Estados Unidos, Brasil..., donde sin dudas hallamos gentes maravillosas, pero el nivel en general que ves aquí no lo encuentras en ningún otro sitio. Te sorprendes con los cantaores, bailaores, guitarristas de flamenco y percusionistas, quienes evidencian una altura muy parecida a la nuestra, y eso sin haber visitado jamás España. Es increíble».
—En tu familia no hay artistas profesionales del flamenco. ¿De dónde salió ese amor entonces?
—En mi familia había una tradición oral —así es esta música—, que mantuvieron mi abuela, mi padre, algunos tíos, quienes han profesado el cante flamenco pero de modo ritual, mas ninguno se convirtió en profesional.
«Debo decir que no tenía la vanidad artística que se requiere para estas cuestiones. Todo sucedió cuando llegué a la Universidad de Granada, donde me di cuenta de que el cante podía ser una forma de vida. Me presenté a un concurso donde gané el primer premio y que resultó un espaldarazo económico. Se abrió ante mí un universo inimaginable. Y me dije: Voy a poner en práctica la afición que he cultivado desde que era pequeño».
—Hablas de estudiar en la Universidad, algo que te distingue del resto de los cantaores.
—Desde el punto musical no me ha aportado nada, pero sí mucho en lo cultural. Ha sido una experiencia vital. Me ha nutrido mucho ponerme en contacto con diferentes movimientos culturales, con la poesía, la pintura, con el mundo académico en general, me ha aportado una visión más completa de la vida.
«Cierto que antes el flamenco era cultivado por personas prácticamente ágrafas e incultas. La cultura la llevaban en la sangre, como afirmaba Federico García Lorca. También eran tiempos muy complejos. Ahora se evidencia un acercamiento del flamenco a las universidades, como resultado de la lucha de muchos compañeros.
«En mi caso, la Universidad me dotó de herramientas para profundizar en este mundo realmente mágico. Porque me era cercano, me llamaron para trabajar en un medio de comunicación y ya llevo diez años en prensa. Empecé hablando de flamenco y en los últimos tiempos me he involucrado también en la política, participo en debates, cuento con un programa de radio, he hecho televisión, y eso me ha servido para investigar sobre este género y generar obras como Las voces que no callaron».
—Cuando hablas de Las voces que no callaron, ¿te refieres al libro-disco que publicaste?
—Efectivamente. Es un libro-disco que se refiere a esa otra historia de la cual apenas se habla. En este caso me centro en cantaores que poseían una voz maravillosa, pero se les había negado. Y ellos habían luchado contra la dictadura criminal, sangrienta, genocida, del general fascista Franco, en España, pero nadie les había reconocido ese mérito. Podría mencionarte a maestros como Manuel Gerena, Paco Moyano, Carmen Amaya, Niña de los Peines..., quienes no habían pasado a la historia y hemos querido colocarlos en su justo lugar.
—En un momento determinado te desarrollaste como un crítico de flamenco en prensa y revistas especializadas...
—Sí, hasta que gané el premio más importante que se da en el mundo del flamenco, en el 2007. Entonces decidí que no debía compaginar la crítica con mi labor como profesional. No obstante, la crítica me sirvió de mucho, para aprender esencialmente a distinguir la verdad de la mentira, la hierba de la paja. Para encontrar mi verdad.