Imagen generada con IA. Autor: Imagen generada con IA Publicado: 29/03/2025 | 10:49 pm
Las guerras del siglo XXI ya no se libran únicamente con tanques ni balas; ahora las herramientas de confrontación son digitales. Y entre ellas destacan los algoritmos que rigen las principales redes sociales. «Vivimos en un momento en el que entender hacia dónde nos dirigimos es esencial», asegura Meme Yamel, periodista y youtuber, directora de The México News, quien recientemente intervino como panelista en el 4to. Coloquio Internacional Patria.
Como creadora de contenido, Yamel vive del algoritmo. Por eso sabe de lo que habla y lo hace con una advertencia: ese es un sistema utilizado para filtrar ideas políticas y narrativas ideológicas, especialmente desde la derecha. «El contenido político se vende a través del uso del algoritmo. La ultraderecha busca imponer narrativas y lo hace a través de muchos creadores de contenido de estilo de vida», explica.
Imaginemos el siguiente escenario: estás navegando por Instagram y te topas con un creador de contenido que habla sobre un nuevo fármaco milagroso para bajar de peso, explica Yamel. Este contenido, aunque aparentemente inofensivo, comienza a viralizarse porque genera conversaciones entre usuarios que comparten intereses similares.
«El algoritmo detecta esta interacción y lo impulsa aún más, llegando a miles de personas que, eventualmente, terminan comprando ese producto sin siquiera investigar qué contiene o quién lo fabrica. Cuando menos te das cuenta, tienes muy poca información respecto al fármaco, pero ya lo compraste porque crees en la persona que te lo está presentando», afirma.
Este fenómeno no solo ocurre con productos de consumo; también tiene implicaciones profundas en el ámbito político y social. En México, por ejemplo, existen empresas farmacéuticas con monopolios históricos que han encontrado nuevas formas de volver al mercado a través de influencers y redes sociales. Esas compañías utilizan el dinero generado por la venta de medicamentos para financiar medios de comunicación que promueven contenido de ultraderecha.
El algoritmo tiene entonces un objetivo claro: mantener el contenido en tu mente. Y aquí es donde radica el desafío para quienes buscan combatir estas narrativas. Según la youtuber, en la nación azteca están dando una batalla «usando el algoritmo, porque estamos en las mismas plataformas en donde están absolutamente todos». Para lograrlo, explica, es necesario aprovechar tendencias, hashtags y estrategias digitales que posicionen contenido como contraparte ideológica. «Si no tienes ese contenido y no revolucionas, entonces la gente solamente consume un solo tipo de ideas y cree que es verdad», advierte.
Teresa Rodríguez de la Vega, Doctora en Filosofía y académica mexicana, panelista de la Mesa Roja del portal periodístico independiente Pie de Página y quien también asistiera al Coloquio Patria, considera que «los algoritmos son uno de los protagonistas más importantes de esta película distópica en la que ya estamos viviendo. No solo deciden qué contenido consumimos a diario, también moldean nuestra percepción del mundo, organizando lo que aparece en nuestras pantallas con base a una gran cantidad de datos personales, esos datos que nosotros les hemos provisto».
Ese proceso de «personalización» no es inocuo. Por el contrario, implica una concentración de poder en manos de quienes controlan dichas herramientas digitales. Rodríguez de la Vega alerta sobre el peligro que esto representa, especialmente cuando se observa cómo las principales redes sociales han intervenido en procesos electorales y movimientos sociales. Subraya que «la actuación formativa de las principales redes sociales ha tenido un impacto devastador en el desprestigio de movimientos sociales e iniciativas políticas de izquierda». Este escenario está dominado por lo que ella llama «tecno oligarcas», dueños de plataformas que imponen sus reglas sin rendir cuentas, al perpetuar una lógica de control que limita la participación ciudadana real.
Romper el ciclo
Romper lo que el algoritmo quiere ofrecerte no es sencillo. Según Yamel, el feminismo es un ejemplo claro de cómo las redes sociales pueden ser tanto un espacio de lucha como de control político. «En México hablamos del feminismo como algo necesario, pero incluso en las redes sociales, una mujer hablando del feminismo inmediatamente recibe ataques, críticas y acoso. ¿Qué vamos a hacer? ¿Quedarnos calladas? Por supuesto que no. Tenemos que dar esa batalla, generar debate y mover el algoritmo para que empiece a encontrar la salida y que llegue a gente a la que ese contenido le está ayudando, y empiece a despertar».
Esta dinámica no es exclusiva de México. A nivel global, las redes sociales se han convertido en una herramienta central para el control político. Creer que Elon Musk compró X (antes Twitter) por un mal negocio es ignorar que fue por un asunto de control político. La plataforma es un vehículo para imponer narrativas específicas, tal como ocurrió durante el nuevo ascenso a la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump, quien atacó a medios corporativos y buscó consolidar su mensaje a través de creadores de contenido en redes sociales.
«El algoritmo siembra semillas todo el tiempo. Esas semillas pueden detonar o no, dependiendo de la batalla que demos», reflexiona Yamel. Para ella, el camino es claro: entrar al debate, generar conversaciones disruptivas y ofrecer alternativas que despierten a las audiencias. «Si la gente solamente ve un tipo de contenido, cree que eso es verdad. Siembran la semilla, y después puede que yo crea que estoy mal porque he visto a tantos creadores decir lo mismo. ¿Qué es lo que pasa? La gente no está mal. Hay que darle otro contenido para que digan: espérate. Tú estás bien. Y aquí hay varios que estamos diciendo el otro lado de la historia».
Debate empobrecido
El empobrecimiento del debate público es otra de las consecuencias más alarmantes del modelo algorítmico imperante en cada red social. Así lo asegura Rodríguez de la Vega, quien agrega que este fenómeno favorece la trivialización y la frivolidad en lugar de discusiones críticas. Ello se ve exacerbado por mecanismos como el sesgo de confirmación, que incentiva a los usuarios a interactuar únicamente con contenidos que refuerzan sus creencias previas. «El algoritmo te empuja a encontrar contenido que confirme lo que tú ya de por sí piensas», afirma, lo que a su vez fomenta actitudes cognitivas pobres y reduce la capacidad de cuestionar la información recibida. Ese fenómeno ha abierto las puertas a la proliferación de teorías de la conspiración, que desmovilizan y despolitizan a las audiencias, alejándolas de procesos democráticos reales.
Además, la monetización del tiempo de los usuarios emerge como un aspecto particularmente preocupante. Para Rodríguez de la Vega, «el capitalismo básico y elemental vive del tiempo de trabajo», pero ahora este sistema ha evolucionado para apropiarse también del ocio. «Nos roban el trabajo, pero también nos roban el esparcimiento», sostiene, y al mismo tiempo destaca cómo las plataformas capturan nuestra atención para transformarla en ganancias. Este modelo no solo explota económicamente a los usuarios, sino que también los priva de experiencias auténticas, convirtiendo su tiempo en una mercancía.
Frente a este panorama, la académica propone dos líneas de acción principales. La primera es impulsar regulaciones que protejan a los usuarios de los mecanismos manipuladores de las redes sociales. «Tenemos que empujar a las administraciones mucho más allá en donde hay Gobiernos cercanos a los intereses populares», argumenta y aboga por criterios éticos que guíen la organización de estos espacios digitales.
La segunda estrategia consiste en generar medios de producción simbólica alternativos, es decir, plataformas digitales con algoritmos organizados bajo principios ético-políticos que prioricen causas sociales justas. «Deberíamos estar avanzando hacia plataformas de streaming, redes sociales y canales de contacto que tengan algoritmos organizados», subraya Rodríguez de la Vega.
Meme Yamel, por su parte, lo resume de esta forma: «Por eso es importante dar esa batalla, crear nuevas redes y centrarnos en la parte que crea, porque esa es muy grande y poderosa. Si no hay una contraparte, no hay pelea, no hay debate, y todos pierden».