Somarriba y parte de su equipo. Autor: Ana María Domínguez Cruz Publicado: 22/04/2021 | 12:07 am
—¿Cómo ha estado la mañana?
—Agitada, convulsa… muy movida… pero siempre es así.
—¿Siempre?
—Sí. El doctor (Francisco) Durán llega antes de las siete y debemos entregarle toda la información. Otras personas, en diferentes niveles de dirección y decisión, también la necesitan. No podemos dormir, tenemos que tenerlo todo listo.
—¿Antes de registrarse casos de la COVID-19 en el país, tampoco aquí se dormía, no?
—La vigilancia en salud demanda precisión, disciplina, entrega… Trabajamos 24 horas, no se puede «perder» ningún acontecimiento, y reportarlo es el deber. La pandemia nos ha intensificado el trabajo, pero la experiencia previa nos ha ayudado mucho.
—Vale la pena saber más, divulgar lo que hacen, reconocer la importancia de su rol….
—Adelante, entra… Comparte unas horas con nosotros y sé parte del equipo… Porque, eso sí, somos todos un gran equipo.
Y el doctor Lorenzo Somarriba López, especialista en Salud Pública y director del Centro de Dirección Ministerial de la Dirección de Vigilancia en Salud del país me permitió conocer la dinámica de trabajo que a diario realiza el Grupo Auxiliar (conformado por ocho personas que laboran en turnos de 24 por 72 horas) creado para captar, procesar, analizar y emitir la información necesaria para los diferentes partes, según los destinatarios, sobre la COVID-19 en el territorio nacional.
Donde no se descansa ni un segundo
Surgido como un grupo temporal de trabajo en 2014, cuando Cuba se vio amenazada ante la posible introducción en el país del virus del ébola, el Centro acoge a especialistas en Higiene y Epidemiología, salubristas, bioestadísticos, geógrafos, informáticos, especialistas en comunicación, entre otros, que monitorean todo lo que acontece en materia de salud en el contexto cubano y a nivel internacional.
—¿Cómo la pandemia revolucionó el trabajo aquí?
—Estábamos preparados desde que comenzaron a reportarse los primeros casos en el mundo, y cuando sucedió aquí, en marzo del año pasado, teníamos la estructura organizativa creada y no nos tomó por sorpresa. A partir de ahí, y hasta ahora, solo ha sido necesario reforzarla, porque los contagios se han incrementado. Lo loable es que hemos mantenido la multidisciplinariedad, la intersectorialidad, la puntualidad y la disciplina como claves esenciales de la cotidianidad.
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Katia Castanedo Valdés asume el trabajo directo con las estadísticas, con los registros médicos. No descansa, sustituye al que no puede estar, pestañea para hidratar sus ojos y no equivocarse… «Los números pueden jugar una mala pasada, no debe escaparse un error. Y puede suceder, porque somos humanos y el trabajo agota. Pero sabemos que no debemos emitir informaciones erróneas sobre ingresados, sospechosos, contactos, viajeros aislados, pesquisas… De nuestro trabajo depende lo que luego el pueblo sabe».
Cerca de su mesa de trabajo está la de Ernesto Michel Álvarez, estudiante de 5to. año de Sistema de Información en Salud. «Mi estancia aquí forma parte del curso de adiestramiento de mi carrera, pero al terminar el mes establecido, pedí quedarme. Me apasiona procesar los datos de 22 laboratorios y lograr que ese repositorio de informaciones en el entorno virtual, esté actualizado».
Las especialistas en Epidemiología Hilda Beatriz Guelmes e Ileana Molina apenas pueden contarme vivencias de su desempeño en el Centro porque los teléfonos no paran de sonar y ellas deben tabular en las computadoras toda la información, transparente y sin manipulación alguna.
Las incidencias relativas a los insumos en los laboratorios, a las tecnologías empleadas, al procesamiento de las muestras… todo requiere supervisión. Las doctoras Milán Gómez y Sandra Galano se encargan de ello, además de controlar lo sucedido en el Sistema de Atención Primaria en Salud.
La bioestadística Julieta Nodarse me muestra la base de datos histórica, las diferentes tendencias y variables analizadas, las actualizaciones diarias… «es un trabajo metódico, detallista y de mucha responsabilidad».
«Conoce a mi mejor trabajadora… Todos son buenos, pero Berta Suárez es el paradigma», me asegura Somarriba. Y coincido con él, porque si Berta —que no quiere jubilarse— llega al Centro a las cuatro de la mañana, y tiene casi todo el parte relativo a las muestras de PCR del país y su procedencia alrededor de las 11, y permanece allí hasta las cinco de la tarde, como los demás, merece el calificativo.
También conocí a Alejandro González, el informático que además de supervisar la infraestructura que garantiza las videoconferencias a nivel nacional, es el encargado de procesar la información de la situación mundial relacionada con la COVID-19.
La doctora Liane Castro, segunda jefa del departamento de Vigilancia en Salud, me explica que para tributarle a la OPS/OMS toda la información que emite el Centro, también se requiere procesar toda la que se recibe en función de otros eventos.
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Jóvenes premiados por su trabajo en el centro.Foto:Ana María Domínguez Cruz.
¿Te has preguntado qué sucede al final de la cadena de trabajo, cuando todos los números están debidamente organizados? Me interroga Somarriba y orgulloso de poder reunir tanto talento joven y experimentado, me presenta a algunos de los geógrafos que laboran allí, quienes hacen uso de la geomática para el análisis espacial de la información.
«¿No se ha fijado usted en los mapas que «modelan» todo lo que se informa en números? Pues ellos, los geógrafos asociados al Grupo Auxiliar, se encargan de hacerlos mientras dormimos, porque muchas veces la información está OK pasadas las 12 de la noche y es el momento.
La licenciada en Geografía Indira Farres Vigil me explica la importancia del análisis espacial del comportamiento de los desastres, del proceso de mapeo de los eventos, de la tabulación gráfica… «No dormimos, literalmente. Tenemos que preparar alrededor de 60 láminas diarias entre tablas y mapas…».
Ella, como otros jóvenes vinculados al Instituto de Geografía Tropical, encuentran satisfacción plena en lo que hacen, «y hemos aprendido en estos tiempos de pandemia que hay que elevar la capacitación en torno al uso de la geomática en la salud».
La automatización puede dar errores, como ya les ha sucedido, y por eso el trabajo minucioso en el manejo de los datos y los mapas es esencial, agrega.
El Doctor en Ciencias Orlando Novua Álvarez, Jefe del Departamento de Geomática del Instituto de Geografía Tropical y coordinador de los profesionales de esa institución que apoyan la labor en el centro, me reafirma que no hay nada más regocijante que descubrir la responsabilidad y la motivación de los muchachos.
«El que puede descansar no duda en dedicar horas de su sueño a apoyar al que trabaja. Se comunican vía WhatsApp, se asesoran, y al final la cohesión del equipo crece».
El máster Roberto González, quien trabaja en el sector desde 1979, me detalla la evolución que ha tenido la vigilancia en salud en el Ministerio de Salud Pública, desde que se mapeaba en acrílicos y extensis, con plumones y crayolas o a lápiz, papel y calculadora.
«No puedo imaginarme mi vida de otra manera, y mira que he transitado por lugares. Por suerte, se han fijado en lo que he hecho y he cambiado de puesto, y he aportado en cada momento. El geógrafo en esta cadena es vital».
Lo innegable es el tesón de todos ellos, las ganas de sumar, apoyar, informar. «En un bosque muy tupido no se ven los árboles, pero en la vigilancia en salud, sí hay que verlos», metaforiza Somarriba.
Yo sé que tres horas después de estar en el Centro, valoré más el esfuerzo colectivo que, «detrás del telón», existe para enfrentar la propagación de la COVID-19. Difícil no encontrar árboles allí….