Con mucha paciencia, Trinity crea piezas de goma en su torno. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 10/01/2019 | 08:41 pm
BARAGUÁ, Ciego de Ávila.—La mejor invención de Trinity es su hijo. Mientras caminaba por la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Paquito González, desde las casas, la placita, el taller y la escuela se escuchaba un grito: «Trinity, oye..., dime, ¿qué?» Y él, bajito, de labios gruesos y cejas espesas, levantaba el brazo. «Todo bien, gracias». «¿Hembra o varón?», volvían a preguntarle.
Y a él la sonrisa se le hacía más grande: «Varón, un varoncito». Luego, después de las felicidades, en algunos casos venía la broma: «Oye, ¿y a quién se parece?» Trinity, sin dejar de reírse, decía: «Al padre, ponle el cuño».
Ahora es el momento de la felicidad, porque días atrás el ambiente era de apuros. A la esposa, con ocho meses de embarazo, se le descontroló la presión y los médicos tuvieron que hacerle una cesárea. La familia permaneció en suspenso hasta conocerse que el niño y la madre se encontraban fuera de peligro.
«Deberá permanecer un tiempo en la incubadora», explica. «Aunque lo más importante es que está bien». Entonces viene la pregunta: «Trinity, ¿y será inventor como tú?».
Los oficios de Trinity
Danier Martínez Zaldívar, alias Trinity, nació en la zona de Guisa, y con siete años la familia lo trajo para Pesquería, en el municipio avileño de Baraguá. Hoy es mecánico de vehículos ligeros y el presidente de las Brigadas Técnicas Juveniles en la CPA Paquito González.
Su llegada a la cooperativa ocurrió después de vencer los estudios para obrero calificado, en la especialidad de Soldadura. Conocía el lugar porque había hecho las prácticas allí. Sin embargo, como no existían plazas, su primera labor consistió en lavar los carros. Después fue tractorista y al año trabajaba de ponchero. Ahí apareció su primer invento.
«En la cooperativa, cuenta, no había manera de solucionar los ponches con las gomas de balón, las que no usan cámara. Había que llevar las gomas a Ciego. Tremenda pérdida de tiempo y dolores de cabeza con el “viajeteo”. Entonces, junto con Bartolo Sosa, soldador ya jubilado, le dimos vuelta a una idea: hacer un desmontador de goma sin cámara. Estuvimos una semana dale pa’lante y dale pa’trás, y ahí está el equipo. Es criollo, de uso manual, nada de electricidad ni hidráulico, y funciona como una escopeta».
Pero la inclinación a la inventiva surgió aparejado con su vocación de tornear piezas de goma. En sus días de ponchero Trinity se había acercado a Ángel Gómez, un mecánico que hacía calzos de goma. Cuando Ángel se jubiló, el joven solicitó la plaza y ahí empezó la innovación, como algo normal en su trabajo.
«Usted sabe, dice, la gente llegaba con el carro. “Trinity, se chivaron los calzos de los amortiguadores”, decían. O el de las hojas de muelles o el de la junta de tal cosa o las anillas de las máquinas fumigadoras o no sé qué cosa de los tractores. Y si uno se ponía a sacar cuentas no tenía para cuándo acabar. Entre buscar la pieza si aparecía, facturarla, llevar el cheque, traerla y ponerla nos metíamos un tiempito. Yo decía: “Vamos a ver qué se inventa”. Y con muchas equivocaciones, con mucha prueba, porque uno no es mago, lográbamos hacerla».
Paciencia, mucha paciencia
«¿Inventar y hacer una pieza de goma, que si es difícil? Hay que ser detallista y tener paciencia. Mucha paciencia. Usted debe andar con el Pie de Rey encima todo el tiempo. No se le puede olvidar. Y empiece a mirar dónde va la cosa, a medir, a entender por qué la pieza está en ese lugar y qué hace. Mire, el calzo de los amortiguadores se desgasta por el lado donde reciben la presión. Tú debes mirar bien dónde van. Ah, y tener claro de que esto es un oficio de precisión. Que vas a hacer algo que ya vino de fábrica y al principio siempre te vas a equivocar. Por eso hay que tener paciencia, mucha paciencia».
Fíjate, que es un pelito
De las innovaciones de Trinity, la más mentada quizá sea la más sencilla. En apariencias, por supuesto. Un buen día, a su tallercito, que está por un costado, casi al final del batey de la Paquito González, se apareció Yusley Paz Moya, el jefe de Maquinaria de la cooperativa, con unas piececitas de goma.
«Trinity, compadre, mira a ver si tú puedes hacer esto», pidió. Era una zapatilla de una bomba —diminuta, casi de juguete—, desde la cual se impulsaban los fertilizantes mezclados con el agua dentro del sistema de una máquina de riego de pivote central. La pieza se había gastado. No servía y los «peros» eran muy precisos. La zapatilla era de fábrica. Era exclusiva, venía con el equipo y no existía en el país. Tampoco había manera de importarla. Y sin esa «zapatillita» la máquina no podía fertilizar.
«Me fijé en el original para la figura —cuenta el joven—. Hice un molde y tomé las medidas. En el primer intento, las piezas quedaron muy ajustadas y el pistón pasaba mucho trabajo, hacía un ruido extraño. Al segundo intento quedaron sueltas. El problema es que lo que tú haces es un aproximado. Lo haces a mano alzada y el fallo en un milímetro es un problema. Tienes que fijarte bien, porque por un pelito hay que colgar los guantes. Bueno, me fui para la tercera. Encendí el torno, cogí el punzón y dale que dale. Despacito y siempre con las medidas. Cuando la pusieron, se prendió la bomba y dijimos: “Oye eso”. Sonaba tranquilita, como de fábrica. Y yo respiré tranquilo».
Esa zapatilla, minúscula, casi anónima, es la que asegura la eficiencia de la máquia de riego.Foto: Luis raúl Vázquez Muñoz.