Los cubanos rindieron tributo a los hombres y mujeres que fueron blanco del genocidio cometido por Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Hernán Ricardo y Freddy Lugo
¡Seawell! ¡Seawell!... ¡CU-455!
—CU-455... Seawell
¡Tenemos una explosión y estamos descendiendo inmediatamente! ¡Tenemos fuego a bordo!... ¡Cierren la puerta! ¡Cierren la puerta!... ¡Nos estamos quemando intensamente!... ¡Eso es peor! ¡Pégate al agua! ¡Felo, pégate al agua!
—Cubana, este es Criwest 650. ¿Les podemos ayudar en algo?...
Terriblemente desesperante debió ser aquel minuto final en que se terminó la comunicación. No había nada que hacer. El terror había cobrado la vida de 73 personas inocentes a bordo del avión de Cubana que el 6 de octubre de 1976 tuvo como destino las profundas aguas del Mar Caribe, frente a las costas de Barbados.
«Lo recuerdo como si fuera el primer día. El domingo antes del atentado estuvimos juntos. Siempre fue un padre que aconsejaba estudiar mucho; él se quedaba bastante tiempo con mis niños para que yo siguiera instruyéndome. Esas imágenes no las podré olvidar nunca».
Así se sumerge en su memoria Teresa Espinosa, quien en el momento del crimen era una muchacha de 25 años, hija del copiloto Miguel Espinosa.
Su hermana, Haymel, contaba solo diez años y «aún el momento de la noticia no se borra de mi mente; la situación dramática del cementerio; recuerdo muy claramente las veces que fui a la Plaza de la Revolución con mi familia durante varios días, esperando noticias. El 6 ocurrió el fatal incidente, pero no fue hasta el 14 que se efectuó el entierro de los restos».
Desde entonces, año tras año, cientos de jóvenes atletas, trabajadores del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba, familiares de las víctimas y pueblo en general se reúnen en las cercanías del Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en la Necrópolis de Colón, para rendir tributo a los hombres y mujeres que fueron blanco del genocidio cometido por Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Hernán Ricardo y Freddy Lugo.
A 32 años del sabotaje, hacer justicia es la única forma de menguar el dolor de millones de cubanos que sienten como suya aquella tragedia.
«Eso es lo más importante, porque en la actualidad autores de esa masacre se encuentran libres en Miami. No hay manera de que el presidente Bush tome conciencia de su política descarriada, con la que solo ataca países y mata niños y mujeres en nombre de la lucha contra el terrorismo, a la vez que tiene encarcelados en su país a cinco verdaderos luchadores contra ese flagelo. La verdad tiene que ser nuestro trofeo de lucha», aseguró Teresa.