Los que soñamos por la oreja
En uno que otro escrito me he referido a que durante un demasiado largo período de tiempo, la figura del y de la cantante solista vino a menos en el panorama de la música popular cubana. Ello contrastaba con una antigua tradición entre nosotros y que, en diferentes épocas, había propiciado la sucesiva aparición de voces masculinas y femeninas que, desde su proyección como vocalistas individuales fuera de agrupaciones, registraban un alto grado de popularidad entre los melómanos de todo el país.
Afortunadamente, desde la década pasada, tal situación desfavorable para los y las solistas en Cuba ha comenzado a revertirse y, así, el número de nombres que ha atraído sobre ellos el interés popular ha ido creciendo. Uno de los que, sin discusión alguna, ha registrado mayor éxito en dicho sentido es el santiaguero Waldo Mendoza, otrora profesor de Química y que de inicio se diera a conocer en el ambiente musical habanero como figura frontal de agrupaciones timberas pero que, llegado un momento, optase por acometer un proyecto personal vinculado en particular con la canción de orientación cercana a la balada.
Los dos primeros discos grabados por este intérprete, Bendito tiempo (2005) y Hojas del alma (2009) rápidamente consiguieron ganar el favor de un importante sector del público nacional, que se sintió identificado con canciones escritas en su inmensa mayoría por el propio Waldo Mendoza y que hablaban de amor y desamor, desde un discurso textual nada complejo y con un tratamiento musical que hacía evocar trabajos en una línea acorde con los patrones internacionales que han regido la más reciente producción cancionística hispana, destinada al consumo masivo.
Ahora, en su tercer fonograma, el CD titulado Desde La Habana (también publicado como los anteriores a través del sello Egrem), Waldo continúa apostando por la canción como género fundamental en su repertorio. Empero, consciente de que las fórmulas se agotan y de que para asegurarse determinadas cuotas de popularidad, en cada nueva entrega discográfica tiene que incorporar algunos cambios en el producto musical que ha de poner a disposición de las grandes audiencias, Mendoza incursiona por momentos en temas de aire bailable, un modo de hacer que a él no le resulta ajeno pues fue con el que debutó hace años.
Mas no es solo eso lo novedoso que, en relación con su quehacer anterior, el cantante introduce en su reciente álbum. Aquí también Waldo apuesta por conformar dúos con populares voces de nuestra escena musical, así como por asumir algunos temas de autores vinculados a la trova tradicional y a lo que se denomina hoy Canción Cubana Contemporánea. Semejante proceder es prueba de que Mendoza no es únicamente un instrumento del arte sino que es alguien que piensa muy bien el modo en que ha de proyectar su carrera artística, algo que entre sus colegas en la actualidad, en mi opinión, no es todo lo frecuente que debiera ser.
Con producción musical a cargo del avezado Manolito Simonet y diseño gráfico de Alberto Medina Peña, en Desde La Habana intervienen invitados de lujo como Yenny Valdés, Roberto Hernández, «Robertón», Ricardo Amaray, Tania Pantoja, David Álvarez, Mayito Rivera, Juan Kemell, Vania Borges, el coro infantil Niños de la calle y Omara Portuondo.
Entre las piezas a las que recomiendo prestar especial atención, mencionaría la que abre y da título al fonograma, Desde La Habana, un tema representativo del estilo autoral e interpretativo de Waldo; Después de ti, original del notable cantautor Alejandro Bernabeu y que Mendoza sabe adaptar al perfil lírico-romántico que él le impregna a la mayoría de sus interpretaciones, y Juramento, un clásico de la trova tradicional compuesto por Miguel Matamoros y que aquí tiene como valor agregado la participación de nuestra gran Omara Portuondo.
Disco que nos trae a un Waldo Mendoza que, sin dejar de ser él, apuesta por una dosis de renovación controlada. Pienso que Desde La Habana puede asegurarle a este intérprete mantener su alta popularidad entre las audiencias cubanas.