Los que soñamos por la oreja
Un interesantísimo fenómeno que hay que mencionar como muestra del rico proceso de hibridación que vive la música cubana de nuestros días, está dado por el hecho de que el pop ha asumido importante rol en la reciente producción sonora nacional. Supongo que los defensores a ultranza de la tradición se horroricen por tal acontecimiento. Si bien es cierto que los intérpretes afiliados a esta corriente en Cuba han gozado de plena aceptación social, también resulta verdad que entre nosotros el pop siempre ha sido menospreciado por la crítica, vinculado por lo general con el comercialismo excesivo y con lo más pedestre desde la óptica artística.
Uno de nuestros creadores que se ha sumado a la interpretación de sonoridades identificables con las características del pop y en especial con las de su variante latina, es el habanero Ariel Cubría, como se verifica al escuchar su primer disco, el cual lleva por nombre Lo que vale de ti (Bujio Producciones UPC). Si me pidieran una definición en breves palabras acerca de este músico, yo diría que él es un guitarrista que canta.
Me parece que dejar sentado esto resulta necesario, porque quizá algunos podrían confundirse y pensar que Ariel es un cantautor más que se hace acompañar por el instrumento de las seis cuerdas y aunque semejante criterio tiene parte de verdad, ello sería reducir la proyección artística de Cubría y consecuentemente, no comprender la esencia de su propuesta.
Quienes eran activos seguidores de la escena musical habanera de la última década del pasado siglo, quizá todavía recuerden el desempeño de Cubría como guitarrista de diversas formaciones, con propensión hacia el jazz. Es a partir de 1998 que, radicado en España, él inicia una carrera al frente de su propio proyecto, una banda que aborda un repertorio inscrito dentro de lo que cabría definirse como smooth jazz latino. A la par, como compositor hace música para teatro, destacándose en esta línea su trabajo en el montaje de la obra Ana en el Trópico (original del dramaturgo Nilo Cruz y premiada con el Pulitzer en Estados Unidos) y para mensajes publicitarios en radio y televisión.
En 2007 Cubría se traslada a Argentina y allí labora como músico de sesión en diferentes producciones discográficas. Es en dicha nación sudamericana donde logra concretar la realización de su ópera prima, el CD Lo que vale de ti. Este es un álbum que se destaca por su groove, elegancia, swing y nivel de búsqueda en un lenguaje personal, eficaz muestra de que también es posible hacer música comercial con buen gusto y más que sobrada dignidad.
Contentivo de 11 cortes, incluido un bonus track, las orquestaciones del repertorio registrado en la grabación ponen el énfasis en un tratamiento tímbrico y rítmico que, de inmediato, lo llevan a uno a asociar el material con los códigos del pop, en particular el latino, pero asumido de un modo diametralmente opuesto a los enfoques convencionales, que solo persiguen penetrar a toda costa en las listas de éxito.
Así, en estas canciones recogidas en Lo que vale de ti, yo diría que hay mucha magia al hibridar en ellas elementos que proceden desde el jazz, el pop y el rock, hasta el bolero y otras manifestaciones de nuestra música popular. Con líneas melódicas muy hermosas en su diseño, (buen ejemplo de ello es el tema Yo quisiera, primera pieza del álbum), predomina aquí un discurso transparente tanto en lo musical como lo letrístico.
Entre los cortes que más han captado mi atención, además de la antes citada Yo quisiera, mencionaría Círculo vicioso, Detener el miedo, la que nombra el fonograma, es decir, Lo que vale de ti y Calles oscuras, dueña de una coda magistral en la re-creación y re-apropiación que formula de la tradición yorubá. Tales aciertos, a los que habría que añadir el eficiente desempeño de los músicos de respaldo, entre los que en especial hay que aludir al pianista y compositor Bob Telson (nominado al Óscar por la banda sonora del filme Bagdad Café), hacen de este primer disco de Ariel Cubría como solista un material muy recomendable para su escucha, pues al mismo tiempo nos transmite cubanía y universalidad.