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¿Cómo mantenerse sereno?

Asombra a veces la impunidad con que se juega con el tiempo y los derechos ajenos como si las personas tuvieran toda la vida para hacer gestiones o esperar soluciones. Y el ciudadano común se queda por momentos en un limbo de indefensión o, peor todavía, en la larga fila de espera de quienes reclaman sin resultado…

A principios de diciembre de 2011, la agencia de seguridad que prestaba servicio en el IPVCE Antonio Maceo Grajales, en Santiago de Cuba, dejó de hacerlo. Entonces se impartió un curso a varios compañeros con el fin de aprobarlos como agentes para conformar un cuerpo interno de seguridad y protección, relata en su misiva Yoandris Belén Espelt (Calle 23 No. 53, Rpto. 30 de Noviembre, Santiago de Cuba).

La directora del centro escolar y el administrador general de este —refiere Yoandris— les comunicaron que en cuanto terminara el curso serían aprobados con la categoría para la que se estaban formando; pero el entrenamiento culminó, les informaron que faltaba personal por papeles y los que tenían su documentación completa debían esperar por la aprobación. Mientras tanto, les pagarían como «serenos».

Al momento en que el lector nos escribió habían transcurrido nueve meses de aquella información. Y nada. Ni siquiera alguna otra comunicación para saber en qué punto andaba el proceso.

Ah, pero el problema de la protección, en este lapso, no quedó sin resolverse; entonces la entidad no ha sido afectada. «Si el cuerpo de seguridad no está creado y no tiene aprobación, ¿por qué tenemos un jefe de Seguridad y Protección, un jefe de grupo, cuatro jefes de turno, ocho compañeros de plantilla por turno, si somos serenos como dicen ellos?», cuestiona el remitente.

«¿Por qué se nos da un curso de agentes cuando se nos paga como serenos, que son aquellas personas que no están preparadas profesionalmente para prestar servicios de seguridad y protección? ¿Por qué hasta la fecha no se nos ha dado un uniforme que nos identifique por lo que somos?», agrega.

Tres meses antes de escribir a Acuse… a Yoandris y sus compañeros, el administrador de la escuela les había cobrado diez pesos en efectivo para la confección del solapín que los identificaría. Después, nada de información sobre el distintivo…

Las instituciones pueden tener, cómo no, retrasos en su gestión, pero lo que no ha de faltar, bajo ningún pretexto, es la información oportuna a quienes esperan un servicio. Yoandri Belén y sus compañeros esperan se les trate y remunere de acuerdo con su calificación profesional.

¿Quién es el responsable?

Poco dura la felicidad en casa del pobre, podrían decir, rememorando el viejo proverbio, Dulce María Carrillo Oliva (Cuba, No. 390, e/ Carbó y Dositeo, Holguín) y sus vecinos. Resulta que el 3 de noviembre de 2011, según narra Dulce, tuvieron el alegrón de ver iniciarse la obra constructiva del puente sobre el río Jigüe, que tanto los había hecho sufrir con sus desbordes.

Por fin se concluyeron las labores, pero al parecer algo había fallado, porque entonces los desbordes superaban a los anteriores, se duele la holguinera.

«Preocupada por la cantidad de lodo que invade calle y acera, me acerqué al compañero que funge como inspector de Comunales en esta zona y le planteé el problema (…). El lodo, al ser secado por el Sol, se transforma en polvo, que al pasar los carros envenena el aire que respiramos y nos afecta la salud: existen en la cuadra siete casos de afecciones alérgicas», relata.

La respuesta del inspector de Comunales fue que su entidad se encargaba del polvo, las hojas y los papeles, no del fango, que esto correspondía a Viales o Acueducto. Sin embargo, dichos organismos niegan la responsabilidad en el asunto.

Y el fango, y la planificación constructiva que tal vez falló, y las afecciones a los residentes del lugar… en el mismo punto. A tono con las transformaciones que desarrolla el país, ¿no será hora de rediseñar ciertas instituciones para que las tareas no se dividan como un pastel donde alguien pone la harina, otro hace la masa, otro elabora el merengue y finalmente alguien distribuye el producto? ¿Acaso los excesivos encadenamientos de responsabilidades, al final no diluyen la responsabilidad?

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