Acuse de recibo
Era 28 de enero, e Isabel Barrios buscaba flores para José Martí con 40 pesos reunidos por las organizaciones del barrio, en la Zona 71 del Cotorro. Llegó al agromercado de Avenida 101, entre 34 y 38, en ese municipio capitalino; específicamente al punto de venta de flores.
Escogió gladiolos, y cuando fue a pagar, la vendedora la sorprendió: «Si son para Martí, puede llevarlas sin costo alguno».
Conmovida, Isabel me escribe. Y su carta es evidencia de las trampas en que caemos habitualmente, al hacernos clichés de las personas. ¿Quién ha dicho que el trabajo particular excluye los sentimientos patrios?
Isabel cuenta que experiencias similares han tenido con otros trabajadores por cuenta propia en la comunidad, como, por ejemplo, los que venden artículos para cumpleaños en la calle 34, que siempre cooperan generosamente con las actividades infantiles que se organizan en el barrio.
Me adhiero al espíritu que rezuma la carta de Isabel, cuando afirma que «no importa la vía por la cual realicemos nuestro aporte a la sociedad. Es la calidad humana y la virtud la que nos identifica: a fin de cuentas todos somos cubanos».
Quizá los etiquetadores de siempre, anclados en estereotipos heredados de pasadas rigideces, no sopesen aún cuánta reserva inexplorada de virtud, solidaridad y contribución social puede haber detrás de unos cuantos mostradores.
Rolando Guerra (Calle D No. 15, entre 1ra. y Bagó, reparto Buenos Aires, Camagüey) ejerce como trabajador por cuenta propia, en la actividad de alimentos, con su licencia y todos los papeles y requisitos en orden.
Y con el derecho que le da cumplir con sus obligaciones sociales, quiere reconocer la labor tan profesional que realizan los trabajadores del Departamento de Inspección de Higiene y Epidemiología del policlínico Pirre, en el distrito Joaquín de Agüero, de esa ciudad.
Destaca Guerra que ese colectivo, muy joven, se caracteriza por la seriedad y responsabilidad con que asume el control y la verificación del cumplimiento de las normas higiénico sanitarias entre los vendedores de alimentos, algo tan sensible para la salud humana.
Y el lector extiende su felicitación a los médicos, técnicos y demás trabajadores de ese policlínico, que se caracterizan por el buen trato y la calidad de su servicio a quien llegue allí, no importa quienes sean.
Jesús Enrique Paz (Avenida 51 No. 10611, altos, entre 106 y 108, Reparto Los Quemados, Marianao, La Habana) es un jubilado de 62 años, con una pensión de 200 pesos. Y cuenta en su carta que desde octubre de 2010 hasta el presente se ha entrevistado en reiteradas ocasiones con la Directora municipal de Trabajo, para solicitar la licencia de trabajador por cuenta propia en la actividad de vendedor de producciones agrícolas en puntos de venta y quioscos.
«Siempre es la misma respuesta, manifiesta, que esa actividad no está autorizada en el municipio. Me pregunto por qué, si todas esas actividades están amparadas por nuestro Estado, en los decretos leyes 11 y 12».
Señala Jesús que en cierta ocasión le manifestó a la Directora municipal de Trabajo que iba a solicitar esa licencia por otro municipio, y ella le respondió que la misma estaba considerada solo para el campo, no en las autopistas.
Jesús no comprende, y por eso apela a que le expliquen el porqué, si la legislación sobre el trabajo por cuenta propia está aprobada para ejercerlo en los 169 municipios del país, en Marianao se le frena su deseo de trabajar, cuando el Estado cubano está enfrascado en facilitar todo lo que permita mejorar la alimentación del pueblo, por diversas vías.