Abrazo de generaciones en este saludo del fotógrafo Raúl Pérez Ureta y el joven realizador Alberto Santos. Foto: Autor: Cortesía de TV Camagüey Publicado: 10/11/2017 | 10:33 pm
CAMAGÜEY.— Tal vez no se lo propuso, pero la edición 27 de El Almacén de la Imagen se resume en dos sentidos: la del joven documentalista que busca en las memorias del evento, y la del fotógrafo consagrado que enfoca con sus esperanzas a los realizadores en ciernes.
La ciudad persiste como anfitriona de la más importante muestra audiovisual que convoca la Asociación Hermanos Saíz (AHS) desde 1991. Dispuso, como ya es habitual, de una retrospectiva en la sala de video Nuevo Mundo, este año con obras de Daniel Díaz Torres, al tiempo que exhibió los 101 materiales en competencia en la Casa del Joven Creador (CJC), donde además el profesor Liván Magdaleno impartió un taller de sonido 5.1.
«Participo porque muchos jóvenes se reúnen acá y me interesa ver, compartir mi obra e intercambiar criterios y formas de hacer», afirmó la avileña María de Jesús Perullera.
También agradecida está la ecuatoriana Alejandra Larrea Galarza, quien trajo su documental La película de Camilo, ejercicio de clase en la Universidad de las Artes, en La Habana: «La ciudad de Camagüey está superlinda; y el festival, chévere, porque puedes coincidir con los que estudian y los autodidactas. Me parece interesante ese despliegue para todo el país».
Frank Padrón, programador de El Almacén, calificó de notable la presencia de estudiantes de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca), de su filial camagüeyana y del Movimiento Audiovisual en Nuevitas, a los que se sumaron alumnos de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños (EICTV).
Rasgo aplaudido resultó la permanencia del pitching (una versión resumida de un proyecto cinematográfico para ser presentada a los productores) de ficción, y la apertura para proyectos de animación, porque hacer cine sigue siendo caro, y disponer de 50 000 pesos cubanos alivia y ayuda a materializar ideas y sueños. Con razón, el tunero Leonardo Blanco Monte confirmó: «Cuando estás empezando es difícil encontrar el espacio para discutir ideas, presentar un proyecto, recibir esa retroalimentación que es siempre importante. Por eso la AHS es nuestra madrina».
Por otro lado, si importante es la oportunidad del encuentro, medular se hace la reconquista del público en comunidades con situaciones de vulnerabilidad después del huracán Irma, como en Florida y Esmeralda, adonde llegó este Almacén. Como enfatizó Reynaldo P. Labrada, presidente de la muestra: «Hemos aprendido que cuanto más “difícil” es un público, más necesaria se torna la obra de los realizadores», y se mostró satisfecho por la asistencia de interesados espectadores a la Casa del Joven Creador.
¿Dinosaurio del cine?
Un momento encantador devino el intercambio con Raúl Pérez Ureta, premio nacional de Cine 2010, en el espacio Coffea Arábiga. La vida de este fotógrafo constituye una historia de película, no solo por sus 31 largometrajes.
Contó sobre la semilla de sus padres españoles, asentados en Cabaiguán en una casita de yaguas. Si el poder de las instantáneas de Joaquín Blez en la revista Carteles le cautivó, las imágenes en movimiento lo fascinaron desde el inicio.
«Empecé a hacer cine en el año 60. Soy un dinosaurio del cine, un hombre del acetato, pero eso no me troncha las motivaciones para admirar las nuevas tecnologías. Una película muy bonita, Insumisa, está hecha con esos adelantos, y disfruté haciéndola», admitió.
No obstante, dijo que le molesta la exactitud de los píxeles: «Siento que las tecnologías estandarizan un poco la forma de ver, pero siempre que haya cultura y un artista detrás de una cámara, no importa si la cámara es grande o chiquita, lo que vale es lo que piensa la persona».
Aunque considera la suya una profesión solitaria, el fotógrafo de Papeles secundarios, Madagascar, Alicia en el pueblo de Maravillas, Suite Habana… destacó la amistad con Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres y Gerardo Chijona, forjados como él por Santiago Álvarez con el Noticiero Icaic.
«Aquel que vaya a hacer películas, si las va a dirigir, que piense que el fotógrafo es un colaborador, no un enemigo; piense que a veces uno pide cosas imposibles de resolver, pero hay otras que se resuelven, no con bienes materiales, sino con talento», insistió tras evocar a su admirado Gordon Willy, su homólogo en la primera parte de El Padrino, para quien la relación del fotógrafo y el director debe ser de hermanos, porque el mayor orienta como el padre, pero también es cómplice.
Como jurado de esta edición 27 del evento, elogió al Movimiento Audiovisual en Nuevitas: «Antes era impensable que el cine llegara a esos lugares, y está presente con calidad y con formas de decir muy contemporáneas, y bien dichas. Yo me siento muy feliz. El cine es imagen, no importa que se vea en un televisor, en una computadora o en una salita; y cuando las imágenes son bellas, convencen, entran por los ojos».
Tu mejor etapa es esta
De toda su vida de cine, Raúl Pérez Ureta identifica la mejor etapa en el comienzo, cuando las películas se hacen con los socios, cuando se sueña mucho aunque tal vez no se concreten todas las ideas, afirma.
Esa etapa ahora la vive la editora Lisabeth Rojas Varela, quien calibró el peso de ciertos criterios: «se vuelve incómodo el estigma de la juventud de si tiene identidad o no, de si inventa o no. No podemos aturdirnos con la presión de ser joven».
Entonces, ¿qué se le reprocha a El Almacén? El crítico de arte Alfredo Fuentes considera que el café literario La Comarca es inapropiado para las proyecciones, una solución de ediciones atrás ante coyuntura ciclónica.
La radiografía más completa del evento pasó como si nada, aunque suplió el debate cultural que últimamente no se encuentra en las sesiones de esta muestra. Me refiero al documental El Almacén de la Imagen, isla de resistencia, de Alberto Santos, minucioso en la búsqueda de archivos y en el contrapunteo de imágenes y de criterios de fundadores y herederos.
Uno de los entrevistados de El Almacén de la Imagen, isla de resistencia, Jaime Gómez Triana, entonces vicepresidente nacional de la AHS, indicaba algo medular: «Cuando se termina El Almacén, termina digamos el espíritu de El Almacén, y es ahí donde quizá hay que producir un cambio inmediato. A veces lo que le falta a la proyección, y a la gestión, y a la promoción cultural en Cuba, es constancia».
Premios de la edición 27
Gran Premio Luces de la Ciudad: Oculta, de Jessica Franca (más premios de Ficción, Dirección y Dirección de Arte). Mejor Promocional: Zweet and big Orange hope, de Yadniel Padrón. Minicorto: Daños colaterales, de Fernando de J. Almeida. Documental: Lecciones de Tai Chi, de Diego Rodríguez. Guion: El hormiguero, de Alan González (más mención de Ficción). Fotografía: Aves del paraíso, de Manuel Ojeda (más el premio de Sonido). Música: Días de diciembre, de Wilma Alba. Edición: Game Over, de Hugo Navarro. Animación: En el café, de Rodolfo Caraballo (más colateral Cinema). Reconocimiento: El Almacén de la Imagen, isla de resistencia, de Alberto Santos.
Ganadores del pitching
Proyecto de ficción: La víctima, de Henry de Armas, Yanara Kamila e Ivexy Arencibia (Camagüey).
Proyecto de animación: Razorback, de Liuxander Ricardo, Frank Alpízar y Delio Díaz (Holguín).