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Cuando las estatuas toman vida

Un grupo de jóvenes actores protagonizan un proyecto de estatuas vivientes que recuerdan personajes de la cultura y la historia cienfuegueras

Autores:

Glenda Boza Ibarra
Marleydi Muñoz Fleites

Un transeúnte le mira fijamente a los ojos, pero permanecen quietos. Otro le clava la vista en el pecho, esperando un movimiento que delate su respiración. Ambos se cansan tras unos minutos. Saben que no puede ser real porque ayer esa figura no estaba allí.

A la ciudad le nacen estatuas en las tardes, y lo mismo se puede ver a una joven que vende plantas medicinales que a un vaquero, un fotógrafo, una colona francesa o el mismísimo Don Luis de Clouet, fundador de la otrora villa de Fernandina de Jagua. Todos inmóviles, detenidos en el tiempo.

Las estatuas vivientes le aportan más encanto a la Perla del Sur. Foto: Glenda Boza.

Se encuentran en el bulevar, representados por jóvenes actores de El Carro de Thespis, agrupación teatral de Cienfuegos que cumplió una década este año, y que prestigia en esta tierra a la Asociación Hermanos Saíz.

«Esta iniciativa surgió bajo el amparo de la Oficina del Conservador de la Ciudad (OCC)», acota Liván Rodríguez, director del grupo. «Nos aportó mucho el intercambio con investigadores y especialistas relacionados con los temas del patrimonio. Sin embargo, trabajar básicamente con la historia local no nos ha limitado a recrear personajes del imaginario popular, de la literatura, de todo lo que enriquece y define nuestra identidad.

«Desde los inicios el público nos aceptó muy bien. Las alegrías en una jornada son muchas por las improvisaciones de los niños y hasta de los adultos. Nos regalan una flor, o desean tirarse fotos, luego las imprimen y hasta nos las regalan. Las experiencias son muy positivas», comenta Elizabeth Álvarez, actriz que interpreta a una colona francesa.

Aunque en sus principios tenían limitaciones con los materiales para la pintura del cuerpo y el vestuario, poco a poco han ido perfeccionando este difícil arte del teatro de calle.

«Cada uno de nosotros ha desarrollado su propia técnica para la inmovilidad. Yo me concentro mucho y hago ejercicios físicos al final de cada sesión de trabajo», agrega Héctor Luis Pérez, quien representa a un vaquero.

En tanto, Lesli Vega —la vendedora de plantas medicinales— detalla que el maquillaje empleado tiene vitaminas y no les lastima la piel.

Integrado en su mayoría por jóvenes instructores de arte, El Carro de Thespis ostenta la distinción 25    Aniversario de la AHS y el premio Escaramujo de la Brigada José Martí, un reconocimiento a su sobresaliente labor.

«Participamos hace algunos meses en el Festival de Teatro Callejero de Matanzas. Allí coincidimos con integrantes de los proyectos de esculturas vivientes del país y fue muy conveniente identificar el sello distintivo de cada una de las piezas. Gigantería Habana, por ejemplo, interpreta personajes característicos del lugar; D’Morón Teatro emplea de un modo excepcional el maquillaje con barro, y nosotros trabajamos con el metal estrujado y damos un tratamiento particular a los tonos dorados y plateados», explica Lisvany García, diseñador del elenco.

Desde no hace mucho, y como parte de las pasadas celebraciones por el Día de la Cultura Nacional, El Carro de Thespis se enfrascó en una nueva puesta a la que nombraron Galerías Onelio.

Yusi Padrón, especialista de la OCC, señala que por el centenario de Onelio Jorge Cardoso incorporaron tres nuevas estatuas vivientes: Juan Candela, Francisca y la Muerte, y el Caballo de Coral, personajes imprescindibles de la obra del Cuentero Mayor, que necesitan exponerse en un ambiente que aluda a su poética y narrativa.

«En el caso de Francisca y la Muerte, Yanelkis Fuentes asume ambos roles al mismo tiempo, empleando un vestuario con aditamentos que complejizan su movilidad y gestualidad. Sin duda, es esta una de las esculturas vivientes mejor perfilada y visualmente muy interesante. El público la ha admirado desde su primera salida».

Así, estos y otros atractivos personajes recorren la ciudad en las tardes. La gente amablemente les deja algunas monedas y entonces se mueven, saludan, cambian de posición. Tal recaudación financia luego las obras de estos jóvenes artistas.

Entonces, uno piensa que ve doble, y otro ve a la estatua moverse y cree que El Benny se ha cansado de saludar a los transeúntes por el Prado cienfueguero y se ha ido al bulevar. Pero no ha despertado la imagen de bronce de Villa Soberón. Otra similar camina junto a las demás estatuas que palpitan y cobran vida, y enriquecen el paisaje de esta linda ciudad.

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