René M. Castellanos Álvarez acababa de recibir el Premio Nacional de Filatelia 2010, por la obra de la vida y por su aporte al desarrollo de esa afición en Cuba. Autor: Cortesía de la familia Publicado: 21/09/2017 | 05:03 pm
Matanzas.— Antes de los diez años de edad comenzó su pasión por el coleccionismo de sellos de correos. Al pasar los años se entusiasmó por coleccionar documentos y destacarse entre los amantes de la cartofilia y la vitofilia. Su obra filatélica es abarcadora, con una colección de sellos cubanos impresionante por su completamiento e investigación paralela de cada pieza.
«A veces se piensa que el filatelista es quien apenas colecciona sellos, sin embargo incluye todos los documentos postales como tarjetas y los cuños fiscales», admitía recientemente, antes de fallecer, René M. Castellanos Álvarez, quien abrazó la filatelia durante más de cinco décadas.
«El coleccionismo no es una obligación, ni existen escuelas en esa materia, se trata de la voluntad personal de buscar piezas; te obliga a buscar con otras personas, a intercambiar e investigar», sostenía este hombre, a quien la Federación Filatélica de Cuba le acababa de otorgar el Premio Nacional de Filatelia 2010, por la obra de la vida y por su aporte al desarrollo de esa afición en Cuba.
«Este premio es algo extraordinario porque el coleccionismo es una tarea de toda la vida, diaria, de sacrificio después de la jornada laboral, visitando centros de documentación y archivos», dijo entonces.
—¿Ha sufrido alguna pérdida irreparable en su labor como coleccionista?
—Cuba tiene documentos filatélicos llorados en el mundo del coleccionismo. Una vez lavando un sello le cayó agua a otro muy valioso, escaso, que reflejaba la intervención norteamericana en Cuba. Ese sello perdió su color original y por tanto su valor; eso me ha dolido toda la vida, aun después de varias décadas.
«Yo no permito que nadie toque documentos o sellos con sus manos sucias, pues dejan huellas digitales en las piezas, a veces con daños irreparables.
«Una tarjeta postal conservada en España se mantiene blanca, fiel a su color original, sin embargo una igual en Cuba se pone amarillenta, media prieta, por la acción del clima y los hongos; en el trópico los insectos son grandes depredadores del papel.
«El coleccionismo es un oficio que recaba de muchos recursos materiales y financieros, de mucho sacrificio personal».
—Ha enseñado a generaciones de coleccionistas...…
—Les he enseñado a guardar y conservar piezas, a donar las más valiosas a los museos, siempre a investigar mucho, a que sepan que el coleccionismo implica mucha disciplina, muchas madrugadas, mucha paciencia...
—¿Su colección es abundante o es selectiva?
—No soy un coleccionista de volúmenes, sino de hacer acuciosas investigaciones sobre las cosas que colecciono, piezas con méritos relevantes y que tuvieron su historia incompleta. A veces las investigaciones fluyen rápido, pero otras se demoran o siempre quedan abiertas por diversas causas, como por ejemplo cuando en los archivos de las instituciones no se deciden a abrir los paquetes de documentos de la época con la información fidedigna; hay que coleccionar primero para luego tener material para investigar.
—¿Por qué esa pasión por la industria fosforera cubana?
—La industria fosforera cubana ha tenido gran relevancia en Latinoamérica, al extremo de que Cuba exportó hacia los Estados Unidos millones de cajetillas de fósforos, principalmente de la fábrica Industrial Casas Rabelo y CIA, con sus marcas Camel y Chesterfield.
Castellanos contaba con un Catálogo de Envases de la Industria Fosforera Cubana (1902-1958), el cual es una joya por su acuciosa investigación y preservación de las cajas y fósforos de los períodos Colonia, República y Revolución.
«La fábrica de fósforos Pinco, establecida en 1848, fue la primera reportada en Cuba, fundada por Agustín Pinco y que traía la imagen del edificio».
Como dato interesante, Castellanos afirmaba que desde 1959 al 2010 se estiman en 420 los modelos de cajas de fósforos producidas en Cuba con diversas vistas: «Yo las tengo todas porque nadie ha podido demostrar que hay una distinta, ya que no existe un listado oficial, por lo tanto, en estos casos uno da su colección por terminada».