Se benefician de títulos grandiosos y sugerentes, que rememoran antiguas leyendas, metáforas audaces, y evocan con luces y músicas tiempos, espacios, amores... Hablan de lo enorme y lo minúsculo con una profundidad de antología, demostrando que el cine magnánimo sobrevive en tanto espejo del alma humana, de las angustias y alegrías del hombre y la mujer de este planeta. Con películas como estas puede decirse que el cine existirá para siempre, en el soporte que sea, como una de las grandes conquistas del siglo XX, porque en más o menos dos horas cada una de estas obras expresa el más alto concepto del cine de autor, aquel que desde finales de los años 50 juró comprometerse con la verdad, la inconformidad y la belleza.
Once son los títulos seleccionados por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica para destacarlos entre los mejores exhibidos en Cuba durante 2007. Pero además hay otros dos niveles de elección, el de los mejores documentales vistos en igual período, y la clasificación cubana, integrada este año por un largometraje de ficción (Madrigal, de Fernando Pérez), un documental (Buscándote Habana, de Alina Rodríguez), un corto de ficción (El patio de mi casa, de Patricia Ramos) y dos animados (Quietud interrumpida, de Alexander Rodríguez, y El propietario, de Ernesto Piña). De las obras cubanas escogidas deben destacarse la juventud de los realizadores y la presencia de dos realizadoras, señales auspiciosas para los próximos tiempos de nuestro cine, si es que pretende renovarse, como compete a toda disciplina artística deseosa de evitar el anquilosamiento.
De los documentales vistos acá, los críticos y periodistas eligieron en la cima El telón de azúcar y otra vez Buscándote Habana, seguidos por Model Town, De Generación y Las camas solas (todos procedentes de las obras destacadas en la Muestra Nacional de Nuevos Realizadores), junto con ¿Quién soy yo? Los niños encontrados en Argentina, el más reciente aporte de Estela Bravo al cine de encuesta, comprometido y lúcido, visto recientemente en la televisión nacional.
Dejo para el final la selección de los mejores largometrajes de ficción. La máxima votación fue para las obras de dos realizadores mexicanos, absolutamente distintos y ambos formidables en sus respectivas poéticas. Alejandro González Iñárritu (por Babel) y Carlos Reygadas (mencionado, por supuesto, gracias a Luz silenciosa). A renglón seguido se destacan, también con gran número de votos, la rumana Cuatro meses, tres semanas, dos días, y la alemana La vida de los otros, ambas clasificadas en todas partes del mundo entre las obras maestras del cine europeo contemporáneo.
Keira Knightley, a quien también vimos en Piratas del Caribe, encarna un rol protagónico en Expiación, drama romántico ambientado en los años 30. De manera descendente ocupan sus escaños, hasta el lugar 11, las norteamericanas Elefante y Redacted, la británica Expiación (actualmente postulada a casi todos los premios importantes del cine anglosajón, y segura aspirante al Oscar), la sueca Sarabanda, canto de cisne del más autor de todos los autores, Su Majestad Ingmar Bergman; el florilegio formalista chino llamado La maldición de la flor dorada, la francesa con director austriaco La pianista (de Michael Haneke), y la selección cierra con Cobrador: In God We Trust, lamentablemente preterida en la entrega de los Corales principales en el reciente Festival de La Habana.
La maldición de la flor dorada, del talentoso Zhang Yimou, se mueve entre el amor, el odio, la ambición y otras coordenadas del típico drama de Shakespeare. Debo aclarar que este cronista no alcanzó a participar en la selección de los mejores filmes del año (cosa que tengo por costumbre desde más o menos una década) gracias a una serie de torpezas tecnológicas muy personales, amén de las conexiones ineficientes, las tareas de fin de año, y los correos electrónicos remisos a pasar por mi bandeja de salida, de modo que no pude emplear la primera persona del plural, es decir incluirme, cuando daba cuenta de los resultados, en los anteriores párrafos. Mi selección incluía básicamente los mismos títulos de la selección finalista, aunque había algunos que no me parecieron tan extraordinarios y, en cambio, marcaba mi preferencia por otros que la mayoría de mis colegas ignoraron olímpicamente, como la belga El niño, la iraní Las tortugas también vuelan y la norteamericana Little Miss Sunshine, joya del cine independiente sobre todo por su marcada sátira, y cuestionamiento de valores tan caros al American Dream como el éxito, la belleza, el supuesto buen gusto y la sobredimensión de la vida pública y del papel de los medios. Entre mis preferidos no había ninguno de los largometrajes cubanos de ficción de 2007, aparte de los méritos que les reconocí en su momento, pero ninguno me pareció al nivel de otros títulos distinguidos.
La vida de los otros, filme alemán, no precisa de la credencial del Oscar a la Mejor Película Extranjera para demostrar que es una obra maestra. Tampoco tiene demasiada importancia, para ningún espectador, yo incluido, coincidir punto a punto con tal o más cual selección de prestigio, ya se trate de los elegidos por la prensa cinematográfica cubana, o los festivales de Cannes, Venecia o La Habana, el Oscar o el Goya. Cada quien tendrá que labrar su propio camino al inigualable descubrimiento que significa apreciar en lo que vale un gran filme. Y hay pocas cosas que recompensen tanto en el cine como llegar a sentir, aunque sea por unos segundos e inconscientemente, que esa película se hizo para que uno la viera, la pensara y la sintiera, y entonces te estremeces, te elevas o te hundes. Uno reconoce que se encuentra delante de una gran película cuando esta consigue sacudirte la modorra intelectual de tanta televisión superficial y redundante, y no te queda más remedio que desentumecer cerebro y corazón, aprestar el oído, afilar la inteligencia o emocionarte hasta las lágrimas.
Luz silenciosa, de Carlos Reygadas, fue la gran ganadora del pasado Festival de Cine Latinoamericano en La Habana. No estoy diciendo que carezcan de utilidad para muchos espectadores el mapa, la brújula y hasta el talismán que puede aportar el trabajo de los buenos críticos y sus selecciones. Hay un incuestionable valor orientador, didáctico, de apertura y proposición, en este tipo de jerarquías. Queda en manos del espectador atenderlas, anotar en su memoria estos títulos, celebrarse porque a él también le parecieron formidables, o ir corriendo a ver aquellas otras películas que los críticos jamás mencionamos siquiera, y cumplen con la función de entretener o divertir sin mayores consecuencias.
Claro que para cumplir medianamente con la función de recomendar filmes enriquecedores y corregir valoraciones espurias, esta selección anual de los críticos tiene que disponer de un espacio de exhibición (desde hace muchos años inexistente): de modo que estos títulos, por lo regular difíciles y poco vistos, alcancen otro aire, una segunda oportunidad de encontrar su público y de ser odiados histéricamente o amados hasta el fanatismo o que puedan ser incluso, ¿por qué no?, valorados con mayor serenidad fuera de las prisas de festival o las urgencias de las ciclos en la Cinemateca.
Recuerdo con nostalgia aquella época en que la Cinemateca programaba regularmente, cada enero, los títulos elegidos por los críticos y periodistas cinematográficos cubanos. Solo así la selección tiene algún sentido más allá de la inútil vanidad intelectual, o del conciliábulo entre conocedores e iniciados. ¿Será que es imposible retomar aquella buena costumbre?