Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Procrastina usted?

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Usted debería haber arreglado la gaveta rota del mueble de la sala hace semanas. Su vecina, aún cuando lo planifica a diario, debería haber llamado a su compañera de trabajo para saber cómo se siente luego de la operación. Su amigo, hace meses, debería haber buscado la pieza que evitaría ver ese trozo de tela envuelto en la sifa del lavamanos. Su hija ya debería haber definido el tema de investigación para su tesis de licenciatura. Yo debería haber escrito este comentario hace horas.

Lo que sucede es que, en muchos casos, la procrastinación nos gana. Aplazamos la realización de algunas actividades, aún siendo conscientes de la importancia que poseen. Mañana lo hago, decimos, y mañana el tiempo pasa y otras circunstancias nos envuelven en otras dinámicas.

¿Cuándo lo lamentamos? Cuando nos percatamos que la fecha límite de la convocatoria es al día siguiente y ya no tenemos tiempo para elaborar una propuesta digna. También lo lamentamos cuando el ser querido muere o se marcha del país y no le hicimos la visita tantas veces anunciada. Lloramos, incluso, cuando comprendemos que la llamada telefónica que prometimos hacer hubiera cambiado el rumbo de los acontecimientos… pero no la hicimos.

Nos enfurecemos con nosotros mismos cuando el premio al esfuerzo se lo lleva otro, sabiendo que podíamos haberlo logrado si no lo hubiéramos postergado tanto. Nos avergonzamos de saber que, si hubiéramos revelado nuestras intenciones, la relación que soñábamos no se hubiera acabado.

Procrastinar es un mal que aqueja a muchos. No se trata de una cualidad del carácter, no. Se relaciona, más bien, con el manejo que hacemos de nuestras emociones, de nuestras responsabilidades y, por consiguiente, del empleo del tiempo.

Sucede que, en no pocas ocasiones, diferimos aquello que nos genera pereza o desapego, por alguna razón. Aunque nos interese realizar la actividad, quizá en sí misma no es placentera, o tal vez pensamos que no la haríamos bien del todo y nos evitamos el «fracaso» sin siquiera haberlo intentado.

Justificamos el no hacer lo que debemos con las otras ocupaciones que nos agobian, el poco tiempo, los hijos, las demandas del trabajo… en fin. Y a algunas personas se nos convierte en un padecimiento crónico, porque entonces preferimos resolver lo que a corto plazo se nos muestra más necesario, y aquello, lo que en realidad rendirá frutos a largo plazo, se va amontonando.

Aclaro. Aunque la depresión, la hiperactividad, la ansiedad y otros trastornos inciden en que algunos procrastinen más que otros, en realidad se trata de un proceso consciente en sentido general. El miedo al fracaso, la falta de motivaciones, el perfeccionismo en una tarea olvidando otras, el agobio mental por tener tantas actividades que hacer, e incluso el sentirse a gusto trabajando bajo presión son otras de las razones por las cuales postergamos.

Le convido, mediante estas líneas, a superarlo. Establezca sus metas en orden de prioridad y recompénsese a sí mismo al cumplirlas en plazos perfectamente posibles, porque tampoco va a autoagredirse exigiéndose lo inalcanzable. Elimine distracciones, diga que no cuando considere su agenda bastante colmada y, muy importante, tenga a su alrededor a personas eficientes y productivas. Alguien que tenga el mismo mal no le será de mucha ayuda.

Despójese del mal hábito y a cambio se sentirá mil veces mejor. Incluso la maldita costumbre de compararse con otras personas «más exitosas, con mejor suerte», la abandonará. Cosechará los frutos de su propio actuar. Se sentirá mejor consigo mismo y con los demás y, sobre todo, dormirá en paz.

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