Que ninguna dificultad haga bajar la productividad es la máxima con que los portuarios del Guillermón Moncada enfrentan la descarga de mercancías. Autor: Betty Beatón Ruiz Publicado: 09/10/2023 | 11:52 pm
SANTIAGO DE CUBA.— El sol es apenas una promesa en el horizonte y ya la disposición y el compromiso van y vienen entre muelles y patios del puerto Guillermón Moncada, donde estibadores, operadores de equipo, tarjadores, controladores, directivos, golpe a golpe, como los buenos boxeadores, plantan cara a las dificultades y presiones de los tiempos.
Cada jornada es diferente, pero los protagonistas de estas faenas, sobre todo los más jóvenes, coinciden en que durante las siete horas de cada turno todo se pone en función de imponerse a las interrupciones y que los problemas no les hagan bajar la productividad.
El trabajo es continuo e intenso, y una vez que arranca, sobre las seis de la mañana, solo se descansa para las meriendas y comidas, cuenta Frank Sánchez, joven estibador, quien desde hace un año es contratado eventualmente todos los meses para la descarga de buques. Si no llueve o se para por alguna razón, expone, consigue tirar unos 5 000 o 6 000 sacos de arroz diariamente.
Tiene la suerte de que vive cerca del puerto, dice Frank, pero es testigo del esfuerzo de sus compañeros que residen en poblados como El Cristo y hasta en otros municipios, y deben madrugar cada jornada para llegar a tiempo.
Yorgenis Galán Tamayo es uno de los estibadores destacados del grupo uno, que dirige Ernesto, y aun cuando oficialmente le toca laborar en la tarde, respondió a la convocatoria de la dirección para dar continuidad a la descarga del arroz también en el turno de la mañana.
«Normalmente, si hace falta fuerza para completar un grupo se nos llama a doblar el turno, por eso estoy aquí. Vinimos y aunque ahora la llovizna nos ha obligado a parar otra vez, en la mañana logramos hacer algo, pues en una sola máquina tiramos casi 4 000 sacos. Aquí estamos y seguiremos, pues es lo que sabemos hacer», afirma mientras esboza una sonrisa.
La disposición de Yorgenis es también la de Omar Garmury, estibador, y Orlania Fernández, tarjadora; ella y sus compañeras aseveran que cuando hay barco doblan siempre. Los portuarios santiagueros, cada uno a su manera y con sus razones, multiplican esfuerzos en la carga y descarga de las mercancías que por vía marítima entran o salen del oriente cubano.
Respuestas sin miramientos
Tras un septiembre pobre en arribos, en el que solo manipularon unas 26000 toneladas de mercancías, el fin de mes trajo cierto movimiento con la llegada, el pasado día 26, del buque Grajales, con más de 15 600 toneladas de arroz.
Saben que se trata del cereal que demanda la canasta básica de las cinco provincias orientales, el que se espera con ansiedad en bodegas y hogares, por eso sacan el ímpetu que les caracteriza y responden sin miramientos.
Se extrañan los tiempos cuando en el puerto santiaguero se manipulaba más de un millón de toneladas de mercancías, dice la ingeniera Yamirka Roque Cardero, directora de operaciones desde 2021, y eso se siente en el ritmo de la terminal portuaria y en el bolsillo de sus trabajadores, una tropa en la que abundan los brazos jóvenes. Por eso cualquier retorno del movimiento a la rada se asume con la disposición que toca.
Vencer las dificultades
«El buque llegó el 26 de septiembre, y el 27 comenzamos a operar en la descarga, explica Jorge Luis Ramis González, jefe de operaciones de carga.
«Hasta ahora vamos bien, a pesar de que ha habido interrupciones por cuestiones meteorológicas, sobre todo por la lluvia en los turnos de la noche, que son parte del oficio, pero que provocan atrasos y tiempo perdido que después hay que recuperar, además de que afecta la continuidad de la intensidad del trabajo. La respuesta de nuestra fuerza ha sido más que positiva, estamos ávidos de trabajar», recalca Ramis González.
A las tensiones financieras se suman otras presiones de la Cuba de hoy, como las limitaciones con el transporte obrero, aquejado a veces por la falta de combustible y de piezas de repuesto; dificultades con la disponibilidad técnica de algunos equipos imprescindibles en las operaciones, que restan tiempo; o los aprietos con la logística de la alimentación que no siempre consigue estar al nivel del esfuerzo físico que implica el oficio.
Razones como esas obligan a la ingeniera Yamirka Roque a estar lista y pendiente desde bien temprano de las condiciones de cada jornada. ¿Llegó la guagua?, ¿el montacargas?, ¿tienen completa la gente?, son preguntas previas al recorrido matinal por los almacenes, el barco y el muelle para precisar si marcha la planificación diseñada desde el día anterior para la atención a los diversos procesos.
«El día entero lo pasamos caminado y buscando soluciones a los problemas que enfrentamos, que no son pocos, pues estamos dentro de la misma situación económica del país; a veces no hay combustible, líquido de freno, los montacargas no tienen baterías, gomas y hay que buscar la manera de resolver el problema y logar cumplir los planes. Tenemos todo el apoyo de la dirección de la empresa, que coopera mucho, da ideas».
Mientras concluyen la descarga del buque de arroz, labor que este fin de semana simultaneaban con el embarque de 960 toneladas de sal con destino al occidente del país, muestran la misma disposición para operar un anunciado barco de chicharos, trabajo que encararán, ratifican, con el ímpetu de siempre.