BAYAMO, Granma.— Fue el pequeño de tercer grado, Cristhian Sánchez, quien recordó la frase martiana, contenida en La Edad de Oro: «Los niños debían echarse a llorar cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo».
El alumno evocó la sentencia del Apóstol en la asamblea municipal V Congreso de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM) para reafirmar que sin estudiar en cada jornada no se puede crecer espiritualmente en esta vida.
Y después, con sus palabras, soltó una verdad que, aunque repetida, a veces no advierten padres o maestros: existe un grupo de estudiantes que solo acuden a los libros para vencer un grado u obtener una nota y no para aumentar su cultura. Este mal, cuando pasan los años, se torna crónico.
Los pioneros David Alejandro Pérez y Yanai Cabrera expusieron que no todas las casas de estudio funcionan como deberían, en parte porque los padres de esos hogares se despreocupan o no exigen lo suficiente.
Esas preocupaciones sobre el estudio individual se entroncaron con la intervención de Yamilé Ramos Cordero, presidenta nacional de la OPJM, quien remarcó que ese viaje constante y necesario a los libros cada día no supone, como todavía se cree, matricular mañana una carrera universitaria.
«Hay que prepararse para el futuro y pensar en el país que tendremos, con sus urgencias y necesidades», subrayó.
Al respecto, refirió una idea ya esbozada en otras asambleas y que todavía no ha calado en la familia cubana, la que se acostumbró al sueño imprescindible del Alma Máter: se ha de mirar a las ingenierías y licenciaturas, pero más a los oficios: zapateros, plomeros, costureros, constructores, barrenderos... Y eso no significa deshonra alguna.
Pero, lamentablemente, todavía no se ha instrumentado, como se alegó en la asamblea, un programa televisivo nacional que hable sobre la formación vocacional e incentive la curiosidad en los niños por esa u otras tareas que la nación requiere.
Como tampoco se han articulado los suficientes círculos de interés en los que se hable del campo y del taller. Y a esos déficits hay que ponerles un bombillo rojo, más allá del V Congreso pioneril.