Los jóvenes cubanos tienen unos valores sociales y morales que los distinguen del resto. Autor: Edelvis Valido Publicado: 21/09/2017 | 04:53 pm
«La sociedad en la que nos movemos ha inventado muchos sistemas para obligarnos a actuar de un modo determinado, sin que nos enteremos demasiado. A través del vestido podemos suponer ciertas características de los individuos que se nos escaparían si anduviesen desnudos; por ejemplo, su procedencia social, su nivel de cultura, su trabajo, sus gustos, su tipo de vida, y sobre todo su nivel de poder. El vestido de alguna forma es vehículo de información».
Así afirma la periodista española Margarita Rivier en su libro La moda: ¿comunicación o incomunicación?, citado por la especialista Yeisa Sarduy Herrrera en su trabajo de diploma dedicado a la moda y sus principales características, que ella define como la imitación y la diferenciación.
Juventud Rebelde se acercó a la joven investigadora, entre otros especialistas, con el fin de conocer los pormenores de la moda, a la que muchos afirman nadie escapa, incluso en una sociedad socialista como la nuestra.
«La moda como fenómeno social lleva implícita la imitación y la diferenciación. En el caso de los jóvenes universitarios, incluso la juventud toda, estas aristas se pueden apreciar mucho. ¿La imitación por qué? Primeramente los patrones de referencia a los que los jóvenes hacen mayor alusión son los medios de comunicación, las revistas y lo que ven “que se usa en la calle”, lo cual viene importado, y sobre todo por íconos sociales que deciden imitar.
«Los universitarios no quedan exentos de eso; quizá a ellos los distingue un tipo de música, pues decir universidad era decir trova, y la vestimenta es un elemento que conforma o construye la identidad. Podría parecer que hablamos de un sector homogéneo; sin embargo, son muy diversos y en la vestimenta podemos observarlo. Ahí se evidencia la diferenciación. En la medida en que me quiero distinguir y quiero que sepan que formo parte de un grupo determinado entonces voy a portar lo que ese grupo me exige para formar parte de él, crear mi identidad personal y a la vez brindar mi imagen de una identidad social a través de una identidad propia».
Según Yeisa, los procesos de imitación y diferenciación podrían apreciarse de forma antagónica, cuando son las dos caras de una moneda. Esto se debe a que la moda se caracteriza por ser un fenómeno cíclico y efímero, donde los estilos simplemente toman otros significados, y lo que se usó en otro tiempo, regresa a la palestra con nuevos bríos. «Los jóvenes universitarios conforman una masa bastante diversa —ahondó la licenciada—, y hasta en el interior de las mismas facultades puedes encontrar diversos grupos que manifiestan una forma de vestir desigual. Los medios de comunicación y en particular el uso de Internet sirven para la difusión de lo que se conoce como «tribus urbanas» o culturas juveniles. En estas encontramos jóvenes adolescentes con estilos de vestir iguales y determinadas prácticas y conductas, que forman parte de su propia identidad. Así, podemos hablar de los emos, freakis, repas, rasta…
«En la universidad existe además la distinción entre facultades; incluso en la misma facultad están los que siguen la moda y los que no. Mas no seguir la moda es una respuesta al fenómeno en sí mismo, pues nadie escapa a esta. Quien la sigue responde a los grupos que están insertados en este camino por sus condiciones económicas, y quienes dicen “yo no me visto así porque no sigo la moda”, adoptan una postura frente a ese fenómeno porque responden a la vestimenta de un grupo que no lo ve como un elemento esencial para su conformación, aunque sí tienen una identidad».
No vivimos aislados, y justamente en la sociedad las relaciones propician cuestionarnos qué nos vamos a poner, cómo luciremos. Eso no es más que la significación social de la moda, o sea, qué representa para el joven esa corriente que se debe seguir. Ahí cabe cuestionar si esa moda es para todos o vamos a lo que está de moda a nivel general.
«Si miras a otra provincia, muchos quieren llevar lo que se usa en La Habana, o se guían por Internet, revistas extranjeras, etcétera. Muchas veces obviamos los diseños realizados por los artistas cubanos y eso es fundamental. Se debe hacer un rescate y los estudiantes universitarios se acercan un poco a eso, porque mayormente se distinguen por la saya larga, usar muchos collares, muchos pulsos, los pañuelos y tienden a tomar confecciones propiamente cubanas».
¿Moda roja?
En la primera parte de esta investigación expusimos cómo la Moda, escrita así con mayúsculas, es «un sistema económico total y absolutamente capitalista, que depende única y exclusivamente de la economía de las personas, sobre todo de la mujer. Y aquellas que tengan un nivel económico altísimo son las que pueden llegar a sus rangos más elevados». Este criterio corresponde a la visión que tiene del fenómeno la experimentada diseñadora María Elena Molinet.
Sin embargo, otras interrogantes nos quedaron en el tintero, y con ese fin decidimos retornar a ella, aunque esta vez invitamos a debatir sobre el tema al diseñador Carlos Masvidal, presidente del Círculo de Creativos de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales. Una vez ambos en la redacción de nuestro diario, abrimos la interrogante: ¿Si la moda es un fenómeno de dominación capitalista, podemos hablar de esta en el socialismo?
—María Elena Molinet: Sí podemos, si se toma como modo de vida a partir de artículos fabricados de manera industrial. Aunque tengan una variedad en los precios, no deben ser exclusivos, como los diseños de las casas de alta costura parisina. Eso es lo que soñamos los diseñadores de vestimenta cubanos: que la ropa llegue a todo el mundo. Una de mis alumnas me dijo en una ocasión que entre los derechos del hombre debería incluirse el de vestirse con un traje digno y utilitario.
—Carlos Masvidal: La moda, junto a la necesidad de vestirse de los seres humanos, les es intrínseca en cualquier sistema social. El problema es cómo el sistema social opera con esa necesidad. La moda no es «moda» porque esté en un sistema social o en otro; existe por la necesidad de vestirse bajo determinados parámetros. El capitalismo la vuelve todo un glamour para ganar dinero, pero en el socialismo no he observado que se le haya hecho mucho caso. En Cuba hace muchos años hubo un Buró de orientación de la moda que trató de dirigirla y orientarla, aunque creó el patrón de lo que no se debía hacer.
Para este artista, si bien el capitalismo ha torcido el significado de la moda hasta convertirla en un fin en sí misma, el socialismo ha tenido muchos problemas con esta, siendo incluso su enemigo en algunas épocas: «Si llevabas un jean puesto tenías problemas ideológicos, y se relacionaba el buen vestir con el capitalismo. Esas cosas hoy no funcionan así, pues se amplió el espectro. Aquello creó un sentimiento a la inversa, pues la gente debe vestirse como desea y no podemos medir a la persona por la ropa que usa. Evidentemente vestirse bien (y eso es un término bastante amplio) es importante».
María Elena Molinet intervino entonces para aclarar que el fenómeno de limitación de atuendos es casi tan antiguo como el hombre. Así lo demuestra su libro La piel prohibida, donde se recoge desde el primer veto oficial en la Roma antigua. «De entonces para acá, la historia registra una serie de prohibiciones enormes; por eso el fenómeno no fue solo cubano. Siempre se han prohibido cosas cada vez que el hombre cambia su imagen. En un momento determinado se convirtió en moda marcar con atuendos de vestir a los judíos, entre otros grupos que estaban segregados», añade la acreedora del Premio Nacional de Diseño 2008.
«Es una prohibición al cambio —continúa Masvidal—, pero a la larga siempre termina imponiéndose, en tanto constituye un problema generacional. Determinadas modas identifican a determinados grupos, y es una especie de pasaporte para poder integrarte al mismo.
«Y esas son las otras características de la moda y el vestir, pues sirven además para identificarse y expresar algo. Inclusive por sectores hay una especie de “biotipo”, como en Salud Pública, donde muchas mujeres llevan el pelo corto teñido de rubio».
Según Masvidal, en el tema de la moda solo cogemos un tubo de ensayo del gran ajiaco que es la sociedad, pero no podemos separarlo de las condiciones económicas, políticas y sociales de un país. «El vestir hoy está muy condicionado por las posibilidades económicas de la población. Las dificultades económicas que atravesó Cuba fueron más allá de la Industria Ligera y afectaron a todos los sectores».
—Pero a la Industria Ligera no le interesó la vestimenta en su momento —expresó Molinet.
—De acuerdo —repuso Masvidal—, pero tomemos como ejemplo las camisas Yumurí. Al inicio gustaron, mas no supieron renovarse en sus diseños y entonces el interés por ellas se perdió.
—En aquellos tiempos la Industria Ligera casi no contaba con diseñadores —señaló María Elena.
—También no pudimos renovarnos tecnológicamente, y eso va en detrimento de la moda. Hace falta crear equipos multidisciplinarios que duren. Cada vez que encuentro alguno, al poco tiempo desaparece. Y un país no puede desarrollarse a punta de individualidades. En Cuba tenemos muy buenos diseñadores que son «lobos solitarios», pues trabajan para sí mismos, y en ese caso me incluyo. Si construyéramos equipos creativos en todos los ámbitos, podríamos multiplicar las fuerzas —dijo Masvidal.
Las necesidades de moda varían, además, en correspondencia con la edad de la persona. Masvidal contó cómo a los 15 años quería tener un pitusa y una chaqueta de mezclilla, «porque cuando tuviera eso todas las muchachas iban a caer rendidas a mis pies. Nunca lo tuve. Un día a los 40 años mi esposa me compró una chaqueta. La vi, me la puse, y me quedé sin palabras frente al espejo. Ella me preguntó si no me gustaba y yo le dije que sí, pero ya no significaba lo mismo para mí; no me hacía falta».
Entonces, ¿cómo implementar la moda en el socialismo?, inquirimos.
Para María Elena Molinet en Cuba la gente se viste de acuerdo con el criterio del comprador que viaja al exterior. «Insisto en que debemos fabricar una ropa que sea hermosa y utilitaria. Cuando existía el CAME tuve la oportunidad de asistir a algunos eventos en varios países socialistas para hablar de la moda. Allí quedé horrorizada, porque nada más se hablaba de la moda occidental y no pensaban en un sistema de ropa apto para la gran población. Se hacía lo mismo que en un país capitalista, pues los diseños estaban dirigidos a personas con mucho dinero. La excepción fue una vez Alemania, que presentó una colección hermosísima y asequible para las masas».
«Yo trato de ser más marxista —expresó Masvidal—. No veo a la moda desligada de las cuestiones económicas, como todo en la vida. Si no hay cambios en la base económica aparejados al desarrollo no podrá implementarse la moda. Pero en nuestro país eso no se ha podido hacer porque necesitamos desarrollar primero otros sectores. Hasta que no haya un repunte económico no podemos pensar en cambiar.
Molinet no estuvo de acuerdo: «Sí podemos hacer algo con la pequeña industria; el arquitecto Iván Espín trató de hacerlo hace algunas décadas, pero nunca fructificaron sus empeños».
Luego de una sonrisa de aprobación, Masvidal prosiguió: «En el período especial se acabaron las producciones de muchas cosas en Cuba y empezaron a abrirse nuevos campos, patrones de medida e íconos. Las generaciones nacidas dentro de esta etapa crecieron con otras experiencias. El turismo internacional le dio otra visualidad al país. Las nuevas generaciones de diseñadores tienen ahora otra filosofía de trabajo, pues se desarrollaron dentro de la llamada era de la información. Este mundo es otro; por eso hay que buscar nuevas filosofías.
«Si no tomamos la moda más en serio, perdemos espacio en el campo ideológico, en tanto perdemos la iniciativa. Esas necesidades se vuelven a la vez armas ideológicas, por donde nos pueden atacar con mucha fuerza. Los jóvenes cubanos, en su mayoría, no usan imágenes identificadas con la cubanidad y ahí empiezan otros problemas, porque se pierde el sentido de pertenencia hacia los productos nacionales. Ninguna de estas cuestiones humanas se resuelve con medidas simplistas, pues todo es multifactorial. Y como mismo perdemos la iniciativa en la moda y el vestir la perdemos gráficamente, en el trabajo de la cartelística», puntualizó.
Finalmente Molinet resumió: «La vestimenta es tan seria como la alimentación, ya que el hombre necesita de ambas. Lo que no puede primar es el criterio económico, sino se deben crear cosas hermosas que prendan entre las personas. «Tenemos que vestirnos de acuerdo con nuestro clima, y la identidad la creamos desde adentro, con nuestras maneras de hablar y de socializar. La vestimenta no tiene libre albedrío, siempre responde al exterior y al interior. Al exterior porque depende del poder adquisitivo, y al interior en cómo sienta la necesidad la persona».
Psiquis en la pasarelaA pesar de que en la sociedad cubana el consumismo no se estimula bajo ningún concepto, «lo que nosotros somos está condicionado por distintos niveles de influencia», expuso la psicóloga Lourdes Domínguez, Doctora en Ciencias y profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. «Desde el punto de vista psicológico nosotros decimos que existen distintos períodos en los cuales se divide el ciclo vital humano —expuso Domínguez—. Entre esos períodos están el primer año de vida, la edad escolar, la adolescencia, la juventud, la adultez media y el adulto mayor. «Independientemente del sistema social existe un grupo de períodos en los que se divide el desarrollo humano y que se caracterizan por determinadas formaciones psicológicas distintivas. Una persona puede tener 45 años y desde el punto de vista cronológico puede ser un adulto medio, pero si desde el punto de vista psicológico tiene características de adolescente como ser inestable, cambio de pareja, inseguridad, pensamiento dicotómico, no responde a lo esperado para esa edad. «A pesar de que existen edades psicológicas que están en la literatura bien delimitadas, desde el enfoque psicológico-histórico-cultural el contenido de esa subjetividad va a tener un condicionamiento histórico-social. «Las cuestiones que las personas piensan, vivencian, de alguna manera se interiorizan y están en el medio social donde viven. Pero esa interiorización no es mecánica, sino que el sujeto siempre va a mediatizar la influencia externa; por eso puede haber dos sujetos inmersos en las mismas condiciones educativas y sin embargo tienen motivaciones y desarrollo intelectual diferentes. De ahí que el uso exagerado de la moda sea una característica de la adolescencia como edad psicológica». Para la doctora lo que somos está condicionado por distintos niveles de influencia. La más cercana es la familia; otra más lejana es la sociedad y dentro de esta la comunidad. «No vivimos en una campana de cristal. Cuba tiene una apertura al mundo y los turistas vienen y traen sus modas. No es inexplicable que los jóvenes y adolescentes cubanos posean ese deseo por una moda que está por encima de sus necesidades, pero es que el objeto crea la necesidad. Y en la medida que se sabe que hay unos tenis que se llaman Converse y en el grupo se valorizan mucho, el adolescente lo valoriza. Él tiene como el centro de su vida quedar bien con sus coetáneos. A lo mejor hay algunos que no siguen la moda, pero un poco por estar en grupo, no parecer fuera de grupo, se deja llevar por esta tendencia. «En la adolescencia se da lo que en la literatura es conocido como la crisis de la adolescencia. La misma está condicionada por tres factores: desde lo biológico por el conjunto de cambios llamados transformaciones puberales, que abarcan desde el peso y la estatura hasta cambios endocrinos muy fuertes. Desde el punto de vista psicológico la imagen ocupa un lugar central. No se puede ver como una desviación de lo psicológico que un adolescente se preocupe mucho por la imagen corporal, porque desde lo psicológico él está formando su identidad personal en tanto responde a la pregunta “quién soy”. La apariencia en esa edad forma una parte importante de esta interrogante. «Por eso si en ocasiones no tienen ropa o determinados objetos que poseen otros adolescentes muy valorizados dentro del grupo, pueden aparecer sentimientos de minusvalía. De ahí que no quieran asistir a una fiesta si no se pueden poner la ropa para estar a la altura de los otros y eso es una característica de la edad. Desde el punto de vista social el púber está en un punto intermedio: ni es niño, ni es adulto, y esto genera conflicto con los mayores. Para la doctora lo importante no es librar una batalla contra el uso de la moda, sino preocuparnos por atender que no se genere una mente consumista. «Una cosa es que te guste ponerte una ropa de última moda y otra es que dejes de ser quien eres para que el sentido de tu vida sea una marca. Si el adolescente en sus relaciones se aleja de su medio para estar a la moda e incurre en conflictos morales y éticos, entonces hay que preocuparse. «La literatura recoge que el turismo trae consigo fenómenos variados, como querer imitar las tendencias y costumbres de otros países. Los jóvenes cubanos tienen unos valores sociales y morales que los distinguen del resto, y esos no deben perderse». |