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Chapucerías, y sin propiedad ni gas

Desde Ayestarán No. 217, apto. 8, entre Perfecto Lacoste y Néstor Sardiñas, Luis Amate Pomariega relata la contradictoria sensación de estar agradecido por esa vivienda que se le asignó allí, y a la vez muy preocupado por los malos trabajos y chapucerías que presenta.

Refiere que la entidad ejecutora de ese edificio es la Empresa Constructora de Obras de Arquitectura 3 (ECOA 3), que dio por concluida la obra con un sinnúmero de pésimos acabados.

«De la conformación habitacional, manifiesta, no existe un objeto de obra donde no deje de percibirse la chapucería desde el techo, en entrepisos, baño, puertas, ventanas, rodapiés. Y cuando se habla de terminación, es de esperarse buena presencia y calidad. No abrigo la necesidad de exquisiteces, pero mucho menos la masividad de malos trabajos».

Señala que han pasado cuatro años, y todos los malos trabajos están saliendo a flote. Todo ha quedado en total silencio y pasa al olvido. Nada se resuelve. Y hemos tenido que reparar por nuestra cuenta todos los desastres acometidos por la Ecoa 3.

Revela el contraste entre la felicidad disfrutada por los beneficiarios de esos apartamentos y la posterior evidencia de tantas «chambonadas».

«Nos encontramos con la dura realidad de no poder legalizar nuestras respectivas propiedades, afirma. Nos molesta que no se haga nada. Lo mismo sucede con la instalación del gas.

«Ojalá que los responsables de esta triste realidad se presenten en este lugar con valentía y entrega, no con palabrerías demagógicas, y puedan verificar todo lo antes expuesto», concluye.

Peligro en la acera

Francisco H. Pérez Sanfiel (Calle 12, No. 20, entre 1ra. y 3ra., Vedado, La Habana) relata que en su propia cuadra hay, en plena acera, un registro de aguas albañales tapado con un cilindro de madera que sobresale aproximadamente una pulgada, y fue puesto por los dueños de una cafetería, para evitar la salida de esas aguas sucias.

El obstáculo es un gran peligro, dice, pues ha provocado accidentes a personas de avanzada edad, y aún no ha sido quitado, a pesar de lo fácil que resulta cortar el cilindro a ras de la acera, o situar una tapa adecuada.

Precisa Francisco que en el último de sus cuatro reportes a Aguas de La Habana sobre el asunto, una joven muy cortés y agradable le sugirió que lo hiciera él mismo.

«Yo, que no tengo autoridad ni fuerzas para hacerlo. Tengo 88 años…», concluye el veterano.

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