Acuse de recibo
Ysnayanzis Mosquera Baldoquín reside en Mártires de Barbados no. 4, entre Lucas Ortiz y Martí, reparto Primero, en la ciudad de Las Tunas. Pero desde un tiempo a la fecha, siente que vive «en una jungla, donde prima la ley del más fuerte».
Todo comenzó en junio de 2015, cuando los vecinos de las calles Mártires de Barbados, Lucas Ortiz y algunos de la Carretera Central vieron ultrajada su tranquilidad, la paz a la que tan acostumbrados estaban. En la Pista Joven, aledaña al parque 26 de Julio, más conocido como la Feria, se decidió colocar una discoteca, que atormenta a las familias que viven en el área, con música ensordecedora hasta altas horas de la madrugada.
En un principio, afirma, se dijo que sería solo por la temporada estival. «Sumidos en este engaño, refiere, los vecinos decidimos hacer de tripas corazón y aguantar dos meses. A fin de cuentas, el verano es el verano. ¡Qué ilusos fuimos!».
Concluido el verano, se hizo oficial que dicha área se declaraba permanente, pues había sido asignada al Centro de la Música. «Escudados en la diversión de la juventud, los vecinos estábamos obligados a quedarnos sordos y locos, pues no hay nervios ni oídos que aguanten tamaña falta de respeto», enfatiza.
El área, describe, es una explanada, sin una sola pared que retenga el ruido que allí se produce. Está situada en el corazón de la comunidad, rodeada de viviendas.
Primero los vecinos lo plantearon al delegado de la circunscripción, quien tramitó el asunto hasta donde pudo y tuvo la oportunidad de ver cómo hicieron caso omiso a sus planteamientos. El 15 de octubre entregaron una carta donde explicaban la situación, avalada por la firma de 64 vecinos, a los gobiernos Municipal y Provincial, a la Dirección de Higiene y Epidemiología en el territorio y a la Delegación Provincial del Citma.
Como resultado, una comisión los visitó, y un especialista de Higiene se personó en casa de Ysnayanzis en la noche y comprobó la veracidad de la denuncia y del daño que causa para la salud humana estar expuestos a una música muy alta, que genera un alto grado de estrés en la población.
Terminadas las investigaciones, que duraron alrededor de un mes, la queja se declaró con lugar. Dieron razón a los vecinos. Se personó entonces en el hogar de la remitente una funcionaria de Cultura provincial, con un plan de medidas que establecía poner música solo de jueves a domingo, desde las tardes hasta las 2:00 a.m., excepto los domingos, que sería hasta las 6:00 a.m.
«Por supuesto, refiere, me declaré inconforme. Esto no resuelve el problema en cuestión. La semana tiene siete días y de ellos cuatro van a ser un tormento, cuando en realidad no debía ser ni uno. Solo una medida de las propuestas solucionaría, al menos en parte, el problema. Sería cerrar la instalación, o construir paredes y hacer realmente una discoteca, con la debida infraestructura que requieren estos lugares, evitando la contaminación acústica».
Con similar propuesta fueron a su hogar el director de la Casa Insólita y otro de la Casa de la Música, además de comprometerse a que la música se pondría a niveles aceptables y que ellos velarían por el asunto.
Pero el sábado 13 de febrero la casa de Ysnayanzis retumbó nuevamente con la música de la Pista Joven. «Fue un avance de lo que se avecina. En ambos casos me declaré inconforme (...)».
La remitente pregunta: «¿Realmente pueden poner una discoteca al aire libre en plena comunidad de vecinos acabando con la paz de todos? ¿Pueden privarnos de un derecho humano elemental, que es el derecho a la tranquilidad ciudadana?
«¿Es justo que nuestro hogar, el único lugar donde nos podemos desestresar sea, al contrario, fuente de estrés? En mi caso particular, tengo un niño de un año y una niña de siete. ¿No tienen ellos derecho a dormir en paz?».
Ysnayanzis plantea que se encuentra en un callejón sin salida, pues sabe que hay leyes que la protegen, pero no se cumplen y el problema continúa.
«Muchos me han dicho que abandone la lucha, que no hay nada que hacer», dice, y seguidamente afirma que como buena cubana aprendió «a luchar por mis derechos y no claudicar jamás cuando de reclamarlos se trata».
Alguna solución habrá que buscar en el país, no solo en Las Tunas, para congeniar la necesaria expansión musical de la juventud con la tranquilidad y la paz de los vecinos. ¿Por qué no construir discotecas en sitios cerrados, como en cualquier parte del mundo, o al menos más apartados, y no en áreas residenciales?