Acuse de recibo
Dos preocupaciones nos remite el holguinero Juan Simonetty Ramos, desde calle Celia Sánchez Manduley No. 17, municipio de Antilla. Su primera inquietud es que quienes deben salvar vidas también son seres humanos, por tanto, han de cuidar las suyas. Esta conclusión, que a simple vista puede resultar demasiado obvia, no lo es tanto cuando uno conoce, por la misiva, que los salvavidas que laboran en varias playas del municipio de Antilla, como La Caimana, Barrancones, El Bañito y Playa Jamaica, tienen que desempeñar su función a pleno sol, sin las imprescindibles sombrillas.
Este elemental aseguramiento logístico debió haberse previsto antes de que comenzara la etapa veraniega, opina el remitente, quien se desempeña como socorrista voluntario de la Cruz Roja.
La carencia, señala, se ha puesto en conocimiento de las autoridades gubernamentales del municipio y la dirección de salud allí, pero al momento de escribirnos (20 de julio), nada se había resuelto aún.
Son muchas las enfermedades que puede provocar la exposición prolongada al sol, recuerda el holguinero en su carta, entre ellas el cáncer de piel. ¿Qué dicen las instituciones implicadas al respecto?
El segundo problema al que se refiere Juan Simonetty Ramos es harina de un saco muchas veces abierto en esta columna, pero que parece como esas ecuaciones matemáticas sin solución: los uniformes escolares.
Cuenta el holguinero que al dirigirse a la tienda de su municipio de Antilla para obtener el uniforme de su hijo con el bono que entregaron a tal efecto, solamente pudo alcanzar la bermuda y quedó pendiente la camisa.
Alguien le comentó al papá que se había tardado mucho en ir a comprarlo, pero en la propia tienda, refiere él, le habían explicado que su bono tenía validez hasta diciembre.
En una fecha anterior se vendieron las referidas prendas de vestir a los papás de alumnos que, como el hijo de Juan, pasan para sexto grado, pero el remitente no pudo adquirirlas en ese momento porque no contaba con el dinero necesario, apunta. Además de eso, él estaba confiado en que tenía hasta fin de año para dicha gestión.
El lector se pregunta si el bono que le entregaron no constituye una garantía de que estarán disponibles las piezas de vestuario cuando uno vaya a adquirirlas. Ahora, ¿cuándo podrá comprar la camisa de su hijo?
A la camagüeyana Sonia Polo Sánchez (calle René Ramos No. 72, Sibanicú) no le cabe la gratitud en el pecho cuando recuerda a las tantas personas que «sin objeciones ni “trajes” y con mucha amabilidad» atendieron a su hermano, aquejado de un derrame pleural y un empiema pulmonar.
El paciente «fue recibido en la sala de Medicina del hospital Amalia Simoni por el doctor Robertico y su equipo, quienes no escatimaron recursos ni tiempo para resolver su problema, siempre con la mejor de las sonrisas y el abrazo familiar», evoca la agramontina.
También el hermano de Sonia y la familia toda sintieron la profesionalidad del team de neumólogos de la institución hospitalaria, con la doctora Yamilet al frente.
De igual forma, en el hospital Manuel Ascunce Domenech, los colectivos de las salas de Terapia Intensiva y de Cirugía, y especialmente su director, el doctor Miguel García, no solo contribuyeron a que la operación de pulmón del enfermo fuese un éxito, sino que también llenaron de esperanzas a la familia. A todos ellos, gracias.
¿Por qué el pago del servicio que ofrece Aguas del Sur no se puede efectuar por tarjeta telebanca?, pregunta en su carta el capitalino Rogelio Mederos Fernández (Bella No. 62, entre Cisneros y Finlay, Los Pinos, Arroyo Naranjo). Este método de pago, a juicio del remitente, es excelente: cómodo, gratuito, respetuoso. Sin embargo, cuando vienen a cobrar los encargados de Aguas del Sur muchas veces no tienen cambio para el vuelto. Y esto, que puede resultar para algunos una cifra insignificante; a la larga, contando todas las viviendas y todo el año, integra grandes sumas, opina el lector.