Acuse de recibo
Ahora en sequía, José Nogueiras León (Calle 3 No.1, entre 2 y 6, central José Smith Comas, Cárdenas) presagia una calamidad cuando arrecien los aguaceros en temporada de lluvia, allí en el barrio El Congo donde vive, zona baja, de 40 viviendas, todas de mampostería.
El problema es que en temporada de lluvia y ciclones, El Congo suele inundarse, por el abandono en que están las zanjas de drenaje, las cuales en su mayoría vierten sus aguas a un canal o zanja principal.
Esa zanja principal está obstruida hace tiempo por falta de limpieza y mantenimiento. Es un muestrario del oportunista marabú y otras malezas. Y cuando las lluvias arrecian, las aguas retroceden y amenazan con penetrar en el barrio.
Lo más preocupante es que a ese desagüe central obstruido van a parar las aguas residuales de la fábrica de papel Capitán Guillermo Geilín, que están contaminadas por desperdicios químicos tóxicos.
Los vecinos han denunciado el problema en las asambleas de rendición de cuentas del delegado, y la respuesta es que no hay presupuesto para acometer el trabajo de drenaje y limpieza de la zanja. Así, eso suena definitorio, conclusivo… Pero huele a resignación.
Y cuando acuden al Consejo Popular, su presidente, que es tan sufriente del asunto como ellos, les responde: Eso está elevado; algún día tendrán que responder. «¿Quién responderá y cuándo?», tercia Nogueiras. «¿Cuando ya no exista solución ante la gravedad del problema?».
Pero si seguimos la ruta de Nogueiras y sus vecinos, la conclusión puede ser otra. Porque ellos bien saben lo que es el golpe de agua, como aquel del 31 de agosto de 2008, con las secuelas de un huracán: la marea les llegó a la cintura, y muchos perdieron sus colchones y equipos eléctricos.
Nogueiras pregunta si para empeños que van más allá de las posibilidades de una localidad no podrían crearse procedimientos especiales.
Cuando se generalice en Cuba el desarrollo local, que descentralice potestades y haga progresar la auotosustentabilidad financiera de los municipios, historias como estas habrán desaguado toda su impotencia. Pero mientras tanto habrá que vocear hacia arriba, a los lados y a todos los puntos cardinales, para que las aguas tomen su nivel en El Congo.
Lo otro, mucho más peligroso, es el impacto ambiental de la fábrica de papel.
Katia Díaz Blanco (Calle 385 entre 164 y 166 No. 37751 Apto. 23, Mulgoba, Boyeros,) es una trabajadora como tantas que en la capital enfrenta el difícil desafío de transportarse a diario hasta su centro laboral.
Ella considera que, en medio de tantas dificultades, las administraciones de los paraderos deben priorizar el reforzamiento de sus líneas en el horario de seis a ocho de la mañana.
En tal sentido, destaca como una solución de refuerzo la reciente incorporación de ómnibus de otras entidades, llamados «aspirinas», a la ruta Santiago de las Vegas-Vedado. Al principio, asegura, fueron muy efectivos; pero ya empezaron los «peros»…
Refiere que esos ómnibus de refuerzo ya no realizan el recorrido completo. Te cobran un peso por el viaje, pero vacían pasaje en 100 y Boyeros; y luego vuelven a llenar, salen de allí, y vuelven a cobrar un peso hasta G y 25, en el Vedado.
Katia cuestiona: «¿Es esta una medida implementada para mejorar el servicio? ¿Existe algún responsable de esto? ¿Por qué en la parada de Mulgoba dicen que van hasta 100 y Boyeros, si luego hacen el recorrido hasta G y 23? Si esto es alguna medida, le digo con certeza que no beneficia en nada al pueblo. Los afectados son los que van más lejos y deben por demás pagar el doble por el recorrido, que normalmente debería costar un peso…».
La otra inquietud de Katia es que cuando se rompe un ómnibus urbano en la capital, de los llamados P, ya el chofer no entrega comprobante para continuar viaje, como antes. «Los funcionarios del Ministerio del Transporte deberían pensar en alguna solución para esto, pues se está violando un derecho de los pasajeros», concluye la lectora.