Por mucho que se ha ganado en igualdad de género en las esferas pública y privada, en el imaginario social el pensamiento erótico femenino sigue siendo tabú
Se puede tomar de compañera a la fantasía, pero se debe tener como guía a la razón. Samuel Johnson
Un documental sobre las fantasías sexuales de 1 600 mujeres del sur de la Florida, en Estados Unidos, encabezó la lista de los videos más vistos en la web en diciembre último, seguido por los gritos de un cuidador de leones en Arizona que halló abierta la jaula de sus pupilos.
Fantasear sobre cualquier cosa es un don inherente a todos los seres humanos. Su grado de complejidad depende de los marcos culturales en que se genera el estímulo, pero su desarrollo tiene más que ver con la edad y el contexto que con el sexo biológico en sí.
Por mucho que se ha ganado en igualdad de género en las esferas pública y privada, en el imaginario social el pensamiento erótico femenino sigue siendo tabú… ¿Cómo puede resultar alarmante un fenómeno que debería ser común, teniendo en cuenta que la mitad de la población en el mundo es femenina y un alto por ciento de ella está hoy en la plenitud de su potencial vida sexual?
El prestigioso terapeuta español Paco Cabello describe la fantasía sexual como una especie de ensoñación que permite escapar brevemente de la realidad imaginando situaciones sexuales que tal vez nunca vamos a experimentar o que nos gustaría llevar a cabo en algún momento.
Un estudio citado por el sitio mexicano los40.com dice que el 71 por ciento de las mujeres tiene fantasías durante el coito, (aunque no siempre las comparte): la más frecuente es realizar prácticas que no se atreverían a probar en la realidad, y le siguen tener sexo con dos hombres a la vez, con otra mujer y con una persona desconocida, incluso a la fuerza.
Otros medios confirman esos resultados con sus propias encuestas y detallan como deseos más cerca de materializarse el practicar el coito con las manos atadas, o hacerlo en un vehículo, el probador de una tienda o un elevador, citados incluso con más frecuencia que otros lugares confortables.
Claro que de la fantasía a la realidad suele haber una gran distancia, como advierte la sexóloga Sylvia de Béjar, autora de los libros Tu sexo es tuyo y Deseo: Una mujer que imagina tener sexo con una multitud o masturbarse en un lugar muy público difícilmente lo lleve a la práctica mientras esté en su sano juicio.
A veces el solo hecho de imaginarlo es excitante, pero molesto, en cambio hay otras fantasías más detallistas que se pueden compartir con la pareja, las amistades o anónimamente.
El cubano Pedro Pablo Valle, máster en Sexología clínica, recomienda recrearnos con al menos dos fantasías eróticas cada día. No tienen que ser muy sofisticadas ni siempre con personas ajenas o situaciones exageradas: imaginarte con tu propia pareja en un intercambio picante o recrear un beso robado a alguien en la calle suele ser un estímulo poderoso que mantiene la autoestima en alza.
Cabello considera esas invenciones como una valiosa herramienta porque ayudan a vivenciar el placer en total libertad y en un ambiente ciento por ciento controlado.
Lo peligroso de obsesionarse con ciertas fantasías (como desear a la pareja de tu hermana o explorar el mundo homoerótico, por citar ejemplos comunes), es que la vida a veces te pone en situaciones límite y puedes exteriorizar ese secreto en algunas circuntancias. Luego no hay marcha atrás, aunque argumentes que no estabas en tus cabales.
Por otro lado, el terapeuta cubano emite una alerta para las nuevas generaciones: quienes se aficionan demasiado a la pasiva rutina de los audiovisuales olvidan fantasear por su cuenta y luego no logran imaginarse a sí mismos en un intercambio erótico más cercano a lo real, sin modelos despampanantes ni trucajes, y esa incoherencia suele causar disfunciones sexuales a temprana edad.
Para elaborar su libro Proyecto Tabú, la sexóloga Georgi-na Burgos entrevistó a más de 5 000 personas, buscando llegar al mundo interior sexuado de los demás. En ese intento corroboró que la mera fantasía es una herramienta para excitarse y llegar al orgasmo, con la ventaja de que mientras fantaseamos no nos exponemos a las consecuencias esperables en la realidad ni somos juzgados por nadie… a lo cual pudiéramos agregar que, desde el punto de vista práctico, soñar cuesta mucho menos y está siempre a la mano.