Actores de Berenjena Teatro en la obra teatral "Cualquier otro luger menos este". Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:55 pm
Tommy llega a casa con un regalo para su esposa. La pareja no celebra ninguna fecha especial y él definitivamente no es un hombre de detalles, pero ha traído un obsequio consigo. Le entrega a Verónica un pintalabios. Su intención: «maquillar un error», retocar la cruda realidad en la cual, día tras día, su mujer se convierte en la víctima de sus abusos.
La violencia de género, en sus múltiples variantes: física, psicológica, emocional, económica, sexual…, y la búsqueda de dos mujeres del sentido de sus vidas, conforman el discurso escénico de Cualquier otro lugar menos este, proyecto con el cual Berenjena Teatro mereció la beca El reino de este mundo, que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
La obra se presenta en el Bertolt Brecht. Con dirección artística y puesta en escena de Anaysy Gregory, es una adaptación del original (Any place but here) de la dramaturga estadounidense Caridad Svich. Descendiente de cubanos y considerada una de las alumnas más destacadas de la creadora María Irene Fornés, Svich presenta las amargas verdades que se entrecruzan en la existencia de dos matrimonios. La convivencia de ambas parejas está marcada por la decadencia emocional, el ambiente enfermizo provocado por la ausencia casi total de la comunicación y la descomposición de las relaciones interpersonales.
«Esta puesta en escena envía un mensaje sobre un fenómeno de alcance universal», asevera la joven dramaturga y actriz Anaysy Gregory, con quien dialogó Juventud Rebelde.
—¿Cómo llegas a este material de Caridad Svich?
—Es un texto que conocía desde hace tiempo. Lo había trabajado como aficionada. Por eso en mi quehacer profesional ya tenía claro que esta obra me gustaba. Decidí retomarla en un momento ideal, pues coincidía con los empeños que se llevan adelante para poner fin a la violencia contra las niñas y las mujeres.
«Me pareció adecuado, además, porque es una dramaturgia moderna, con una manera de decir muy de estos tiempos. La mostré en varios lugares hasta que fue presentada como proyecto en la AHS y obtuvo la beca El reino de este mundo.
«La adaptación también llegó a manos de otras organizaciones que nos dieron asesoría en los temas de violencia de género. Entre ellos el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR) y el Centro Félix Varela, así como las especialistas Marelen Díaz y Danae Diéguez».
El texto Cualquier otro lugar menos este está incluido en la antología Teatro Cubano Actual. Dramaturgia escrita en los Estados Unidos, volumen preparado por Lilian Manzor y Alberto Sarraín, que pertenece a la Colección Aire Frío, de Ediciones Alarcos. El título cuenta entre sus méritos llenar el vacío en la promoción de un quehacer dramatúrgico que, si bien tiene lugar fuera del país, conserva el aliento de las creaciones influenciadas por una herencia cultural compartida.
—Estamos ante una pieza necesaria, en tanto reflejo de una realidad urgente. No obstante, no deja de ser incómoda…
—Tuvimos una fuerte preparación. Fuimos instruidos acerca de las diferentes formas de violencia de género que existen. Podría parecer que esto es algo muy comentado, pero no es suficiente. Aún no está del todo incorporado. Siempre se asocia la violencia al golpe, por lo que se tiende a pasar por alto otras tantas formas que son igual de dañinas y dolorosas.
—Aunque no sea suficiente, esta lucha gana cada vez mayor visibilidad en las agendas y espacios públicos. El acercamiento a la violencia de género: ¿fue un reto o compromiso como mujer y artista?
—Indudablemente fue un desafío, pero lo asumí sobre todo como un compromiso. Durante la preparación que recibimos, advertimos que hay muchas personas ajenas al hecho de que están siendo violentadas, y existen otras tantas que ignoran cómo y dónde buscar ayuda.
«Lamentablemente, la mayoría no puede salir sola de ese problema, necesitan mucho apoyo, no solamente de las instituciones, sino de alguien cercano que también les tienda una mano. Eso intentamos hacer. Con eso nos comprometimos».
—La decadencia humana deja constantemente su huella en la trama. ¿Cómo enfrentó estas situaciones un elenco tan joven?
—Fue complejo porque no solo tuvimos que alistarnos psicológicamente. Exigió mucho en el plano de las emociones. Entramos en contacto con historias de vida y testimonios que daban cuenta de aquello que escenificamos. Fue necesario para entender esos caminos, sobre todo porque las mujeres y hombres del grupo son diametralmente opuestos a los personajes que encarnan. Pero desde el inicio aceptamos el empeño.
Los personajes femeninos están en busca de un sentido para sus vidas, explicaAnaysy Gregory (izquierda). Foto: Roberto Ruiz.
Para la actriz Anabel Suárez, que da vida a Lydia, un personaje caracterizado por la sumisión, fue muy arduo el trabajo. «No comprendía cómo podía ser tan resignada, por qué aguantaba esa situación insostenible. Es una mujer que todo el tiempo traga y traga, nunca explota. Me gustaría que todos aquellos que se sientan identificados con lo que sucede en la obra supieran que hay vías de salida y que siempre podemos pedir ayuda».
Hamlet Paredes, actor que da vida a Tommy, ratifica lo intenso del proceso. «Toda la etapa previa de investigación nos dotó de un punto de partida para llevar ese dolor a escena. Es una obra que requiere de mucha concentración porque está dividida en bloques, por lo cual debes estar totalmente centrado en tu personaje. Ha sido duro y hemos sufrido bastante. Se lo recomiendo sobre todo a los jóvenes, como un mensaje de alerta, un llamado de atención».
Mientras, la novel actriz Yeney Bejerano aspira a que todos nos identifiquemos con una verdad que, aunque no sea la propia, puede ser la de algún conocido que necesite de nosotros.
De cualquier manera, no pocas personas tienden a pensar que estas son circunstancias que nunca les van a tocar, por eso se sensibilizan desde un plano ajeno y lejano. ¿Cómo ha sido la reacción del público? Anaysy ofrece sus consideraciones:
«Los que más se nos han acercado han sido muchachos jóvenes. Las mujeres solo se aproximan en ocasiones para dar las gracias en voz baja. Pero es llamativo cómo los chicos se han sentido más motivados. En algún momento pensamos que tal vez el auditorio masculino se sentiría señalado, acusado, pero las mayores muestras de afecto han demostrado lo contrario».
—Esta labor les ha valido para convertirse en los primeros actores en sumarse a la campaña Únete…
—Esta iniciativa nos ha asesorado en cada detalle, en los conceptos que hemos manejado. La campaña ya contaba con artistas de la plástica y músicos, pero nosotros fuimos los primeros actores en incorporarnos.
Cualquier otro lugar menos este, que contó con la dirección general de Teatro de la Luna y la tutela de Raúl Martín, se suma a los esfuerzos por poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, objetivo fundamental de la campaña Únete, de Naciones Unidas, a la que Cuba se adhirió en 2012.
—Eso les marca un antes y un después. ¿Les interesaría seguir abordando la temática?
—Hay disímiles maneras de hacerlo y mucho campo para explotar. Esta es una obra que se aproxima a la violencia contra la mujer, pero está el problema de las masculinidades, que también es necesario visibilizar.
—La propia autora de la obra en alguna ocasión dijo que «el teatro es transformación». ¿Se ajusta la aseveración a las intenciones de Berenjena Teatro?
—Ojalá logremos transformar. Hasta ahora el balance ha sido positivo, pero conseguir cambios debe ser un propósito permanente, y eso se torna un camino más arduo a medida que la cotidianidad te pone a prueba.
—Esta es una obra escrita por una mujer, dirigida por una mujer y donde las féminas llevan el grueso de la carga emocional. ¿Cómo valoras la presencia de la mujer dramaturga en la escena cubana actual?
—Hay pocas todavía. Tenemos por ejemplo a Lilian Ojeda; de ella fue precisamente la primera obra que montamos, titulada El hombre que no estaba. Otro nombre importante es el de Agnieska Hernández. Considero que las dramaturgas cubanas están labrando su camino y cuando llegan se hacen sentir con fuerza, porque están marcando pautas. Yo pretendo seguirlas.
Tommy llega a casa con un regalo para su esposa. La pareja no celebra ninguna fecha especial y él definitivamente no es un hombre de detalles, pero ha traído un obsequio consigo. Le entrega a Verónica un pintalabios. Su intención: «maquillar un error», retocar la cruda realidad en la cual, día tras día, su mujer se convierte en la víctima de sus abusos.
La violencia de género, en sus múltiples variantes: física, psicológica, emocional, económica, sexual…, y la búsqueda de dos mujeres del sentido de sus vidas, conforman el discurso escénico de Cualquier otro lugar menos este, proyecto con el cual Berenjena Teatro mereció la beca El reino de este mundo, que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
La obra se presenta en el Bertolt Brecht. Con dirección artística y puesta en escena de Anaysy Gregory, es una adaptación del original (Any place but here) de la dramaturga estadounidense Caridad Svich. Descendiente de cubanos y considerada una de las alumnas más destacadas de la creadora María Irene Fornés, Svich presenta las amargas verdades que se entrecruzan en la existencia de dos matrimonios. La convivencia de ambas parejas está marcada por la decadencia emocional, el ambiente enfermizo provocado por la ausencia casi total de la comunicación y la descomposición de las relaciones interpersonales.
«Esta puesta en escena envía un mensaje sobre un fenómeno de alcance universal», asevera la joven dramaturga y actriz Anaysy Gregory, con quien dialogó Juventud Rebelde.
—¿Cómo llegas a este material de Caridad Svich?
—Es un texto que conocía desde hace tiempo. Lo había trabajado como aficionada. Por eso en mi quehacer profesional ya tenía claro que esta obra me gustaba. Decidí retomarla en un momento ideal, pues coincidía con los empeños que se llevan adelante para poner fin a la violencia contra las niñas y las mujeres.
«Me pareció adecuado, además, porque es una dramaturgia moderna, con una manera de decir muy de estos tiempos. La mostré en varios lugares hasta que fue presentada como proyecto en la AHS y obtuvo la beca El reino de este mundo.
«La adaptación también llegó a manos de otras organizaciones que nos dieron asesoría en los temas de violencia de género. Entre ellos el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR) y el Centro Félix Varela, así como las especialistas Marelen Díaz y Danae Diéguez».
El texto Cualquier otro lugar menos este está incluido en la antología Teatro Cubano Actual. Dramaturgia escrita en los Estados Unidos, volumen preparado por Lilian Manzor y Alberto Sarraín, que pertenece a la Colección Aire Frío, de Ediciones Alarcos. El título cuenta entre sus méritos llenar el vacío en la promoción de un quehacer dramatúrgico que, si bien tiene lugar fuera del país, conserva el aliento de las creaciones influenciadas por una herencia cultural compartida.
—Estamos ante una pieza necesaria, en tanto reflejo de una realidad urgente. No obstante, no deja de ser incómoda…
—Tuvimos una fuerte preparación. Fuimos instruidos acerca de las diferentes formas de violencia de género que existen. Podría parecer que esto es algo muy comentado, pero no es suficiente. Aún no está del todo incorporado. Siempre se asocia la violencia al golpe, por lo que se tiende a pasar por alto otras tantas formas que son igual de dañinas y dolorosas.
—Aunque no sea suficiente, esta lucha gana cada vez mayor visibilidad en las agendas y espacios públicos. El acercamiento a la violencia de género: ¿fue un reto o compromiso como mujer y artista?
—Indudablemente fue un desafío, pero lo asumí sobre todo como un compromiso. Durante la preparación que recibimos, advertimos que hay muchas personas ajenas al hecho de que están siendo violentadas, y existen otras tantas que ignoran cómo y dónde buscar ayuda.
«Lamentablemente, la mayoría no puede salir sola de ese problema, necesitan mucho apoyo, no solamente de las instituciones, sino de alguien cercano que también les tienda una mano. Eso intentamos hacer. Con eso nos comprometimos».
—La decadencia humana deja constantemente su huella en la trama. ¿Cómo enfrentó estas situaciones un elenco tan joven?
—Fue complejo porque no solo tuvimos que alistarnos psicológicamente. Exigió mucho en el plano de las emociones. Entramos en contacto con historias de vida y testimonios que daban cuenta de aquello que escenificamos. Fue necesario para entender esos caminos, sobre todo porque las mujeres y hombres del grupo son diametralmente opuestos a los personajes que encarnan. Pero desde el inicio aceptamos el empeño.
Para la actriz Anabel Suárez, que da vida a Lydia, un personaje caracterizado por la sumisión, fue muy arduo el trabajo. «No comprendía cómo podía ser tan resignada, por qué aguantaba esa situación insostenible. Es una mujer que todo el tiempo traga y traga, nunca explota. Me gustaría que todos aquellos que se sientan identificados con lo que sucede en la obra supieran que hay vías de salida y que siempre podemos pedir ayuda».
Hamlet Paredes, actor que da vida a Tommy, ratifica lo intenso del proceso. «Toda la etapa previa de investigación nos dotó de un punto de partida para llevar ese dolor a escena. Es una obra que requiere de mucha concentración porque está dividida en bloques, por lo cual debes estar totalmente centrado en tu personaje. Ha sido duro y hemos sufrido bastante. Se lo recomiendo sobre todo a los jóvenes, como un mensaje de alerta, un llamado de atención».
Mientras, la novel actriz Yeney Bejerano aspira a que todos nos identifiquemos con una verdad que, aunque no sea la propia, puede ser la de algún conocido que necesite de nosotros.
De cualquier manera, no pocas personas tienden a pensar que estas son circunstancias que nunca les van a tocar, por eso se sensibilizan desde un plano ajeno y lejano. ¿Cómo ha sido la reacción del público? Anaysy ofrece sus consideraciones:
«Los que más se nos han acercado han sido muchachos jóvenes. Las mujeres solo se aproximan en ocasiones para dar las gracias en voz baja. Pero es llamativo cómo los chicos se han sentido más motivados. En algún momento pensamos que tal vez el auditorio masculino se sentiría señalado, acusado, pero las mayores muestras de afecto han demostrado lo contrario».
—Esta labor les ha valido para convertirse en los primeros actores en sumarse a la campaña Únete…
—Esta iniciativa nos ha asesorado en cada detalle, en los conceptos que hemos manejado. La campaña ya contaba con artistas de la plástica y músicos, pero nosotros fuimos los primeros actores en incorporarnos.
Cualquier otro lugar menos este, que contó con la dirección general de Teatro de la Luna y la tutela de Raúl Martín, se suma a los esfuerzos por poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, objetivo fundamental de la campaña Únete, de Naciones Unidas, a la que Cuba se adhirió en 2012.
—Eso les marca un antes y un después. ¿Les interesaría seguir abordando la temática?
—Hay disímiles maneras de hacerlo y mucho campo para explotar. Esta es una obra que se aproxima a la violencia contra la mujer, pero está el problema de las masculinidades, que también es necesario visibilizar.
—La propia autora de la obra en alguna ocasión dijo que «el teatro es transformación». ¿Se ajusta la aseveración a las intenciones de Berenjena Teatro?
—Ojalá logremos transformar. Hasta ahora el balance ha sido positivo, pero conseguir cambios debe ser un propósito permanente, y eso se torna un camino más arduo a medida que la cotidianidad te pone a prueba.
—Esta es una obra escrita por una mujer, dirigida por una mujer y donde las féminas llevan el grueso de la carga emocional. ¿Cómo valoras la presencia de la mujer dramaturga en la escena cubana actual?
—Hay pocas todavía. Tenemos por ejemplo a Lilian Ojeda; de ella fue precisamente la primera obra que montamos, titulada El hombre que no estaba. Otro nombre importante es el de Agnieska Hernández. Considero que las dramaturgas cubanas están labrando su camino y cuando llegan se hacen sentir con fuerza, porque están marcando pautas. Yo pretendo seguirlas.