A. L.: Cuando voy a la playa o me pongo ropa de deporte se me marca mucho el pene y todos me miran. Cuando me ducho en la universidad todos voltean automáticamente la vista hacia mí. Cuando me monto en un ómnibus y voy de pie, he notado a algunas mujeres mirando mi entrepierna. ¡Qué vergüenza! Por suerte en la vida amorosa todo está bien, y siempre tengo relaciones con cuidado con mi novia, para no lastimarla. ¿Qué puedo hacer? Es que me da mucha pena.
Sería más fácil usar ropa menos ajustada, evitar las situaciones incómodas o dejar de buscar la mirada que avergüenza. Otra opción es aceptar ese gusto por lo que le avergüenza, sin hacer daño a nadie.
Renunciar a la mirada que lo apena implicaría perder esa satisfacción por una situación que también lo cautiva, pues no solo se expone a repetir esas escenas, sino que espera confirmar su logro en la mirada cautivada.
¿Cómo te incluye esa mirada que avergüenza? ¿Qué te hace volver a exponerte? ¿Por qué mantenerse al tanto de las miradas ajenas?
Son muchas las experiencias de la vida que repetimos, a pesar de vivirlas como si fueran molestas. Suele existir una satisfacción difícil de aceptar en eso que repetimos una y otra vez, aunque no nos parece digno de quienes somos o suponemos impuesto desde afuera.
Es recomendable asistir a una consulta profesional cuando empezamos a hacernos este tipo de preguntas y se nos hace difícil salir de lo mismo, a pesar de tener soluciones posibles.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología Clínica