Sexo Sentido convocó a un concurso de poesía de amor al iniciar la primavera, y este sábado estrena el verano con la publicación de los ocho poemas ganadores. Por correo electrónico circularemos el resto de los que concursaron, junto a una selección de poesía amorosa
El hombre es solo una fragua/ que en el pecado se exilia.
Odalys Leiva
Hay algo místico en tu rostro
la alquimia de profetas o paganos
o el autismo de la isla que te habita
Antes de ti existía inmaterial
Clavé señales en los mástiles
y la sequedad del silencio purificó mi carne
Te encontré tras la última puerta
Guardas en las manos sacramentos
que sedujeron mi carne
la candidez de los niños enfermos
Voy a guardarte al sur de mis arterias
Solamente así me quedaré inmóvil
tras el último golpe de las aguas.
(Aymé Perea, 30 años)
Canta por favor, sirena
en las corrientes de mis mares;
prometo no atarme a los mástiles
que me salven de tu abismo.
Tus cantos son el destino
de los pasos que perdí
mientras buscaba tu imagen,
cuando el alba se enredó en sus sábanas
y soñar ya no tenía sentido.
Canta por favor, sirena
arrulla en tu cintura
mis temores
guíame entre la multitud
de olvidos
hacia el naufragio seguro de tus costas.
(Noel Pérez)
No debemos olvidar
Que hay varias clases de amores
Y que entre espinas y flores
Ahí está el de la pareja
Que aunque se haya vuelto añeja
Conserva iguales colores
No ya los mismos sabores
El desgaste es evidente
Pero si hay amor se siente
Que los años no han pasado
Y hasta son apasionados
A escondidas de la gente
Viven pasado en presente
Disfrutan a su manera
Juntos una vida entera
Lograron consolidar
Que siempre se puede amar
Sin ser como vez primera.
Y aunque no sea primavera
Otoño tiene su encanto
Y si aún se aman tanto
No importa que la vejez
disminuya su altivez
también el silbido ¡es canto!
Para Ángela, la voz más linda que he escuchado por teléfono.
Tu voz refracta la esencia
Infantil que aún conservas,
Pues al tiempo le reservas
—juvenil— su transparencia.
Escuchada con vehemencia
Por mi amor en fantasía,
En ella vi la utopía
De tenerte sin estar,
De sentirte —en aire y mar—
Por la savia que te envía.
A lo intangible han tocado
Las ondas de mi silencio;
Paso a paso le sentencio
La vida que he transmutado.
Con palabras has cambiado
Lo más hondo de mi ser,
Puesto en ellas pude ver
Bien la piel de un cuerpo etéreo,
Reflejándose en lo aéreo
Con su casta de mujer.
Si este verso no llegara
A la altura en que la vi,
Considera que sentí
Lo profundo en su alma clara.
Si el azar nos revelara
Secretos de mis antojos,
Descubriré los despojos
Carnales donde el encanto
Se plasmare —en risa y llanto—
Fiel a tu voz en mis ojos.
(Yunier Corso, 30 años)
Quiero quererte así, sin descalabros,
Sin pensar en mañanas ni en ayer,
Sin segundas lecturas, ni desmayos,
Solo quererte así, como ha de ser.
Quiero llegar a ti, como un suspiro
Capaz de proyectarse sin excesos.
Sin detalles tortuosos o fingidos,
Solo llegar a ti, cual dulce beso.
Quiero perderme en ti, sin vanidades,
Sin gestos, sin sonidos… sin dolor.
Sin cuestionar mentiras o verdades.
Solo perderme en ti, como el amor.
(Guillermo Alayo)
Deseo tu cintura entre mis brazos
con la inocente lujuria de un niño
enamorado de su maestra.
Un beso robado a riesgo de perderte
de mi estrecho círculo de aciertos;
la armonía de tus tiernos desfiladeros,
valles de perdición que incitan
a cometer actos imperdonables.
Error de los hombres de entregar
el corazón completamente;
imposible fraccionar la presión
que revienta las venas de la insaciable
pasión por la belleza humana.
Palpito en ti con la intensidad
de la carne convertida en locura infinita;
grito para que sepas que sufro
cuando me castiga tu cuerpo.
¿Enamorarse es así?
Imperdonable que la víctima escoja
el instrumento que empuña el verdugo
para arrancarle el alma.
(Ricardo López)
Mujer de Cinemascope,
alargada y triste
se le antojó en el espejo,
a diferencia de que en escena
no había ni un hombre
ni una copa de vino
ni un beso, ni una flor.
Mujer de invierno,
el amor le dio la espalda.
En un viejo disco de acetato
se pega una canción.
Flameante como la chimenea,
sus ojos le seguían
con extraña atención.
¿No veis en sus ojos
ese fuego que quema, que arde
que brilla, que es luz?
Cerró sus ojos
Mujer de Cinemascope
y se apagó la llama
de aquella habitación.
(Ananay Bernal)