Las tecnologías inalámbricas se perfilan como una de las alternativas más viables para extender las telecomunicaciones a cada vez mayor número de personas
Recién la semana pasada uno de los grandes de la computación, la multinacional Apple Computer presentó su nuevo «juguete» tecnológico, el iPad, una Tablet PC que entre otras prestaciones permite descargar libros, imágenes y películas de forma inalámbrica, además de visualizar televisión digital.
Este artilugio se perfila, quizá, como el sustituto del teléfono también lanzado por Apple, el iPhone, que en poco tiempo logró millonarias ventas y se convirtió en uno de los equipos más comercializados.
Ya es casi imposible que cualquier dispositivo del mundo de las nuevas tecnologías que salga al mercado no tenga incorporado, como componente indispensable, la tecnología inalámbrica, para permitir la comunicación sin cables de ningún tipo.
Si las líneas de cables, empezando por el telégrafo en el Viejo Oeste norteamericano, fueron en su momento símbolo del desarrollo, todo indica que el futuro será inalámbrico.
La idea de no estar sujetos a un cable para comunicarse es casi tan vieja como el mismo telégrafo o la telefonía, aunque tardó casi un siglo en concretarse como forma fiable de transmisión.
Fue en la década de los 70 del siglo XX cuando comenzaron a verse los primeros teléfonos inalámbricos, que concretaron en la voz en tiempo real los anteriores experimentos exitosos que habían dado lugar a la radio, las transmisiones de frecuencia corta y otras ampliamente utilizadas ya para esa época.
Los primeros celulares debieron esperar todavía unos cuantos años antes de popularizarse, debido fundamentalmente a su gran peso, dada la necesidad de baterías potentes.
Ya en los albores de este siglo, tras un auge cada vez mayor de las comunicaciones inalámbricas, y en especial de la telefonía celular, la mayoría de los teóricos se plantean cada vez con más fuerza que los diferentes dispositivos y tecnologías deben confluir en uno solo, mirando hacia un nuevo tipo de «celular», que además de teléfono tenga muchas otras prestaciones.
Hablar y a la vez ver la imagen de la persona con quien conversamos, grabar, visualizar y transmitir fotos y videos, consultar correo, sitios de Internet, redes sociales, televisión y demás, se unen ahora a la posibilidad de hacer compras y pagos on line, todo gracias a la extensión cada vez mayor de las redes inalámbricas.
Estas, también denominadas en inglés wireless network, permiten la comunicación mediante ondas electromagnéticas, y tienen como principal ventaja la rápida instalación de la red sin necesidad de cableado, la movilidad que posibilitan y un menor costo de operación y mantenimiento, si bien la inversión inicial para hacerlas funcionar es relativamente alta.
Gracias a un sistema de «células» o áreas de comunicación que cubre una antena, un usuario de una red móvil puede estarse moviendo mientras habla o está conectado a Internet, pasando de una a otra antena sin que él lo note ni tenga que interrumpir lo que está haciendo.
A esto se une que, al transmitir en frecuencias de radio no demasiado elevadas, este tipo de comunicación no se ve interferida ni sufre atenuaciones por efecto de tormentas eléctricas o lluvias intensas, lo cual la ha hecho muy útiles en situaciones de desastres.
A esto hay que unirle que, al no precisar del tendido de cables, resolviéndose con la instalación de torres repetidoras, estas redes se convierten muchas veces en una solución ideal para extender las comunicaciones a zonas de difícil acceso o lugares remotos, abaratando considerablemente la inversión que con otra modalidad habría que utilizar, y por ende son una de las opciones preferidas para resolver el problema de la «última milla» o llevar la comunicación hasta el usuario final.
Desde la década de los 90 del siglo pasado comenzó en Cuba la instalación de redes inalámbricas, las cuales se han extendido considerablemente luego de la apertura de la contratación de teléfonos celulares, además de haber sido utilizadas para soluciones de comunicación en zonas apartadas o de gran densidad telefónica, donde se hace muy difícil tender un nuevo cableado y está saturado el existente.
Hoy, según fuentes del Ministerio de Informática y las Comunicaciones, se calculan en más de 600 000 los usuarios de teléfonos celulares, los cuales además del servicio de llamadas y mensajería de texto o SMS, también tienen disponibles otras facilidades, como la recepción y envío de mensajes con imágenes y gráficas.
Aún cuando han disminuido de precio gradualmente, y existe la intención de seguir acercando estos servicios a la población, todavía son caros la contratación de la línea de telefonía móvil y el costo por llamadas recibidas y hechas.
Esta situación pasa, entre otros factores, por tener que sufragar no solo el mantenimiento y operatividad de la red celular, la cual ve aumentado sus costos por los efectos nocivos del bloqueo norteamericano, que encarecen la compra de equipamiento y software.
Además la telefonía móvil tiene el reto de generar ingresos con los cuales amortizar las cuantiosas inversiones realizadas en la red celular.
Gracias a estos, según expresara a este diario Máximo Lafuente, vicepresidente de Servicios móviles de la Empresa Cubana de Telecomunicaciones (ETECSA), esta tecnología cubre ya en Cuba más del 67 por ciento del territorio cubano y más del 75 por ciento de los asentamientos poblacionales.
Por otra parte, el costo de las llamadas contribuye a la amortización de los gastos de las líneas de Telefonía Fija Alternativa, así como de los móviles asignados para diferentes objetivos sociales, servicios que se pagan en moneda nacional.
Esta situación implica que la mayoría del «tráfico», o llamadas realizadas a través de los celulares, sea subsidiado por el Estado gracias a los ingresos generados por los móviles pagados en pesos convertibles.
Las redes inalámbricas tienen como valor añadido, la posibilidad de ir abriendo poco a poco servicios de conexión inalámbrica a Internet.
Las conexiones inalámbricas no serán la única opción para seguir extendiendo las nuevas tecnologías a la población, aunque las múltiples bondades que estas brindan las situarán en un lugar privilegiado.