En días recientes los cienfuegueros festejaron en ciudades y barrios con sus carnavales, momento de distensión anual en medio de las vacaciones de gran parte del pueblo.
En el año 490 a.C., un soldado griego, Filípides, corrió 40 kilómetros desde Maratón hasta Atenas, para anunciar que los persas habían sido vencidos en batalla. El rol de mensajero —que no siempre hubo correos electrónicos— le costó la vida, pues cayó redondito en cuanto dio la noticia.
Hace nueve años resido, desgraciadamente, a 50 metros de una de las zanjas más sucias que tiene Cuba, en el municipio capitalino del Cerro: un verdadero «monumento» a la negligencia y el abandono.
Pedrito Herrera anda en trámites de jubilación; muy sigiloso, como si no quisiera dejar rastro. ¿A quién le importa que un viejo más se vaya a casa?, rezongará cuando lea esto. Y más de un lector se preguntaría lo mismo, si no supiera que este septuagenario, fecundo reportero de la farándula y de las noches de trasluz, ha dejado más de la mitad de su vida en la redacción de Juventud Rebelde.
Está muy bien que pongamos la mirada en esa trayectoria de 49 años vivida por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Porque desde que nació la organización —un día como hoy—, hasta ahora, las representantes de ese género maravilloso que guarda las llaves de las puertas a través de las cuales llega toda criatura al mundo, han deshecho innumerables ataduras.
Aquel gesto es como el pesebre del que nació una extraordinaria vocación moral: el bien de la patria está siempre por delante de todo, incluso la fortuna material y la vida. Cuba nació de una tradición ética paradigmática. Una de sus expresiones más conmovedoras es que se levantó a la lucha con sus ricos hacendados entregándose a la miseria y dándolo todo a la libertad.
Más que para calmar, las aseveraciones formuladas hace pocas horas por el embajador estadounidense en Colombia, William Brownfield, sirven para mantener la preocupación, latente desde que se conoció el inminente uso por Estados Unidos de siete bases militares de la nación andina. En entrevista a la cadena Caracol, el diplomático declaró que los «únicos» que debían sentirse amenazados son «los narcotraficantes y los terroristas (…)».
Me acomodé —nos acomodamos— ventilador y un refrescante Cubanito mediante, para presenciar cómo se iba a despejar la duda sembrada sobre su incierto debut en la pista berlinesa, o delirar con el triunfo a que nos tiene acostumbrados.
La legalidad no es un fin, más bien un medio. Convertirla en un objetivo esencial pudiera resultar una especie de trampa, un modo de confundir las prioridades, de subordinar lo primordial a lo secundario. Enfocándola sin distorsionar su sentido ordenador, podríamos afirmar que la legalidad facilita la obtención de un propósito estratégico, nunca la sustitución del propósito.
Ningún epíteto domina aún el abanico de impresiones que experimentan quienes llegan a la ciudad de Guantánamo: ¡bella, distinta, espaciosa, concurrida, elegante!… Así la sienten lo mismo el forastero que quien la dejó hace algún tiempo señalándola más por sus sombras que por sus luces.