En algún instante casi todos necesitamos sentir que si besamos o decimos «te amo» a un sapo, este se convertirá en príncipe (o en princesa). Nos urge vivir con la esperanza de que los pliegues más oscuros de la naturaleza humana podrán iluminarse y hasta ser enderezados por el amor.
Más de un cubano ya está recreando sus propios conflictos familiares y sociales ante la serie Diana que, dirigida por el agudo buceador de realidades Rudy Mora, transmite Cubavisión los lunes, miércoles y viernes.
Empiezo sentando una necesaria premisa: siento afición por los perros, a los que hace tiempo dediqué aquí una amable columna (Perro amor) y los he tenido en casa solo cuando contaba con todas las condiciones para proporcionarles una afectiva atención responsable. Pero me declaro alérgico a las desmesuras y los excesos, como los que presencié durante los años que residí temporalmente en Nueva York por obligación profesional. Perplejo recorrí una vez una tienda en la avenida Lexington que vendía la más inusitada variedad de artículos para esas mascotas, que incluían ropajes con diseños exclusivos, botines, collarines y collares, champús y hasta espejuelos para el sol. La sección de alimentos exhibía un interminable repertorio de sabores, olores y colores en envases de lujo. Así la posesión de un canino deja de concebirse para la protección y la compañía y funciona, contra natura, como un mero adorno de lujo y ostentación.
Sultan Kuzayev vive en Tskhinvali, capital de Osetia del Sur. El 8 de agosto de 2008, mientras todo el planeta estaba pegado al televisor, pendiente de la inauguración de las Olimpiadas, él y sus hijos se pegaban al suelo de un refugio. Los tanques invasores enviados por Georgia pasaban a pocos metros. Una bomba cayó allí, y el fuego campeó.
¡La alcancía está a la derecha!, gritaba el chofer a las personas que abordaban el ómnibus. Los pasajeros invadían el vehículo rápidamente en busca de cada espacio libre para hacer lo más placentero posible el viaje... pero la alcancía no sonaba.
Aún no transcurre un mes desde que Barack Obama puso los pies en Ghana, y ya Hillary Clinton le pisa los pasos a su presidente en una visita mucho más ambiciosa en objetivos, escalas y duración. Nada nuevo lleva la Secretaria de Estado norteamericana a África, la guía la lanzó Obama en su estancia en Ghana: trabajar por la «democracia» —al estilo occidental, por supuesto—, asegurar los intereses norteamericanos —para lo que siguen esgrimiendo la hipócrita guerra contra el terrorismo de Bush—, y contrarrestar la creciente relación comercial de China con los países africanos.
Augusto Monterroso cuenta no haber podido descartar unos cuantos volúmenes de su biblioteca. Al leerlo recordé cómo describe Aitana, la hija del poeta Rafael Alberti, una de sus casas de Buenos Aires: «...los libros estaban esparcidos por todos los rincones, los tomos de poesía y arte llegaban al techo».
Ciertos lectores me dicen cuando encomian alguna de estas columnas: Usted es valiente. Les agradezco el piropo. ¿A quién no le gusta que le reconozcan el ímpetu? Pero no estoy de acuerdo con el calificativo. Me parece que si en Cuba tuviéramos que ser valientes para decir lo que pensamos, un tufo a inconsecuencia empezaría a mortificar nuestro olfato político.
Me gusta más que calimben mi conducta profesional con este adjetivo: honrado. Qué mayor gloria. ...
Hace unos días el periódico The Guardian publicó un artículo del periodista Mark Weisbrot en el que afirma que el golpe de Estado de Honduras ha expuesto la división entre el presidente Barack Obama y la secretaria de Estado Hillary Clinton.
Una nueva reunión, y con ella, la esperanza de que a partir de los acuerdos los países sean coherentes con los compromisos para con el planeta. Lo más dramático es que de esto depende la existencia de naciones enteras, la vida de millones de personas que hoy subsisten en Asia-Pacífico. Para las pequeñas islas de la región, el cambio climático no es una preocupación futura. Sube el nivel del mar, las aguas saladas contaminan la dulce, escasean los alimentos, tormentas e inundaciones forman parte de su día a día. No les preocupa qué país legarán a sus hijos. Les urge que ellos sobrevivan ahora.