La libertad, un ideal universalmente anhelado, ha sido el foco de innumerables debates a lo largo de la historia. Su interpretación y aplicación pueden variar enormemente, dependiendo del contexto y la perspectiva individual.
La RAE define la libertad como la capacidad de actuar o no actuar, según la propia voluntad, sin ser coaccionado ni impedido por fuerzas externas. En otras palabras, ser libre para tomar decisiones y realizar acciones de manera autónoma, sin restricciones indebidas.
Algunos elogian la libertad como la piedra angular de una sociedad democrática; como el derecho inalienable de cada individuo a pensar, hablar y actuar según sus propias convicciones, siempre y cuando estas acciones no violenten los derechos de los demás. En este sentido, la libertad se entiende como sinónimo de autonomía, autodeterminación y dignidad humana.
Sin embargo, otros la malinterpretan, usándola como excusa para justificar comportamientos egoístas, pues argumentan que «su libertad» les permite actuar de cualquier manera que deseen, sin tener en cuenta el impacto de sus acciones en los demás.
En esos casos, lamentablemente abundantes en la actualidad y sobre todo en las plataformas virtuales, la libertad se convierte en herramienta de opresión, en lugar de ser un medio para fomentar la igualdad y la justicia.
Es importante recordar que la verdadera libertad no es simplemente la ausencia de restricciones, sino la capacidad de vivir de una manera que respete y mejore la libertad de los demás.
Según académicos e investigadores, la libertad implica reconocer y respetar al ser humano, cualquiera que sea su origen, y entender que nuestras acciones tienen consecuencias y debemos asumir la responsabilidad por ellas. No podemos ignorar el sufrimiento ajeno y debemos motivarnos a actuar con solidaridad.
La indiferencia y el desprecio hacia otras personas solo sirven para dividirnos y crear conflictos, en lugar de fomentar la comprensión y la cooperación.
La libertad, al final, es un concepto complejo y multifacético que puede ser elogiado y denigrado al mismo tiempo. Como sociedad, es necesario promover su comprensión y ejercicio en su significado más humano, aquel que fomente la consideración, la dignidad y la justicia social.
Así se refrenda en la Constitución de la República de Cuba: «Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como república indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos, para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva».