Hoy vivimos una etapa en que las juventudes en Cuba son más heterogéneas. Somos el resultado del período en que nacimos y de cómo la familia ha influido en la concepción de lo que sucede a nuestro alrededor, aunque a la larga sus ideas no sean siempre determinantes en el pensar de cada uno de nosotros.
De alguna manera nos parecemos más a nuestro día a día, a las circunstancias que nos toca enfrentar a diario. Unos con más madurez, y otros con más de «lo que se lleva», para no quedar atrás, no desencajar en su círculo de amigos, team, colectivo o como querramos llamarle.
Lo que sí queda claro de esta generación con que compartimos a diario es que son los hechos los que la mueven, más allá de largas charlas, actos de concepción tradicional o cualquier cosa latente fuera del contexto donde estudian, trabajan o residen.
Las juventudes cubanas de hoy, hijas del período especial, agudizado por la política estadounidense, pudieran tender más al tener que al dar, pero solo en apariencia. Sobran ejemplos para demostrar cuántos valores prevalecen en esa generación, y si se pone más ahínco en comprenderla, pudiéramos rescatar muchos de los buenos modales que siempre han caracterizado al pueblo cubano y tanto necesitamos para hacer valer nuestro orgullo criollo ante las más complejas situaciones.
Creo que en los últimos tiempos la COVID-19 fue de esas complejas vivencias en que se demostró cómo los jóvenes están presentes para asumir los desafíos y lograr grandes resultados con un pensamiento fresco e innovador, con nuevas dinámicas al hacer y más parecidas a nuestra edad. Ahí están los resultados, y podemos recurrir a ellos para seguir tomando experiencias.
Si bien el volver a las actividades cotidianas luego de un período de aislamiento nos convoca a todos a sumarnos para aportar desde donde estamos e impulsar mejor el país, lograr más participación sigue siendo el mayor de los retos, y me refiero en especial a la capacidad de sentir esa necesidad de ser útil.
Las juventudes cubanas deben entender particularmente la importancia del escenario digital. En las horas actuales debemos ser cuestionadores, inconformes con el mal gusto, transformadores y protagonistas de los espacios donde nos encontremos. Debemos preguntarnos el porqué de cada actividad y sumar a todos para que prime la unión.
Hay tres fenómenos de los más percibidos entre los jóvenes hoy, como lo fueron también en otras épocas de crisis. El primero es la emigración en todas sus variantes: entre provincias y entre países, con mayor incidencia en el joven con un nivel educativo superior porque considera que su superación puede ser mejor aprovechada fuera para adquirir un mayor nivel de vida.
Y ahí se origina el segundo fenómeno: la situación económica y el acceso a condiciones dignas de vida, que les permitan mayores opciones de recreación y tener un hogar propio, para no enfrentar los conflictos intergeneracionales.
El tercero es la tendencia de agruparse por intereses comunes, sobre todo en la adolescencia, cuando las dudas al experimentar nuevas experiencias impulsan más las ideas de grupo que las personales.
Como fenómenos al fin, hay que seguir observándolos, hasta lograr que nuestros jóvenes se sientan identificados con organizaciones e instituciones capaces de responder a sus intereses.
De cualquier modo, este tiempo de tempestades ha demostrado que hay vanguardia entre las juventudes y mucho compromiso con la Revolución, por más que quieran distorsionar esa idea desde otros confines, reales o virtuales.
(*) Doctor en Pediatría y primer secretario de la UJC en el municipio de Rodas, Cienfuegos.