La guerra cultural desatada por el imperialismo y los centros de poder que operan a escala global, es en esencia, contra la juventud. Es como una empresa invisible, glamorosa, embaucadora; que trata de impedir la construcción del pensamiento propio en respuesta al pensamiento único globalizado, que busca masificar las conciencias y someterlas a las pérdidas de las identidades culturales, al consumismo, a la falta de libertad, a ese pensamiento que se basa en la dominación y no en la liberación de los pueblos.
No es algo nuevo que nunca se haya pensado. Como revela Daniel Estulin, en su libro Los secretos del Club Bilderbeg, el objetivo final de esta pesadilla sería un futuro que transformará la Tierra en un planeta prisión mediante un mercado globalizado, controlado por un Gobierno Mundial Único, vigilado por un Ejército Mundial Unido, regulado económicamente por un Banco Mundial y habitado por una población controlada por microchips y cuyas necesidades vitales se habrán reducido al materialismo y a la supervivencia: trabajar, comprar, procrear, dormir; todo conectado a un ordenador global que supervisará cada uno de nuestros movimientos. En síntesis, convertirnos en «tontos, encarcelados y felices». Se trata de una guerra también de los modelos de vida, de los conceptos de felicidad, del modo de vida capitalista en el cual los objetos determinan el valor de las personas, reproduciendo en el imaginario social que cualquiera puede llegar a hacerse rico. A lo que aspira el imperialismo es a desideologizar nuestra propia vida, cambiar nuestras mentes y ganar la guerra cultural.
Es por ello que el mensaje dirigido a las nuevas generaciones «Claves para alcanzar la felicidad», del Doctor Armando Hart Dávalos, ejemplar combatiente revolucionario de la Generación del Centenario y personalidad indiscutible en el campo de la política y la cultura cubanas, resulta asidero por el valor moral que encierra el contenido de este encargo para la juventud ante la guerra cultural que se le trata de imponer, en la sutil campaña colonizadora de mentes humanas. Como ha señalado el eminente intelectual brasileño Frei Betto, en el contexto actual: “El primer deber del educador no es formar mano de obra especializada o calificada para el mercado de trabajo. Es formar seres humanos felices, dignos, dotados de conciencia crítica, participantes activos en el desafío permanente de perfeccionar el socialismo (…), nombre político del amor”.
Avanzar en este sentido implica superar el avasallador proceso neoliberal de “deshistorización de la historia”. Sin formación histórica no hay conciencia revolucionaria, ni proyectos políticos serios. Con la equívoca tesis del fin de la historia, los neoliberales pregonan que la humanidad ya alcanzó su nivel civilizatorio más alto, consustanciado en el sistema capitalista.
Para nadie es un secreto que en la estrategia subversiva contra Cuba, el imperialismo tiene entre sus objetivos priorizados a los jóvenes, en particular a los estudiantes, apostando a la inexperiencia y a la rebeldía natural de la juventud. Se desatinan obcecadamente en crear brechas entre las distintas generaciones que llevamos adelante el proceso revolucionario. La actividad enemiga busca frustrar el compromiso de los jóvenes cubanos con la Revolución, dañar el funcionamiento y liderazgo de la Unión de Jóvenes Comunistas, las organizaciones estudiantiles y los movimientos juveniles, penetrar en nuestros centros universitarios y de la enseñanza media superior, manipular el papel e influencia de la religión, manejar el acceso a las nuevas tecnologías e Internet en correspondencia con sus fines... y otros aspectos de la vida social, económica y política del país que inciden directamente en los jóvenes.
La posición de la juventud cubana quedó claramente definida en la clausura del IX Congreso de la UJC, en abril del 2010, en el que el compañero Raúl sentenció: «No cederemos jamás al chantaje, de ningún país o conjunto de naciones por poderosas que sean, pase lo que pase. Tenemos el derecho a defendernos. Si pretenden acorralarnos, sepan que sabremos parapetarnos, en primer lugar en la verdad y los principios. Una vez más seremos firmes, serenos y pacientes. ¡Sobran los ejemplos en nuestra historia!»
* Dirigente del PCC en el municipio capitalino de Habana del Este